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‘Arteriosclerosis’ urbana en la GAM

Aunque el término “arterioesclerosis” es de uso médico, resulta muy útil para sintetizar la situación de “salud” en la que se encuentra nuestra Gran Área Metropolitana (GAM). Algo que no solo es anecdótico, sino que, todo lo contrario, representa una voz de alarma que nos obliga, de forma urgente, a tomar conciencia de la grave situación en la que nos encontramos y de la prioridad que se le debe dar a la búsqueda de soluciones para evitar que colapse. De los muchos enfoques que podemos dar a esta situación, analizaremos aquí el problema del tránsito vehicular frente a la red vial disponible contextualizado dentro del caótico y desplanificado desarrollo urbano y territorial de la GAM.

Aunque existen más problemas, la atención estratégica de este asunto clave podría ayudar a empezar a solucionar parte de la grave enfermedad urbana que afecta a la GAM y causa estragos en la salud de sus habitantes, incluyendo su salud mental.

Cada vez más carros y menos calles: en eso se podría resumir la grave situación que caracteriza a la GAM. La flota vehicular subió de 180.000 en 1980 a 1.300.000 en el 2013. Los datos para el 2014 señalaban que el parque automotor del país aumentó en 34.000 autos nuevos y cerca de 20.000 usados.

Así, para principios de este 2015 (antes de la Expomóvil), la cantidad aproximada de vehículos era cercana a 1,4 millones. Como mínimo, la mitad (750.000, aunque puede ser mayor) se movilizan principalmente en la GAM, es decir, ¡en tan solo 3,5 % del territorio continental del Costa Rica!

Mientras tanto, la red vial pavimentada de la GAM no crece, todo lo contrario, se deteriora con rapidez. Así, la conclusión es clara: nuestras calles están completamente saturadas de vehículos. Durante las horas pico es absolutamente evidente, y si ocurre cualquier pequeño percance, el sistema colapsa y el entrabamiento se vuelve un martirio.

A quienes son conductores de la GAM (al menos unos 750.000), no hay que explicarles mucho esta grave y creciente “enfermedad” que padece nuestra urbe.

Dicha “enfermedad” nos está llevando a una situación crítica y nos empieza a comparar con las urbes urbanas con mayores problemas de tránsito, como México DF y Los Ángeles.

El indicador práctico más claro es el tiempo que se tarda en atravesar la ciudad, por ejemplo, entre Curridabat y Escazú, durante las horas pico, se está incrementando notablemente. Hace 10 años era de, aproximadamente, 30 minutos, ahora, con suerte, es de mínimo una hora.

No es solo el tiempo del conductor o su cantidad de consumo de gasolina y diésel, o la cantidad de gases y toxinas que respira detrás de su volante, a la que nos venimos acostumbrando como parte de nuestra rutina diaria.

En efecto, a estos problemas de los que manejan deben añadírseles otras “enfermedades” urbanas como el deterioro de la calidad del aire de la ciudad, los niveles de metales como el plomo y otras sustancias que todos respiramos (incluyendo, por ejemplo, a niños en escuelas y colegios y a sus docentes), el exceso de quemado de hidrocarburos, la aportación de gases de efecto invernadero a la atmósfera y la principal, la gran pérdida de tiempo, energía y salud, incluida la mental, de todos los usuarios de las calles de la GAM.

Conductores y no conductores, incluidos también todos los que utilizan el servicio de buses, sufren de los efectos de la arterioesclerosis urbana.

Estos daños pueden cuantificarse y ello ha sido objeto de estudio en varias ocasiones. En el 2005, se calculó que esta “deseconomía” bien equivale a unos $500 millones anuales. En la actualidad, ese monto es, probablemente, cercano al doble.

Las soluciones para esta grave enfermedad de nuestra urbe tienen que ser a corto, mediano y largo plazo. Entre estas últimas se incluyen una correcta planificación urbana y vial, así como el desarrollo de sistemas de transporte público, como un tren eléctrico que permita sustituir el uso de los vehículos individuales. Soluciones que, dicho sea de paso, fueron planteadas por el Prugam 2008-2030, después de cinco años de estudios técnicos, las cuales fueron desechadas por el INVU en el 2010, incluido el Proyecto del Tren Eléctrico Metropolitano (TREM) que, de haberse impulsado, habría entrado a funcionar antes que la primera fase del metro en Panamá.

Lo anterior debería llamarnos la atención sobre la forma en que estamos haciendo las cosas en nuestro país. En particular, si analizamos que después del rechazo al Prugam, lejos de ver presentadas mejores propuestas, la situación se ha agravado: primero con una aberrante propuesta llamada Potgam, en la que se gastaron varios años valiosos, y, luego, con el denominado Plan GAM 2013-2030, que ha resultado ser un verdadero “confite envenenado” en la medida que representa una especie de “Potgam vestido con piel de oveja”.

Mientras esto sucede y la verdadera planificación urbana a mediano y largo plazo sigue postergándose, cada vez más, las soluciones a corto plazo avanzan demasiado lento o prácticamente no dan, y así el grave problema del tránsito urbano empeora cada día.

Así las cosas, nuestra urbe sigue sufriendo de una grave arterioesclerosis, en espera de que nuestras autoridades planteen verdaderas soluciones, que no sea aumentar, aún más, la restricción vehicular, que lejos de resolver el problema causa mayor gasto de combustible, debido a que los usuarios tienen que buscar otras opeciones para llegar a su destino, una contradicción al objetivo de la misma restricción vehicular.

Urge poner en marcha soluciones concretas, como agilizar la construcción de la Circunvalación norte y la conexión entre la carretera a Cartago y la radial de Zapote; mejorar las conexiones viales dentro de la GAM fuera de la Circunvalación para facilicar el uso de vías alternativas de mejor calidad y seguridad; y, en particular, acelerar el desarrollo del tren eléctrico para que los usuarios dispongamos de un servicio público complementario que permita disminuir el uso de los vehículos individuales.

Como solución a mediano y largo plazo, urge retomar el Prugam, actualizarlo y echarlo a andar como instrumento de planificación a mediano y largo plazo. Las soluciones existen, lo que se necesita es mayor celeridad y voluntad de parte de nuestras autoridades. A menos que estas se estén conformando con ver cómo, día tras día, nos hundimos un poco más como país (en el subdesarrollo) y cómo se deteriora la salud de nuestra sociedad.

Contradictorio rumbo ambiental del gobierno

A tan solo 10 meses de administración de gobierno de Luis Guillermo Solís y dada la seriedad de las contradicciones que se han dado en materia ambiental, entre otros muchos temas, se hace necesario hacer una valoración del inadmisible rumbo que están haciendo tomar a nuestro país, algo que todos debemos comprender para poder actuar en consecuencia.  

Plan GAM 2013 a 2030 y la infortunada herencia de la administración Chinchilla: en artículos anteriores (ver: www.allanastorga.com) advertimos a la actual administración de que le estaban heredando un “confite envenenado” que tiene una larga historia: desde que la administración Arias rechazó el PRUGAM en abril del 2010 hasta la publicación del manipulado y poco sustentado ambientalmente Plan GAM 2013 a 2030, publicado el 2 de mayo del 2014.  Hay que recordar que como intermedio la Administración Chinchilla se inventó el denominado POTGAM, con el  cual nuestras montañas estarían ahora urbanizándose todavía más intensamente. La actual administración ha hecho oídos sordos a las advertencias, más bien recontrató al personal relacionado con el tema de la anterior administración y le subió la “categoría”. De paso, ha llamado “necios” a quienes hemos insistido en el error, lo que nos ha llevado al extremo de presentar una acción de inconstitucionalidad que ha detenido la aplicación de ese Plan.  La solución era sencilla: actualizar y aprobar el PRUGAM que es el que tiene debido sustento técnico y ambiental, a costa de que la UCCAEP y la Cámara de la Construcción no quedaran “contentas”. Mientras tanto, nuestra GAM sigue desplanificada y envuelta en un caos vial que se traduce un alto costo económico, ambiental y de salud para todos.  Como vemos, aquí no ha habido cambio alguno, salvo seguir hundiéndonos en la inoperancia y en  la desplanificación.

 

La SETENA y la conveniencia de no renovarla: una expectativa lógica de un gobierno “del cambio” era la urgente y completa renovación de la Secretaría Técnica Nacional Ambiental, en particular de su ente de toma de decisión, la Comisión Plenaria. Sobre esto las organizaciones ambientales han sido particularmente insistentes, pues es claro que la SETENA  estuvo bajo un claro control político durante las administraciones Arias y Chinchilla. Pese a eso, con el nuevo gobierno, muy poco cambió en la SETENA, se ha dado un claro continuismo, lo cual no parece casual cuando se ve el accionar de esta entidad durante el año 2014 y, en particular, respecto al tema de la Terminal de Contenedores de Moín (APM): el control político para descartar criterios técnicos es latente, poniendo en riesgo la credibilidad en la ya golpeada institucionalidad ambiental de nuestro país.  El hecho de que no se diera ningún cambio, a pesar de las muy serias irregularidades que se dieron durante las últimas administraciones y que no se abriera el espacio para la búsqueda de sus mejoras por medio de la Comisión Mixta, deja ver un “doble discurso” de la actual administración.

 

APM y el conveniente olvido del enorme sacrificio ambiental que implica: sobre este tema hemos escrito mucho, con el ánimo de explicar que el proyecto tal y como fue planteado desde el 2008 fue una imposición, sin ningún criterio ambiental. Planteamos que era posible buscar una solución alternativa para la construcción de la Terminal en una condición ambientalmente más sostenible y menos impactante. Durante casi dos años se ha hecho oídos sordos a estos planteamientos y la actual administración, lejos de asumir un papel más proactivo y analítico en la búsqueda de una solución, más bien profundizó la posición “cerrada” y ha hecho “todo lo posible” para mantener el planteamiento original. Esto aunque signifique ignorar las muy graves consecuencias ambientales que se darán, no solo en el Humedal Caribe, sino que particularmente, en la parte marina de nuestro litoral limonense. Esos daños ambientales se darán por años, produciendo afectación a la toda la vida marina, a la pesca, al turismo e incluso a nuestras costas por erosión. Todo esto a pensar que existía una mejor alternativa. Así, las autoridades ambientales, como el MINAE y la SETENA, se alejan de su función primordial y pasan a convertirse en un simple instrumento para el beneficio de una empresa transnacional. Se está jugando gravemente con el Caribe costarricense, algo que no deja de sorprender profundamente.

 

El atraso en el trámite de los planes reguladores y la evidente falta de decisión para resolver problemas.  Para abril del 2014 la SETENA, por medio de su Departamento de Evaluación Ambiental Estratégica (EAE), anunciaba que para el periodo 2010 al 2014 el 73% del total de los informes de planes reguladores había sido rechazado. Hay municipalidades que tienen más de 8 años de tramitar la viabilidad ambiental ante esa entidad, algo inverosímil si se tiene claro que el objetivo fundamental de la metodología que establece el decreto 32967 (de los IFA) es generar una zonificación ambiental que sirva de base para hacer una propuesta de uso del suelo. Es evidente que en más que obstáculos técnicos, lo que ha imperado es la intransigencia y la falta de visión clara. A esto se ha sumado un conflicto artificial con el uso de la Matriz del SENARA y los mapas de vulnerabilidad, algo para lo cual también hay una solución sencilla. Al final se observa que más que problemas técnicos, es un problema de actitud de parte de las autoridades, lo cual se podría resolver con facilidad si las autoridades realmente se interesaran en que los municipalidades contaran con planes reguladores que dicten reglas algo más claras para la definición del uso del suelo, en contraposición al statu quo actual que favorece principalmente a los desarrolladores inmobiliarios y las empresas constructoras.  A pesar de la urgencia de resolver el asunto, hasta hace poco se conformó una comisión para buscar una solución entre las diferencias de criterio entre la SETENA y el SENARA. Búsqueda que no se sabe cuánto durará ni en qué terminará. Tampoco aquí se vislumbran cambios reales.

 

La refinería china y el terco camino hacia una dependencia de los hidrocarburos. De forma sorprendente, el MINAE ha señalado que seguirá adelante con la Refinería china,  a la cual le ha agregado el calificativo de “refinería verde”, dado que dedicará parte de la misma para biocombustibles.  Posiblemente en este tema es cuando se observa una de las mayores contradicciones de la actual administración, pues mientras el mismo Presidente reafirma ante la ONU el compromiso de ser carbono neutral en el 2021, por otro lado sigue adelante con un proyecto sumamente oneroso para el país y que, lejos de solventar nuestra dependencia de los hidrocarburos, la profundizará. Se pierde tiempo valioso en buscar soluciones realmente sostenibles y viables para Costa Rica como un tren eléctrico, una mejora sustancial al sistema de transporte y un verdadero impulso a un programa de biocombustibles.

 

La Ruta 32 y la irresponsabilidad ambiental de la legislación que la ampara. La recién aprobada ley para articular el contrato con China sobre el préstamo para ampliar la Ruta 32 a Limón lleva consigo una seria contradicción, no solo técnica, sino también ambiental. Otro ejemplo de improvisación y más que eso, de cómo se considera el tema ambiental como algo secundario, casi sin importancia: un error que podría costar muy caro al país. La Ruta 32 es problemática, pero el sector del Zurquí no está contemplado dentro de este proyecto. Recordemos a este respecto que el proyecto inicial de los años ochenta preveía cinco túneles y que decisores políticos optaron por descartar estos cinco túneles: el resultado está a la vista.  Ampliar una carretera de 2 a cuatro carriles a partir de Río Frío es una operación que técnicamente no requiere de asesoría externa ingenieril y que en nada remedia el problema que tenemos en el Zurquí con la Ruta 32.

 

El aleteo del tiburón y el “interés nacional” por una transnacional: los mares y nuestras áreas silvestres  siguen cada vez menos protegidas. En completa contradicción con los compromisos internacionales adquiridos por el país, se toma la decisión, por parte de INCOPESCA, el SINAC y el MINAE, de permitir la exportación de aleta de tiburón a China. Aunque se usa de pretexto que es para beneficiar a los pescadores nacionales, llama la atención que las autoridades técnicas y ambientales en la materia tomen semejante decisión, en la medida de que contradice los principios de protección ambiental y de la biodiversidad que el mismo país defiende a nivel nacional e internacional. Pero el asunto no solo queda allí, también se da una severa pérdida de credibilidad, muy difícil de recuperar, en particular porque se entremezcla con un regalo de $ 24 millones que el gobierno chino recientemente hizo al gobierno de Costa Rica. Nos preguntamos: ¿por qué no usan parte de esos recursos para ayudar económicamente a los pescadores que pierden por la no exportación de aleta de tiburón a China y para fortalecer las áreas silvestres protegidas terrestres y marinas: nuestro verdadero tesoro nacional? ¿No sería eso una mejor decisión? Las contradicciones prevalecen y el cambio no se nota.

 

El común denominador de todos estos temas es el mismo: la falta de una verdadera y seria revisión del problema, los oídos sordos para escuchar otras opiniones, la creencia de que al fungir como autoridad se tiene la libertad de hacer lo que les parezca y la búsqueda de una “solución” que termina siendo una “imposición” de una decisión desacertada que al final beneficia a un sector muy privilegiado en detrimento de los intereses colectivos. En síntesis: una administración que, en materia ambiental, es una continuidad de las administraciones Arias y Chinchilla. Sorprendente conclusión a la que uno es llevado en tan solo 10 meses de administración.

 

*Geólogo Ambiental, profesor UCR.

Lo que significa el inicio de obras de APMT en Moín

Para algunos, el inicio de obras de construcción del Megapuerto de APMT en Moín, representa el final de un “largo viacrucis” de trámites y permisos que se inició en el 2008. Otros muchos lo ven como la culminación de un esfuerzo para mejorar la infraestructura portuaria de Limón Moín y como una oportunidad de desarrollo para el cantón de Limón y de su población. Pero también tiene una perspectiva que pocos ven y que requiere ser revisada, ya que es importante conocer la historia de un proceso que, por imposiciones y malas decisiones, nos va a llevar, como país, a hacer un serio sacrificio ambiental de nuestros frágiles ecosistemas marinos y terrestres. Un lujo que Costa Rica no puede darse. DECISIÓN IMPUESTA: Como hemos indicado, en el 2008 Japdeva contrata a una empresa holandesa para elaborar el Plan Maestro de desarrollo portuario de Limón – Moín. En pocos meses el Plan Maestro es elaborado. El mismo analiza cuatro posibles alternativas de localización de la nueva Terminal, denominadas A, B, C y D. Tres de ellas se plantean en el sector oeste de la Bahía de Moín (frente a los humedales de Moín y los sitios de anidación de tortugas) y una en el sector este, como una continuación de la infraestructura portuaria que ya existe. Esta última alternativa, por diversas razones técnicas, pero no ambientales, es la que peor se califica en el estudio, razón por la cual, en muy poco tiempo y sin una verdadera evaluación ambiental, como el mismo Plan Maestro reconoce, se selecciona la alternativa D, que corresponde con la localización y diseño general propuesto por la AMPT en Moín.

Japdeva presenta a finales del 2008 el Plan Maestro completo a la SETENA y le solicita la viabilidad ambiental potencial al mismo. La SETENA en un tiempo record de dos meses, lo resuelve en una resolución de un par de páginas, otorgando dicha viabilidad ambiental potencial y señalando la obligación de que realicen evaluaciones de impacto ambiental (EIA) para cada uno de los proyectos que contempla el Plan Maestro, entre ellos la nueva Terminal en Moín. Como hemos indicado, la SETENA comete un error sustancial (ver: www.​all​anas​torg​a.​com: Concesiones portuarias en Moín: ¿mentiras convenientes?) y que tiene graves consecuencias. Ello en razón de que obvia por completo el capítulo de Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) de su Reglamento General y no solicita la correspondiente EAE del Plan Maestro, tal y como el artículo 62 de ese reglamento lo establece.

La realización de la EAE hubiera permitido profundizar en la evaluación ambiental general de las diferentes alternativas, analizando los impactos ambientales estratégicos de las mismas, comparándolas y permitiendo así, definir si la selección y descarte de alternativas del Plan Maestro era correcta o no. Esta EAE no hubiera llevado más de un año y tenía la ventaja de que involucraba un proceso de participación pública, con lo cual los representantes de diferentes sectores sociales hubieran tenido la posibilidad de participar, desde el principio, en la toma de decisiones clave para el desarrollo portuario de Limón – Moín y de su sostenibilidad ambiental. Un proceso transparente y correcto. En vez de eso, se impuso una decisión, con limitado criterio técnico (ambiental) que la SETENA, para variar, avaló sin chistar, irrespetando la legislación ambiental que ella misma administra.

TRAMITE DE EIA IRREGULAR: se pierden tres años de tiempo, hasta el 2012, cuando en el mes de febrero, se firma el contrato de concesión para la Terminal de Moín con una empresa holandesa, a quien se le dice que debe asumir el riesgo de demostrar que el megaproyecto es ambientalmente viable por medio de una EIA. La empresa inicia la elaboración de la EIA, a finales del 2012 y entrega el Estudio a la SETENA, pocos meses después, en abril del 2013.

Estando todavía la EIA en revisión, en octubre del 2013, el Concejo Nacional de Concesiones (CNC) aprueba el diseño definitivo del proyecto y su presupuesto final.  Para colmo de males, el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos en enero del 2014, aprueba los planos finales del proyecto, siempre sin que se hubiera resuelto nada sobre la EIA, como si este fuera un simple trámite de visado. Nuevas decisiones desacertadas!

En abril del 2014, la SETENA, pese a las advertencias realizadas y documentadas, emite una Resolución en la que solicita la presentación de un Anexo Único a la EIA, donde se hacen más de 110 observaciones que cuestionan la casi totalidad del megaproyecto. Nueva decisión desacertada, ya que según la misma información suministrada por la empresa, el megaproyecto no tiene visos de poder ser viable ambientalmente.

Después de casi dos años de proceso de revisión de los más de 30 mil folios del expediente  de EIA de la APMT y de la inclusión de observaciones de diferentes instituciones y ciudadanos interesados, la Unidad Técnica de la SETENA, entregó el 3 de diciembre del 2014 su Dictamen a la Comisión Plenaria.

En dicho Dictamen la Unidad Técnica comunicaba a la Comisión Plenaria sobre una larga lista de inconsistencias y faltantes que contenía la información de evaluación de impacto ambiental, algunas de ellas fundamentales para el otorgamiento de una viabilidad ambiental. Aunque el dictamen no llevaba consigo una recomendación expresa, le solicitaba a la Comisión Plenaria resolver conforme a lo que correspondía, lo cual, por el contenido del informe, resultaba claro que debía ser un rechazo de la EIA y el no otorgamiento de la viabilidad ambiental.

La Comisión Plenaria, de forma irregular en el entendido de que en los casi 20 años de existencia de la SETENA, es la primera vez que lo hace, y alejándose de las funciones que la da la Ley Orgánica del Ambiente, tomó las siguientes acciones: 1) no acogió el informe de la Unidad Técnica, 2) se conformó así misma como una instancia técnica y procedió a revisar en tan solo 14 días la totalidad del expediente, para contra argumentar lo señalado por la Unidad Técnica, 3) emitió un informe técnico en el que minimiza e invalida los argumentos de la Unidad Técnica y 4) se vuelve a instaurar como ente de decisión, y sobre la base de su propio informe procede a otorgar la viabilidad ambiental del megaproyecto un 17 de diciembre del 2014, notificando a las partes ese mismo día la Resolución (y recordándonos fechas similares de aprobación de EIA por la SETENA que terminaron luego en los tribunales donde fueron declaradas ilegales).

Lo grave de este accionar es que burla por completo el objetivo de la EIA y los principios de transparencia, objetividad y neutralidad que debe respetar, aparte de que se incumple con el marco establecido por la misma Ley Orgánica del Ambiente.

Con su actuar, la Comisión Plenaria, invalida el trabajo técnico del equipo multidisciplinario responsable de la revisión detallada de este enorme expediente, se constituye en “juez” al ponerse a calificar si esta instancia tenía razón o no en sus argumentos, pero además, asume un rol adicional de “parte”, en la medida de que se constituye en “entidad técnica” con lo cual revisa en un tiempo record el expediente y emite un informe técnico bastante parcializado a favor del desarrollador y finalmente se vuelve a constituir en instancia técnica de decisión, con lo cual otorga la viabilidad ambiental. Algo absolutamente irregular y que pone en entredicho la credibilidad de toda la SETENA y su validez como autoridad ambiental del país.

PROBLEMAS DE DISEÑO: en los diferentes escritos presentados a la SETENA desde el año 2013, por el autor y otros ambientalistas, hemos insistido de manera vehemente en que el problema fundamental que tiene el Megaproyecto de APMT tiene que ver con el diseño, particularmente con la localización de la obra.

Estos problemas de “diseño” surgen desde el momento en que se hace el análisis de alternativas en el año 2008 y no se considera de forma correcta e integral la dimensión ambiental. Esa grave circunstancia se hubiera podido resolver con una efectiva EAE, empero en vez de eso, de tomó una decisión estratégica muy desacertada, hasta precipitada y se seleccionó una localización y un diseño, sin medir de forma correcta sus consecuencias ambientales que, como veremos, resultan altamente negativas.

El problema del diseño y ubicación de la Terminal propuesta genera una serie de consecuencias desde el punto de vista constructivo de la misma, lo que a su vez se refleja en grandes impactos negativos.

Como señalan los mismos estudios técnicos contratados por la empresa holandesa para el diseño y el Estudio de Impacto Aambiental, el sitio donde se planteó la localización de la isla artificial que conformaría la Terminal, tiene un fondo blando conformado de lodos y algunas delgadas capas de arena. Ese fondo, se extiende, según señalan esos estudios técnicos hasta profundidades de 40 metros bajo el piso marino de la Bahía de Moín. Debido a la ausencia de un “fondo duro”, el diseño del proyecto y el plan de construcción se complicaron.

Una de esas complicaciones consiste en que no todo el material del Dragado Capital que tiene que hacerse en la Bahía para permitir el ingreso de buques de contenedores grandes se pueda reutilizar para rellenar la isla artificial.

Cabe destacar que el mismo Dragado Capital no hubiera tenido que plantearse en esas dimensiones, si la ubicación propuesta de la Terminal fuera al oeste de la Bahía de Moín, como una extensión de los muelles actuales.

El hecho de que el material del Dragado Capital, dada su naturaleza de grano fino (limos y arcillas), no se pueda utilizar como relleno, produce dos complicaciones técnicas adicionales para el diseño y construcción del proyecto. En primer lugar se requiera obtener material mineral (arena y piedra) de otras fuentes para rellenar la Terminal.

Esas fuentes son de dos tipos: a) de explotaciones mineras no metálicas localizadas en tierra y b) de explotaciones mineras del fondo marino. Estas últimas, fueron planteadas como parte del Descripción del proyecto en el Estudio de Impacto Ambiental y consisten en 11 tajos submarinos que se localizarían frente a las playas de Moín. No se trata de tajos pequeños, pues según señala el mismo EsIA y su anexo, cubrirían 273 hectáreas de superficie.

De allí se explotarían varios millones de metros cúbicos de arena, durante varios años, para rellenar la isla artificial que conformaría la Terminal. Es sencillo imaginar que esa actividad minera submarina producirá importantes cadenas de impacto ambiental, particularmente si se toma en cuenta que afectarán un fondo marino como alterado y que es muy sensible desde el punto de vista ambiental.

Aquí vale recalcar algo que le hemos insistido a la SETENA y al mismo Consejo Nacional de Concesiones (CNC) y es que la explotaciones mineras submarinas no pueden realizarse solamente por haber sido mencionadas como parte de la Descripción del Proyecto en un Estudio de Impacto Ambiental. El Código de Minería exige que cada tajo debe ser objeto de un estudio de impacto ambiental individual y completo y además, que para otorgar una eventual concesión minera de explotación submarina, se requiere de la autorización de la Asamblea Legislativa. Esto, según lo establece nuestra Constitución Política. Algo que, en este caso no se ha realizado!

También vale señalar que las fuentes mineras terrestres también producirán un impacto ambiental importante, no solo por la explotación minera en sí, sino también por el transporte del material mineral desde los tajos “fuente” hasta el sitio del proyecto. Aunque en principio, este impacto seria “más manejable”, requiere ser analizado con el debido cuidado, dado ya que en términos prácticos se traducirá un significativo aumento del tránsito de camiones pesados entre Guápiles y Moín y viceversa, algo que vendrá a sobrecargar aún más la ya saturada carretera de la Ruta 32 a Limón.

Los materiales del Dragado Capital que no pueden ser utilizados para rellenar la Terminal, corresponden a un “desecho” y tiene que ser dispuestos en algún sitio. No se trata de una pequeña cantidad, pues el mismo estudio de impacto ambiental señala que serán cerca de 5 millones de metros cúbicos o lo que es lo mismo, cerca de 8.5 millones de toneladas de lodos (arcillas y limos) de la Bahía de Moín que tendrán que ser dispuestos como desecho.

La manera en que propone manejar esos lodos de desecho es transportarlos por medio de barcazas a un sitio, mar adentro, localizado a 5.5 Km de Limón, y simplemente disponerlos en el fondo marino en su lugar llamado como el “Botadero Submarino” en el EsIA.

Como se puede ver hasta aquí, las consecuencias del deficiente análisis de alternativas de ubicación del proyecto son muy serias, particularmente desde el punto de vista ambiental. Pero a esta situación se suma una circunstancia que debe ser claramente entendida por todos y se trata de lo siguiente: resulta que debido a que es un isla artificial a construir con dimensiones significativamente grandes (comparable en superficie con el parque metropolitano de La Sabana), se piensa construir en tres etapas diferentes denominadas: 2.A, 2.B y 3.

Según el EsIA y su anexo, solo en la construcción de la etapa 2.A se llevará un periodo de 3 años. En el EsIA no se indica cuál sería la duración de las otras etapas, no obstante, por sus dimensiones, es claro que su construcción también llevará años. De esta manera, las cadenas de impactos que se producirán para la primera fase, se repetirán varios años después para construir las otras fases. En otras palabras, se trata de un megaproyecto que producirá grandes daños ambientales en la costa caribeña, no una sola vez y durante poco tiempo, sino durante varios años y en al menos tres ocasiones diferentes a lo largo de 30 años. Todo esto, como consecuencia de una desacertada decisión de selección de sitio que se ha impuesto por sobre otras soluciones técnicas y ambientales más apropiadas.

CONSECUENCIAS AMBIENTALES: como señalamos antes, los problemas de diseño señalados, se traducen en problemas ambientales muy graves. El mismo Estudio de Impacto Ambiental recalca algunos de ellos, como por ejemplo, el impacto que se producirá al remover el material de fondo marino durante la construcción y que denominan “impactos de la resuspensión de sedimentos por los dragados” y que describen de la siguiente manera:

“Durante la construcción el Proyecto contempla el dragado tanto de áreas de préstamo de materiales como el dragado capital en la bahía. En ambos casos y particularmente en el segundo por el tipo de material de fondo, se anticipa la re-suspensión de lodos, que incluso podrían ser anóxicos. Este es un impacto intenso por la gran cantidad de sedimentos que se estarían levantando e igualmente tendría una extensión total porque se inicia en la parte norte del AID (sic: área de influencia directa del proyecto) con el dragado de préstamo e incluso se tiene la posibilidad de que, por efectos de la corriente dominante allí que tiene dirección sureste y una velocidad de 0,5 m/s, el sedimento se desplace hacia el sur, donde convergería con el sedimento del dragado capital, y ya juntos, continuar su viaje hacia el sureste donde entraría al área de corales y de pesca de pargo. En general, los sedimentos en el agua alterarían la vida de individuos y comunidades de los diferentes nichos de la vida marina presentes en el lugar, como lo son: el plancton, el bentos, los corales, los peces, las tortugas, los cetáceos y las aves marinas a través de sus presas. El efecto específico del sedimento puede darse, ya sea por consumir oxígeno disuelto bajando sus cantidades disponible o aumentar la turbidez del agua y con ello disminuir la luminosidad necesaria para la fotosíntesis del plancton”. (El destacado no es del original).

Se reconoce que como producto de esa pluma de sedimento se afectará la vida marina conformada por plancton, peces, tortugas, mamíferos marinos y corales entre otros muchos organismos, con serias consecuencias para la pesca y el turismo de la parte litoral central del Caribe limonense. Esto, sin contar los potenciales efectos que podrían darse en aguas panameñas como consecuencia de los efectos acumulativos del transporte de sedimento por corrientes marinas y los sedimentos generados por el proyecto.

Al respecto, cabe señalar que aunque el EsIA y la misma SETENA han minimizado el potencial impacto transfronterizo por el arrastre de sedimentos en suspensión hacia el sur de Limón y hasta aguas panameñas, cabe destacar que ese tema no ha sido completamente evaluado. Un ejemplo de ello es que por nuestra insistencia se revisó la velocidad de corriente costera indicada en el EsIA de 0.5 metros por segundo y se tuvo que corregir y reconocer que la misma es del doble, es decir de 1.0 metro por segundo. Un error muy significativo para un proyecto que tiene esas severas consecuencias ambientales. De igual manera, se dice que se modeló el patrón de dispersión de sedimentos hacia el suroeste del sitio del botadero, pero no queda claro si se hizo para condiciones más críticas, cuando imperen condiciones de tormenta. Por esta razón hemos señalado que este impacto debe ser mucho mejor evaluado.

Otro impacto que se producirá de manera muy significativa con característica de severo daño ambiental, corresponde con la erosión que se producirá en la playa de Moín, como consecuencia de la construcción de la primera fase de la Terminal. Al respecto, el mismo Estudio de Impacto Ambiental, señala textualmente lo siguiente, cuando se refiere al “Efecto del Proyecto en la morfología de la costa”:

“De acuerdo a las modelaciones efectuadas por Baird (2012), en el peor de los escenarios, podrían llegarse a perder debido a la erosión, hasta 14 hectáreas de terreno en la playa Moín. Estas se ubican desde el punto de entrada a la Terminal (2,7 km hacia el oeste del actual Puerto de Moín) y otro tanto hacia el puerto actual. Un atenuante es que esta área es una zona arenosa constituida por playa ganada al mar en los último 20 años, es decir después del Terremoto de Limón en 1991. También se podrían perder unas 21 hectáreas de terrenos arenosos, debido a la erosión provocada por la modificación de las corrientes de oleaje, hacia Barra de Matina. En este caso son terrenos actualmente cubiertos de cocos y vegetación secundaria, dado que se trata de antiguas “Fincas de Copra”, es decir, se dedicaban a producir coco, hasta que una enfermedad acabó con esa actividad económica en la zona”. (El destacado no es del original).

Del texto citado, llama la atención la forma en que se “minimiza” el valor de los terrenos de playa que sería arrasados por la erosión marina. Por un lado, se señala que son terrenos “ganados” al mar por el levantamiento de la costa producto del Terremoto de Limón de 1991, como si por eso fueran menos valiosos. Por otro, de que se trata de terrenos en donde producían cocos cuyas plantas “enfermaron”, como si eso justificara también el que desaparezcan como producto de la erosión marina producida por la construcción de la Terminal. Se obvia señalar que se trata de 6 kilómetros líneas de playa arenosa que sirve de sitios de anidación de Tortugas marinas y que es un importante nicho ecológico.

Dada la importancia de este tema, las mismas autoridades del gobierno contrataron unos expertos independientes (Wesson, 2014); para realizar un “Análisis de Viabilidad Ambiental del proyecto en aspectos de hidráulica portuaria e ingeniería civil”. El resumen de ese análisis señala una serie de aspectos que requieren ser referidos.

Como parte de sus observaciones, los ingenieros señalan que la información está incompleta y que “la afectación de la línea de costa, la afectación de oleaje, y corrientes se realizaron solamente para la Etapa 2.A”. Se indica además que “Se presentó información nueva extra temporánea donde se incorporó los efectos de aumento de agitación de oleaje sobre los atracaderos existentes del Puerto de Moín solamente, sin analizar efectos sobre corrientes, sedimentación, o erosión de costa para las fases 2B y 3 del Proyecto”.

Los expertos señalan además, que hay serias dudas en el tema de la valoración real de los efectos de erosión costera que producirá el proyecto, e indican que “existen muchas dudas sobre los cambios Morfológicos de la playa, evaluados solo para la etapa 2A. Estos fueron evaluados por el estudio de Baird 2013, sin embargo, en este indica que se hizo una evaluación preliminar, y solicita realizar estudios adicionales que no se hicieron. Este estudio preliminar determina problemas muy graves de erosión de playa y sedimentación de la dársena que se dará en poco tiempo. Ante esta incertidumbre existe un gran riesgo que los impactos sean mayores a los descritos que ya de hecho son graves”.

Además indican que “se obtiene un retroceso de la línea de costa de 130 metros enfrente del canal de acceso asumiendo una pendiente de 1:40. Está pendiente fácilmente podrá ser mayor ya que la pendiente natural de playa actual es de 1:100, según el mismo informe. Un aumento de playa de 1:40 a 1:60 implica más de 200 metros de retroceso de la línea de costa, afectando la población de Moín directamente”. Subrayando además que “este es un impacto muy importante con costos muy altos para los cuales se debe saber quién será el responsable de las medidas de mitigación”.

Por otro lado, los mismos autores señalan que la empresa APM Terminals no tomó en cuenta las recomendaciones hechas por sus mismos consultores técnicos en materia de control de los procesos de erosión costera. Al respecto indica que “el estudio de Baird presentado por APM Terminals también contiene las siguientes recomendaciones para evitar la erosión de costa: Trasladar, si es posible, la dársena de maniobras y el canal; y La recesión de la línea de costa, como resultado del ajuste del perfil, puede ser pronosticada utilizando un modelo apropiado.” Los autores señalan que la empresa “no tomo en cuenta estas 2 recomendaciones de su consultor”.

Sobre este mismo punto, indican también que “adicionalmente extemporáneamente se presentó un informe realizado por la Empresa Applied TEchnology Managment, ATM 2014. En donde se propone un método de mitigación de erosión de costa sin evaluación. Se brinda una explicación de las posibles medidas, pero no son analizadas ni cuantificadas. La alternativa recomendada es la restitución de arenas o bypass. De las alternativas no se define de dónde se extraerá el material, tampoco, la metodología o modo de construcción y efectos secundarios sobre el ambiente. Se mencionan una serie de puertos donde se hace el bypass en Estados Unidos, sin embargo las condiciones medio ambientales donde se realizan estos bypass de arena son muy diferentes a las condiciones ambientales presentes en Moín. Razón por la cual no se puede aplicar sin un estudio de los impactos que este método generaría en el Caso de Moín. Solo hecho de que esa medida se aplique en otros lugares no significa que será ambientalmente viable en Moín. Se debe hacer una evaluación cuantitativa de los impactos que el verter hasta 300.000 m3 de sedimento por año sobre la playa va a tener sobre la costa durante toda la vida útil del proyecto. No se sabe de cuánto va a ser el cambio en turbidez, ni el tamaño de la pluma de sedimentos ni los impactos sobre los ambientes costeros que este proceso va a generar”.

Empero el asunto no termina allí, los expertos consultados sobre el tema de la “Medida de Mitigación a la Erosión de la Costa” propuesta por la empresa, señalan serios vacíos en la misma cuando indican: “la medida correctiva propuesta para los cambios morfológicos, es decir la erosión de costa es, “rellenar con arena más gruesa los sitios erosionables”. Esta acción implica por sí mismo impactos sobre el ambiente que no se están evaluando en el Anexo Único ni en El Estudio de Impacto Ambiental. Este proceso de relleno sería una tarea con frecuencia anual durante toda la operación de la terminal.

Es decir se estarían vertiendo aproximadamente 300.000 metros cúbicos de arena por año sobre la costa durante toda la vida útil del proyecto. Si esto no se hace se producirá la erosión de la costa”.

Y todavía hay más, sobre el tema de “Sedimentación y Dragados de Mantenimiento”, los expertos hidráulica portuaria e ingeniería civil indican lo siguiente:

“La terminal sufrirá de problemas de sedimentación de gran magnitud durante toda su vida útil, requiriendo dragados de mantenimiento de la terminal. En el Estudio de Baird 2013 presentado por APM Terminals, se estima que el volumen de sedimentación será de entre 800 000 a 300 000 metros cúbicos por año durante toda la vida útil del Puerto.

Ni el Anexo Único ni Estudio de Impacto Ambiental se establece ninguna medida de control ambiental para el dragado de mantenimiento. El Plan de Gestión Ambiental menciona que el dragado se realizara una única vez por 24 meses, lo cual no es correcto, ya que el puerto requerirá de un intenso dragado durante toda su vida útil para que puedan entrar las embarcaciones.

No se define claramente donde se depositaran los dragados de mantenimiento. Dependiendo de dónde se depositen estos sedimentos genera un impacto durante toda la vida útil del Puerto que no se ha evaluado. El depositar estos sedimentos sobre la playa puede generar impactos durante toda la vida útil del puerto que no fueron evaluados y se desconocen. El depositar este sedimento en la zona de botado genera una pluma en aguas profundas durante toda la vida útil del proyecto. El depositarlo sobre la costa también generaría impactos ambientales importantes. Este impacto ambiental debió de evaluarse”.

Los expertos señalan además que se presentan importantes riesgos de inundación y erosión vinculados al tema de cambio climático y además a deficiencias que tiene el Estudio de Impacto Vial que incluye el Anexo Único del Estudio de Impacto Ambiental del proyecto.

En consideración del análisis realizado los autores concluyen que “por los motivos expuestos anteriormente se considera que desde los aspectos de ingeniería de costas e hidráulica portuaria y vialidad el Estudio de Impacto Ambiental y el Anexo Único de la terminal de contenedores APMT están incompletos y no presentan la suficiente información para determinar si el proyecto es viable ambientalmente”. (El destacado no es del original).

Finalmente, cabe destacar que estos impactos señalados son solo algunos de los muchos impactos que producirá el desarrollo del Megaproyecto. Esto por cuanto, los sitios de explotación minera submarina y del botadero submarino, así como de las áreas sujetas a erosión costera, no fueron objeto de un detallado estudio de impacto ambiental, deficiencia que por sí sola, lleva a cuestionar muy seriamente la viabilidad ambiental que la Comisión Plenaria de la SETENA otorgó tan apresuradamente.

ALCANCES GENERALES: se hace necesario recalcar lo antes señalado referente al hecho real y concreto de que el eventual desarrollo de este Megaproyecto lleva consigo el desarrollo de muy severos impactos ambientales negativos, así como cadenas de impacto, que por su dimensiones y extensión temporal, tendrían que ser calificadas como daños ambientales irreversibles.

Daños ambientales que afectarían de forma directa e indirecta grandes extensiones de ecosistemas marinos, no solo del agua, sino también del fondo marino, así como de otros ambientes terrestres y marinos que se encuentran vinculados a estos. De igual manera se afectarían actividades humanas que subsisten a partir de esos ecosistemas, particularmente la pesca y el turismo, adicionando además los riesgos de que la erosión costera dañe comunidades como la de Moín y también comunidades ecológicas a lo largo de varios kilómetros de playa Moín.

Así, bajo la perspectiva aquí expuesta es claro que el balance costo beneficio ambiental y social del Megaproyecto queda seriamente cuestionado y llama a la reflexión sobre el serio sacrificio ambiental que estaría haciendo nuestro país para la mejora de su infraestructura portuaria. Algo que resulta absolutamente paradójico para un país que es calificado, a nivel mundial, como de vanguardia en protección del ambiente.

Paradójica que se roza la ilógica total, cuando se observa que efectivamente existe una mejor alternativa de diseño y desarrollo de la Terminal, con mucho menor sacrificio ambiental para el país.

Paradoja que también nos debe llamar poderosamente la atención, en el momento en que se señala que la biodiversidad en América Latina se ha reducido en un 20 % durante los últimos 30 años, precisamente por seguir este modelo de “desarrollo” que está centrado en objetivos de corto plazo, sin tomar en cuenta, de manera verdaderamente efectiva e inteligente, sus consecuencias ambientales. Objetivos que, cabe también mencionar, se concentran en generar beneficios económicos a corto plazo, pero que no necesariamente son para la mayoría de la población, sino solamente para un sector muy pequeño de la misma: no en vano, los informes del Estado de la Nación, reportan que la desigualdad (entre los más ricos y los más pobres de nuestro país), sigue incrementándose, a pesar de ese supuesto “desarrollo” que con este tipo de proyectos se promueve.

Dentro de toda esta perspectiva es que se debe enmarcar el eventual inicio de construcción de la Terminal de APMT que además se hace dentro de un marco de un muy seriamente cuestionado otorgamiento de viabilidad ambiental por parte de la SETENA, cuyo proceso, como se ha señalado, transgrede principios fundamentales de la nuestra democracia como son los principios: precautorio, de objetivación, de no regresión, de reserva de ley, así como el de transparencia y de razonabilidad y de proporcionalidad. Algo que definitivamente tendrá que ser resuelto en las instancias judiciales correspondientes.

 

La Setena pone en riesgo la credibilidad en la institucionalidad ambiental del país

Aunque para algunos puede resultar un asunto repetitivo que pueda dar lugar a un cansancio recurrente, la actuación de la Setena y en particular,  por su Comisión Plenaria, referente al otorgamiento  de la viabilidad  ambiental al megaproyecto de la Terminal de Contenedores de Moín  (APMT) requiere ser revisado a profundidad: en efecto, pone en juego la credibilidad misma  de esa entidad y cuestiona seriamente su función  como autoridad de evaluación  de  impacto ambiental  (EIA) en nuestro país y de toda su institucionalidad ambiental. Setena para comprender mejor la situación se requiere comprender la forma en que la Ley Orgánica del Ambiente estructuró la Setena. Se trata de un sistema bastante simple, pues está conformada por una Unidad Técnica y Legal y por la Comisión Plenaria.

La Unidad Técnica Legal, es por así decirlo, la entidad que hace la “carpintería” del proceso de EIA, es decir, la que procede a  las revisiones detalladas de los estudios y documentos de evaluación de impacto ambiental. Tanto en su componente técnica, como legal. Entre otras cosas es la instancia que recibe las observaciones que hagan los ciudadanos  o instituciones que han sido consultadas, y los integra al proceso de revisión, así como la responsable de coordinar y ejecutar las audiencias públicas cuando estas se llevan a cabo.

La reglamentación establece que la Unidad Técnica Legal emite un Dictamen que eleva a la Comisión Plenaria para que esta tome la decisión final sobre el proceso de EIA de un proyecto, obra o actividad. Decisión que debe tomarse en estricto apego a criterios técnicos, lejos de cualquier influencia política o económica.

La Comisión Plenaria, es una instancia de decisión técnica, conformada por siete representantes de diferentes instituciones del Estado, incluyendo un representante de las universidades estatales.  Es la entidad que toma la decisión sobre la Viabilidad Ambiental, según un criterio técnico y sobre la base del Dictamen emitido por su Unidad Técnica y legal.

Caso Apmt: después de casi dos años de proceso de revisión de los cerca de 30 mil folios del expediente  de EIA de la Apmt y de la inclusión de observaciones de diferentes instituciones y ciudadanos interesados, la Unidad Técnica de la Setena, entregó el pasado 3 de diciembre su Dictamen a la Comisión Plenaria.

En dicho Dictamen la Unidad Técnica comunicaba a la Comisión Plenaria sobre una larga lista de inconsistencias y faltantes que contenía la información de evaluación de impacto ambiental, algunas de ellas fundamentales para el otorgamiento de una viabilidad ambiental. Aunque el dictamen no llevaba consigo una recomendación expresa, le solicitaba la Comisión Plenaria resolver conforme a lo que correspondía, lo cual, por el contenido del informe que señalaba que muchas de las observaciones de la SETENA no habían sido respondidas y que había importantes inconsistencias de información, llevaba a la consecuencia lógica de que se rechazara la EIA y no se otorgara la viabilidad ambiental.

La Comisión Plenaria, de forma irregular en la medida de que en los 19 años de existencia de la Setena, fue la primera vez que lo hizo, y alejándose de las funciones que la da la Ley Orgánica del Ambiente, tomó las siguientes acciones: 1) no acogió el informe de la Unidad Técnica, 2) se conformó así misma como una instancia técnica y procedió a revisar en tan solo 14 días la totalidad del expediente, para contra argumentar lo señalado por la Unidad Técnica, 3) emitió un informe técnico en el que minimiza e invalida los argumentos de la Unidad Técnica y 4) se vuelve a instaurar como ente de decisión, y sobre la base de su propio informe procede a otorgar la viabilidad ambiental del megaproyecto el 17 de diciembre del 2014, notificando a las partes ese mismo día la Resolución (y recordándonos fechas similares de aprobación de EIA por la Setena que terminaron luego en los tribunales siendo declaradas ilegales).

Sin entrar en el detalle técnico de las implicaciones ambientales que tiene el actuar de la Comisión Plenaria de la Setena, lo cual es objeto de un artículo separado, lo grave de este accionar es que burla por completo el objetivo de la EIA y los principios de transparencia, objetividad y neutralidad que debe respetar, aparte de que se incumple con el marco establecido por la misma Ley Orgánica del Ambiente.

Con su actuar, la Comisión Plenaria, invalida el trabajo técnico del equipo multidisciplinario responsable de la revisión detallada de este enorme expediente, se constituye en “juez” al ponerse a calificar si esta instancia tenía razón o no en sus argumentos, pero además, asume un rol adicional de “parte”, en la media de que se constituye en “entidad técnica” con lo cual revisa en un tiempo record el expediente y emite un informe técnico a favor del desarrollador y finalmente se vuelve a constituir en instancia técnica de decisión, con lo cual otorga la viabilidad ambiental. Algo absolutamente irregular y que pone en entredicho la credibilidad de toda la Setena y su validez como autoridad ambiental del país.

Consecuencias: empero los efectos de esa “decisión” tomada por la Comisión Plenaria no solo afectan a la Setena, sino también a toda la institucionalidad ambiental del país. Esta irregular actuación no debe quedar impune, bajo el pretexto ya esbozado por la misma Comisión Plenaria, de velar por los “intereses del país” – (desplazar el criterio técnico por otro ha demostrado que protege intereses, más no necesariamente los del país). Se está creando un nefasto y gravísimo antecedente, cuya principal consecuencia es que el Costa Rica, un país que se presenta a nivel internacional como una país de vanguardia en la protección ambiental, ha sacrificado sus propios principios de protección ambiental, por favorecer un megaproyecto de desarrollo de una empresa privada, a pesar de las grandes y graves consecuencias ambientales negativas que tendría para los ecosistemas de sus ya bastante afectadas costas caribeñas.

La credibilidad del proceso de EIA quedaría en total entredicho, y no solamente la de la Setena, sino también la del Minae y de todo el Poder Ejecutivo. Se hubiera esperado algo distinto de un Gobierno cuyo compromiso ante la ciudadanía es el de actuar con total transparencia y respetando los principios de legalidad.

Así, este caso, se convierte en la principal prueba de fuego de la actual administración, en la medida en que si termina respaldando lo actuado por la Comisión Plenaria, estaría enviando un mensaje a la ciudadanía que terminaría de socavar la base misma de la confianza de buena parte del electorado.

Allan Astorga Gättgens, Geólogo Ambiental, Ex  Secretario General de la Setena

Impactos ambientales transfronterizos del Gran Canal de Nicaragua

Al elaborar un análisis de los efectos ambientales de la construcción y operación del Gran Canal de Nicaragua en el territorio costarricense, con particular énfasis en las aguas superficiales y subterráneas, hemos llegado a la conclusión de que existe una clara posibilidad de que ocurran importantes impactos ambientales transfronterizos que alcanzarían territorio costarricense, localizados en la parte baja de la Cuenca del Río San Juan y que son áreas de muy alta fragilidad ambiental.A diferencia del Canal de Panamá, en el caso del Canal de Nicaragua, Costa Rica sí sería afectado por efectos ambientales de éste, dado que cerca del 70% de este proyecto se localiza dentro de la Cuenca Transfronteriza del Río San Juan, una cuenca que en un 31% forma parte de Costa Rica, particularmente su parte baja que será la receptora de los efectos ambientales negativos de la construcción y operación del canal y sus proyectos asociados. Gran Canal de Nicaragua: a partir de la presentación oficial realizada hace unos meses por la empresa china concesionaria del megaproyecto, sobre la alternativa seleccionada de ruta del Canal, las características del mismo y sus obras relacionadas, es posible tener una idea básica de esta monumental obra. El Canal tendrá una longitud de 278 Km, con un tramo de 105 Km en el Lago de Nicaragua. Contempla dos megapuertos, en el Pacífico y el Caribe. El puerto Brito, en el Pacífico, sería el primero. Como parte del mismo se incluye una Zona de Libre Comercio con un área de 34.5 km2, así como un Complejo Turístico, que cubrirá una superficie de 6.94 km2. Se incluye también la construcción de un aeropuerto internacional en Rivas y la recuperación de la red vial que será cortada por el canal, así como la conexión con los subproyectos (plantas de electricidad, de acero y de cemento, entre otras). Según se ha anunciado, el canal tendrá un ancho de 230 a 520 metros y una profundidad es de 27.6 – 30 metros. Está planeado para el paso de portacontenedores de 25.000 TEU, barcos graneleros de 400 mil toneladas y petroleros de 320 mil toneladas. La capacidad del canal es de 5.100 barcos anuales, con 30 horas de tránsito por cada barco. El canal aprovechará principalmente el agua captada de la cuenca del Río Punta Gorda, la oferta de la cual, según el informe de diseño, “es suficiente para la operación del canal”. La construcción del Canal desarrollará 41 escombreras, con una superficie total de 158 km2. La carreteras asociadas al proyecto tienen una longitud total de 595.66 km. El proyecto contempla además una serie de complejos turísticos asociados al trazo del canal. El proyecto señala que tendrá una capacidad de población residencial de 140 mil y una capacidad de población empleada de 113 mil. Zona de influencia del Canal: cerca del 70% del recorrido del Canal se localizará dentro de la parte media de la cuenca transfronteriza del Río San Juan. Esta cuenca es la cuenca transfronteriza más grande de Centroamérica y es compartida por Nicaragua y Costa Rica. La obra del Canal pretende utilizar el Lago de Nicaragua, por lo que el mismo deberá ser adaptado para que alcance una profundidad apropiada para el paso de buques de gran calado, incluyendo grandes barcos petroleros (su profundidad promedio actual es de 13 metros, y el Canal requiere una de hasta 30 metros). ¡Se estima que se extraerán cerca de 500 millones de m3 de materia! Aparte de los impactos que se producirán durante la construcción y que podrían afectar directamente las aguas superficiales y subterráneas, durante la operación del canal y las obras asociadas, se darán muchas fuentes de impacto a los recursos hídricos. Impactos que afectarían las aguas del Lago de Nicaragua y del Río San Juan, y con él, las del Río Colorado, que funciona como una importante arteria fluvial que irriga cerca de 3000 km2 de humedales parálicos del noreste de Costa Rica. Humedales que en su gran mayoría se encuentran en régimen de protección, algunos de ellos, como humedales Ramsar, y que son de muy alta fragilidad ambiental, debido a su riqueza en biodiversidad y los servicios ecosistémicos que brindan. Estos ecosistemas, además, han logrado proteger la costa de Costa Rica de la erosión marina, por lo que cualquier afectación produciría efectos en nuestro litoral y su paulatina reducción. Además, uno de los mayores riesgos que implica el Canal para estos ecosistemas localizados aguas abajo del mismo, y dentro de la misma cuenca hidrográfica, es un eventual accidente en un buque tanque petrolero, y el derrame de hidrocarburos en el lago, lo cual generaría daños ambientales irreversibles en los ecosistemas acuáticos de la cuenca, incluyendo los localizados en territorio costarricense. Aspecto que debe ser analizado de manera muy cuidadosa. En cuanto al acuífero transfronterizo existente, que los estudios del proyecto minero de Crucitas pusieron en evidencia, es muy probable que guarde relación con las aguas del Lago, por lo que afectar el equilibrio de este último significaría afectar este acuífero transfronterizo y posiblemente los acuíferos ubicados del lado costarricense que tienen alguna relación con él. Papel de Costa Rica: es claro que la totalidad de la obra del Canal de Nicaragua, se localiza en territorio de ese país y que esa nación tiene el derecho de promover un proyecto de esa naturaleza, en particular si se plantea como una fuente de desarrollo económico y social. No obstante, dada la envergadura de este macroproyecto y su localización en un 70% de su recorrido en la Cuenca binacional del Río San Juan, sería estratégicamente deseable que Costa Rica tome un papel aún más activo en todo lo referente a la evaluación de impacto ambiental del canal. Al respecto, hay que recordar que ambos países reconocen en su legislación ambiental interna la figura del estudio de impacto transfronterizo. Hay una serie de preguntas clave que surgen en este momento y que requieren ser respondidas por las autoridades nicaragüenses: ¿se está haciendo una evaluación ambiental estratégica paralela al Estudio de Impacto Ambiental (EsIA)?, ¿se están analizando, además de los impactos en suelo nicaragüense, los impactos transfronterizos?,  ¿cuáles son los términos de referencia que se han seguido o se seguirán para realizar el EsIA?, ¿cuál es el área de influencia (directa e indirecta) que se ha definido para el Estudio de Impacto Ambiental y con qué criterio fue establecida?,  ¿cuál es el equipo consultor que está realizando el EsIA y cuál es la información de Línea Base que se usa como referencia (en particular, la de Costa Rica)? y ¿cuál será el procedimiento de revisión que se dará al EsIA? La evaluación de impacto ambiental (EIA) es un instrumento de gestión ambiental cuyo principal objetivo es incidir en el diseño y planeamiento de un proyecto, a fin de que, como parte del mismo, se integren todas las medidas ambientales fundamentales, incluyendo un efectivo análisis de riesgo ambiental y una correcta valoración de costo beneficio ambiental.  La lógica exige que precisamente cuando se está elaborando la EIA es cuando se debe dar la mayor discusión sobre la incorporación de medidas de diferente naturaleza. Esperar que el EsIA esté listo para opinar sobre el mismo, en algunos casos puede ser demasiado tarde, en particular, si ya se han tomado las decisiones clave sobre el diseño y planeación de obras, y sobre sus costos y financiamiento. En consideración de esto, lo idóneo sería que Nicaragua le brinde a Costa Rica la oportunidad de participar en el proceso de evaluación ambiental, con el objeto de formar parte proactiva de la aportación de datos, la evaluación ambiental y el establecimiento de correctas medidas preventivas, correctivas y compensatorias. De hecho ambos Estados tienen a mano la herramienta técnica que desde hace muchos años se ha ido implementando en Europa a través de la Convención de Espoo sobre el EIA transfronterizo. Esta sería una mejor alternativa a seguir en largos y costosos procesos judiciales ante la Corte Internacional de Justicia, pero sobre todo demostraría que Nicaragua se toma en serio sus compromisos ambientales y de buena vecindad.