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La amalgama que debe unir a Centroamérica y República Dominicana (región del SICA)

Con motivo de la celebración del Bicentenario de la Independencia de Centroamérica, en medio de estos aciagos tiempos de Pandemia mundial por Sars Cov 2 y la crisis económica derivada de esta y, sumado a ello, la Crisis Climática planetaria, se hace indispensable retomar el tema y reiterar las nuevas estrategias para el desarrollo sustentable de la región del SICA (Centroamérica y República Dominicana).

Grave coyuntura: el reciente informe del Estado de la Región, así como la cruda realidad de las calles de las ciudades centroamericanas lo confirman, hay pobreza incrementada y hasta hambre en nuestra región.  Los miles de migrantes que se desplazan hacia el norte lo reiteran claramente.  

Como hemos señalado ya, nuestra región tiene una muy alta vulnerabilidad social y, además, una muy alta susceptibilidad a las amenazas naturales originadas por diversos tipos de geo riesgos (terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos, entre otros) y a los efectos de la Crisis Climática que se ponen de manifiesto día a día con sequías, incendios forestales, inundaciones, deslaves y deslizamientos.

Los desastres ocurren de forma cíclica y cada vez con mayor frecuencia.  Su efecto acumulativo hace que tengan una gran incidencia en la ralentización del desarrollo de los países, que se traduce en mayor pobreza, desempleo y migración, entre otros muchos efectos. Los puentes, los caminos, las edificaciones que con tanto esfuerzo se han hecho, se pierden en pocas horas durante un evento de desastre.

Se trata de una espiral descendente que se ha acelerado como producto de los cada vez más frecuentes desastres. Se incrementa así la pobreza agradaba por los efectos de la Pandemia.

Por otro lado, las diferencias entre las diferentes autoridades gubernamentales de la región, desafortunadamente, no están funcionando como catalizador de la unión regional y el desarrollo de esfuerzos mancomunados para salir adelante de la crisis que nos afecta.

Todo lo contrario, esas diferencias parecen crecer cada vez más, al punto de que ya hay voces que hablan sobre la inefectividad del sistema de integración. Algo que, hoy menos que nunca debería ser cuestionado. Hoy, por sobre todas las cosas, se requiere de una Centroamérica unida por encima de cualquier diferencia de visión política.

Potencial: es comprensible que, en medio de la más profunda crisis sanitaria, económica, educativa y social que ha tenido la región durante los últimos 40 años (al menos), se levanten voces que plantean el “sálvese quien pueda”, como una alternativa al impulso del desarrollo regional de Centroamérica y República Dominicana. Más, sin embargo, esa alternativa, lejos de representar una solución, acrecentaría los ya graves problemas que nos afectan.

Como hemos señalado previamente sobre este tema (www.allan-astorga.com), si hay posibilidad real y concreta de sacar a la región adelante. A pesar de las diferencias que puedan existir entre nuestros países y que, algunos tratan de subrayar como argumento segregacionista, son mucho más los elementos que tenemos en común. Comenzando por el hecho de que (salvo para Panamá y Belice) compartimos un mismo “nacimiento” como países independientes hace 200 años.

Tenemos una historia común y también muchos problemas sociales y económicos comunes. Nuestras raíces son muy equivalentes y nuestro potencial de desarrollo, para salir adelante, también es muy similar. La región del SICA, como un todo, tiene una población cercana a los 60 millones de habitantes. Su territorio continental es de 520 mil kilómetros cuadrados y su territorio marino es de cerca de un millón de Km2.

Se trata de un territorio que es una vez y media más grande que Japón y el doble de Nueva Zelanda, dos regiones comparables geológicamente con Centroamérica. No obstante, como hemos indicado antes, nuestra región presenta una enorme riqueza natural todavía no del todo debidamente explorada. Y no se trata de yacimientos de hidrocarburos o de metales preciosos como el oro y la plata, o el cobre.

Se trata de riquezas cuyo eficiente y sustentable aprovechamiento son la clave para cambiar la realidad de la región del SICA e impulsar su desarrollo sustentable de corto, mediano y largo plazo para transformarla en la primera región desarrollada de América Latina.

Centroamérica, además de ubicarse en una posición geográfica estratégica para el comercio mundial, cuenta con abundantes recursos de aguas subterráneas alojadas en acuíferos profundos. Suelos hoy ociosos o subutilizados de muy alta fertilidad. Un importantísimo potencial geotérmico de muy baja a muy alta entalpía. En sus bosques se alberga cerca del 10 % de la biodiversidad del planeta. Tiene una enorme geodiversidad y una relevante historia arqueológica y cultural. Además, tiene un extenso mar patrimonial donde que tiene grandes recursos pesqueros siempre que se los gestione sustentablemente.

La clave fundamental del proceso no se encuentra en lograr que los diferentes gobiernos centrales de la región logren, algún día, ponerse de acuerdo sobre los lineamientos de desarrollo que impulsen a Centroamérica y República Dominicana. Tenemos ya 200 años de tratar de hacer eso, con muy limitado éxito. Es claro que se requiere un camino complementario y alterno.

Amalgama necesaria: el camino concreto y real se encuentra en impulsar, de forma simultánea, el desarrollo sustentable de los casi 1.500 municipios y gobiernos locales que conforman la región del SICA. Ese si es la verdadera amalgama que uniría a la región hacia el desarrollo.

Respecto a los objetivos hacia donde impulsar a todos esos municipios, independientemente de donde se localicen y cual sea su historia, ya existen: se trata de los objetivos del desarrollo sostenible de la ONU 2030.

Lo que se debe aportar a esos municipios y gobiernos locales para dirigirlos hacia el cumplimiento de esos objetivos, es información ambiental inteligente que les permita cambiar el rumbo o, en su defecto, acelerar el proceso de progreso sustentable de sus territorios y sus comunidades.

La solución a los problemas de los municipios de la región, no se supera con ayudas humanitarias, alimentos y otros enseres que se aportan durante las situaciones de crisis. Aunque útiles para el momento, esas ayudas son solo paliativos que no solucionan los problemas de raíz. Ocupamos otras cosas.

Es indispensable que los municipios dispongan de una detallada información ambiental inteligente de sus territorios, sobre su zonificación ambiental, sobre su potencial geológico, sobre su susceptibilidad a las amenazas naturales, sobre su potencial biológico, agrológico y de recursos en general.

Es indispensable realizar gestión preventiva del riesgo para aumentar la resiliencia y, sobre todo, es vital hacer ordenamiento y planificación territorial sustentable. Solo así, será posible convertir a la región en una fuente de inversión de proyectos y megaproyectos de desarrollo económico en muy diversas actividades: industria, turismo, comercio, agroecología regenerativa, pesca agroalimentaria sustentable, geotermia y producción de alta tecnología.

Visión: nuestros estudios ambientales en la región del SICA nos muestran con total claridad que, si es posible impulsar el progreso humano sustentable, mientras se protege la naturaleza, la biodiversidad y los ecosistemas más sensibles de la Ecosfera Terrestre.

Centroamérica y República Dominicana se conforman como una zona tropical donde esto se puede demostrar en la práctica, con hechos concretos de forma tal que sirva de ejemplo al mundo y, en particular, a América Latina y el Caribe, de que si hay una verdadera alternativa para el desarrollo sustentable de nuestra región y toda su gente.

La verdadera solución a los cada vez más crecientes problemas de inmigración desde Centroamérica hacia Norteamérica, solo se podrá realizar, resolviendo los problemas más profundos que tiene nuestra región en temas clave como: empleo, salud, educación y vivienda. Y para solucionar esos problemas, se requiere de progreso, desarrollo e inversión y para ello, es indispensable que los gobiernos locales y los municipios dispongan de la información detallada para ordenar y planificar el desarrollo sustentable en sus territorios.

Los medios tecnológicos disponibles permitirían lograr ese objetivo de generar información ambiental inteligente para todos los municipios, casi de forma simultánea, en un periodo de tiempo breve de máximos dos años. Solo se requiere empezar lo antes posible. Es nuestra principal y más importante tarea.

Opinión: Perspectivas de desastres en Centroamérica y urgencia de medidas efectivas

Para este año 2021 se anuncia un nuevo periodo de tormentas tropicales y huracanes menos intenso que el 2020, pero sobre la media conocida. Se anuncia que hasta 12 fenómenos tropicales podrán afectar la región centroamericana. Una región que quedó fuertemente afectada por un intenso periodo de lluvias del año 2020 y en particular por los huracanas Eta e Iota y el “efecto en cascada” de los desastres que terminan afectando todo el sistema socioeconómico y ambiental.

El Cambio Climático no se manifiesta solamente con lluvias, sino, también, con sequías e incendios forestales, particularmente en el Corredor Seco Centroamericano que se extiende desde Chiapas en México hasta Guanacaste en Costa Rica y en Azuero en Panamá. La ONU ha anunciado que existe peligro de hambruna en las zonas rurales del norte de Centroamérica para los próximos meses. Hambruna desatada por los grandes daños de los huracanes Eta e Iota y por la sequía que se ha pronosticado.

Los efectos del cambio climático no solo representan lluvias y sequías, sino también la catalización de algunos GeoRiesgos como las inundaciones y avalanchas, así como los deslizamientos que provocan grandes daños a cosechas, caminos, casas y todo tipo de infraestructura (vial y de líneas vitales: electricidad, agua, alcantarillado). Infraestructura cuya acelerada periodicidad de afectación supera en mucho la capacidad de reponerla, por lo que al final todo se traduce en un retroceso socioeconómico, con un aumento de la pobreza y, consecuentemente, un incremento de la inmigración hacia Norteamérica.

Centroamérica, desde hace varios años fue calificada como una de las regiones del mundo más vulnerable a los efectos del Cambio Climático. Esto a pesar de que su contribución con emisiones de gases de efecto invernadero no supera ni el 0,5 % del total emitido por las actividades humanas. Y, por si fuera poco, la región presenta una condición geológica muy activa como consecuencia de que su origen se vincula directamente a un fuerte choque de placas tectónicas.

Como buen libro de texto geológico abierto y natural, la región centroamericana presenta todo el espectro de GeoRiesgos que se conocen: terremotos, volcanismo, fallas geológicas activas, deslizamientos, inundaciones y avalanchas, hundimientos y subsidencia, tsunamis en zonas costeras, entre otros. Ante esto, es evidente que urge tomar medidas efectivas, de corto, mediano y largo plazo. Medidas encaminadas a aplicar una correcta y efectiva gestión preventiva del riesgo y direccionada a reestablecer e incrementar la Resiliencia humana y de la infraestructura.

Acciones efectivas: en el marco del Sistema de Integración de Centroamérica y República Dominica (SICA), se siguen haciendo grandes esfuerzos por mejorar la información sobre amenazas y desastres en la región. A este respecto el apoyo de la NASA, en el contexto de la Declaración Conjunta SICA – NASA firmado en abril de 2019 ha servido con un efectivo catalizador para avanzar.

No obstante, todavía hay una enorme tarea por hacer. Uno de los mayores problemas que enfrentamos en la región es la ausencia de información detallada (escala 1:25.000 o menor). Información ambiental como cartografiado geológico, geomorfológico, neotectónico, hidrogeológico y de amenazas naturales y antrópicas, entre otras. Como hemos indicado en varias ocasiones en el caso de los georiesgos, los efectos del cambio climático e incluso de las amenazas antrópicas, casi todas (el 90 % al menos, son localizables en mapas de escala detallada). Esta información es vital para los casi 1.500 municipios que tiene la región del SICA, a fin de poder realizar una efectiva gestión preventiva del riesgo y en desarrollar estrategias locales de aumento de la resiliencia.

Sin una correcta localización de la fuente de amenaza, no es posible realizar una efectiva gestión del riesgo, con el establecimiento de medidas tecnológicas de aumento de la resiliencia de la infraestructura y la educación de las personas en temas clave, como el desarrollo de un adecuado plan de emergencia local. Este aspecto es determinante para salvar vidas ante eventos de desastre.

Condiciones de riesgo de zonas urbanas: Centroamérica, durante muchos años, ha liderado las tasas mundiales de migración del campo a la ciudad. Esto ha provocado que gran parte de la población de la región se encuentre concentrada en siete grandes áreas metropolitanas: Guatemala, San Salvador, San Pedro Sula, Tegucigalpa, Managua, San José y Panamá.

Varias de esas áreas metropolitanas se presentan en zonas geológicamente activas y de muy alta susceptibilidad a terremotos y actividad volcánica o, en su defecto, a efectos de inundaciones y zonas vulnerables a deslizamientos e, incluso, tsunamis como el caso de Ciudad Panamá.

En el caso de terremotos urbanos, los estudios probabilísticos de amenaza sísmica señalan que podría darse un evento de este tipo, durante esta década, en Ciudad Guatemala, San Salvador, Managua y la Gran Área Metropolitana de Costa Rica. Algo que resultaría sumamente serio dado que en todas estas ciudades se presenta un porcentaje alto de la población (entre el 30 – 60 %) en condiciones de laderas inestables y, por tanto, altamente susceptibles a deslizamientos detonados por terremotos.

A modo de ejemplo, solo en el área metropolitana de Costa Rica, los estudios ambientales coordinados por el autor indican que existen más de mil zonas urbanizadas (con áreas mayores a 1 hectárea) localizadas en sitios de alto y muy alto riesgo. Esto implica más del 30 % de la población del Valle Central de Costa Rica.

Por su parte, los estudios coordinados por el autor para la zona norte de Centroamérica indican que los porcentajes de población en alto y muy alto riesgo son mucho mayores (Tegucigalpa: 50 %, San Pedro Sula: 55 %, San Salvador: 40 % y Guatemala: 60 %), existiendo un claro vínculo entre las zonas urbanizadas más pobres con las más hacinadas y mas vulnerables.

Estos resultados dejan ver que la estrategia de traslado de población no resulta útil, salvo casos de peligro inminente. No resulta lógico cuando la población en riesgo es tan alta. De allí la importancia de establecer el desarrollo de medidas tecnológicas de resiliencia, tanto para la infraestructura existente como la nueva; incluyendo un efectivo, barato y masivo sistema de seguro contra desastres.

Costos de los desastres: los desastres vinculados a los efectos del Cambio Climático tienen una frecuencia anual en Centroamérica, pero con el agravante de que la extensión de los daños y su costo se incrementa rápidamente cada año. Cada vez son más costosos y ya compiten con el porcentaje de crecimiento de la economía de los países. Algo que en la práctica estanca el desarrollo.

Pero hay otros desastres que pueden ser devastadores, como un gran terremoto o una fuerte actividad volcánica en una zona urbana. Las economías de los países de Centroamérica no están preparadas para un evento de esa naturaleza que, desafortunadamente, si puede suceder.

Por esa razón, urge acelerar el proceso de toma de acciones concretas de corto, mediano y largo plazo, entre las que se debe incluir el contar con una detallada información cartográfica de gestión preventiva del riesgo que permita cuantificar mejor la situación y establecer acciones de resiliencia. Esto no solo en un ámbito regional, sino también local, para las grandes áreas metropolitanas y también las ciudades intermedias y, gradualmente, para todos los municipios de la región.

La educación ambiental debe cumplir la filosofía de comprender y gestionar el riesgo. A ello se debe sumar el desarrollo de efectivos seguros contra desastres, seguros paramétricos y un fuerte reaseguro regional contra desastres para minimizar la gran vulnerabilidad que tiene nuestra región centroamericana. Todo esto es posible y por ello urge seguir avanzando en esa dirección. Solo así podremos tener una verdadera resiliencia humana y de infraestructura contra desastres.

Solo Centroamérica podrá salvar a Centroamérica

El año 2020, con los severos efectos de la Pandemia provocada por el SAR-COV 2 y la serie de huracanes y tormentas tropicales que afectaron, en pocos meses a Centroamérica, se ha convertido en el año más destructivo, no solo de la infraestructura de la región, sino también de la voluntad de lucha y de sobrevivencia de muchos centroamericanos, en particular, los más pobres de la región, que son lo más.

Con los efectos de la Pandemia, la pobreza en la región se ha incrementado notablemente a más de un 60 % en promedio, es decir que cerca de 30 millones de centroamericanos viven bajo el umbral de pobreza y de la economía informal que depende del casi desaparecido turismo y de lo que los otros centroamericanos, algo más acomodados, también golpeados (en un buen porcentaje) puedan colaborar.

Con una situación así, en el último trimestre del 2020, con los huracanes Eta e Iota, la situación se ha agravado mucho más. Grandes partes de norte de Centroamérica fueron inundadas de forma severa, se han perdido vidas, puentes, carreteras, campos de cultivo, ganado, casas. Enormes áreas han sido severamente afectadas. La gente en albergues no tiene a donde regresar, pues lo que tenía ha desaparecido.

Los impactos de la Pandemia y los efectos severos del Cambio Climático son como una perversa máquina del tiempo. Nos empobrecen como región y nos hacen retroceder 10, 15 y hasta 20 años hacia el pasado, como si todo el esfuerzo socioeconómico de progreso puesto de manifiesto con la construcción de caminos, puentes, instalación de líneas vitales de electricidad y comunicaciones, entre otros, nunca se hubiera dado. Las calles asfaltadas pasan, como por arte de magia a calles de lastre y barro. La comunicación entre los pueblos vuelve a ser larga y complicada. Hasta los sistemas de comunicación de diferente tipo se pierden, incluyendo la “internet”.

Nuestra región centroamericana, ante estos embates de la Naturaleza, lo que hace y espera, es ayuda internacional parar paliar parte de los mayores problemas que enfrenta. No obstante, esta vez, por primera vez en la historia de la región, la situación es diferente. El resto del mundo está atendiendo sus propios problemas generados por la Pandemia. La ayuda llegará a cuenta gotas y no será suficiente. Por eso, decimos que solo Centroamérica será capaz de salvar a Centroamérica.

Cambio de paradigma: la forma en que Centroamérica puede salvar a Centroamérica es realizando un profundo cambio de paradigma en las formas en que salimos de las crisis que cíclicamente tenemos que afrontar. Si observamos nuestro pasado reciente, en todos los países de la región, observamos el mismo patrón: después de un desastre, buscamos algunos recursos y tratamos de resolver las cosas poniendo pequeños parches, reconstruyendo lo dañado y tratando de seguir adelante, pidiendo, “por lo más divino” que la situación no se vuelva a repetir. Es como un volver a iniciar, empezando desde más atrás de cuando estábamos. En condiciones de mayor pobreza, de mayor vulnerabilidad social y ambiental y con mucho menor resiliencia. La peor forma de estar preparados ante un nuevo evento de desastre.

Esa forma de hacer las cosas, solo nos hunde aún más en el subdesarrollo, no solo económico, sino también de educación y cultura. Nuestros niños y jóvenes, nuestro mayor tesoro, nuestro futuro, quedan fuertemente limitados para poder seguir su camino de educación y así, un desastre como un huracán se convierte en una caja de pandora social y cultural para un país que se hunde lentamente en la pobreza social y en el que se abre una profunda brecha de diferencia social, entre los más ricos y los más pobres que genera escenarios dignos del realismo mágico latinoamericano.

Independientemente del tipo de gobierno que administre cada país de la región, de izquierda, de centro o de derecha, la sombra de un retorno al pasado de pobreza de cierne sobre nuestros países con el tamaño de un enorme huracán. Por eso, independientemente del sistema político imperante y por encima de ello, urge hacer un cambio de paradigma.

Ese cambio de paradigma parte de cambiar la forma en que atendemos los desastres. No puede ser que reconstruyamos sobre los lugares de desastre, sin que corrijamos las condiciones de construcción y desarrollemos obras resilientes, así como una población resiliente. Obviar esto es un grave error, en una región que es una de las zonas de planeta mas vulnerables a los efectos del Cambio Climático que no solo se manifiesta con huracanes y tormentas tropicales, sino también con severas sequías que afectan profundamente, y de forma cíclica al Corredor Seco Mesoamericano.

Y mayor error todavía, si además obviamos que también es una región del mundo muy vulnerable a los GeoRiesgos como los terremotos, las erupciones volcánicas, los deslizamientos, los tsunamis en las zonas costeras y otros eventos de desastre asociados a procesos geológicos.

En solo 500 años la región de Centroamérica ha sido afectada por casi 150 terremotos destructivos, muchos de los cuales se localizaron cerca de las grandes capitales de la región. En promedio, ocurre un terremoto destructivo cada 3 años en la región, siendo el último de estos el de Chinchona en Costa Rica en el año 2009. De manera que los GeoRiesgos no pueden dejarse de lado en el nuevo cambio de paradigma que requerimos hacer para saltar hacia el desarrollo, en vez de seguir sumergiéndonos en el subdesarrollo y el des progreso socioeconómico.

Centroamérica y Japón:
 aunque las comparaciones, por lo general, no son buenas, en este caso se hace necesario. Resulta que Japón, es una provincia geológica originada por el choque de placas tectónicas muy similar a Centroamérica. Incluso, Centroamérica es un 30 % más grande y es mucho más rica en recursos naturales que Japón. Ambas regionales son altamente vulnerables a los desastres. No obstante, Japón se encuentra entre los cinco países más ricos del mundo, mientras que Centroamérica, como región no alcanza ni el sexto lugar en América Latina. Nos preguntamos: ¿qué marca la diferencia?

A la tentadora respuesta, para algunos, de que se trata de su gente, les diremos que se equivocan. Centroamérica fue la cuna de una gran civilización (Maya) que se extendió por toda Mesoamérica y que prosperó por siglos mostrando impresionantes avances en la arquitectura, la astronomía, la agricultura, la organización social y su convivencia equilibrada con la naturaleza. Los herederos de esta civilización maya todavía se encuentran en Centroamérica.

La respuesta a la diferencia, es clara, y tiene ver con el hecho de que en Centroamérica No realizamos Planificación Estratégica para el desarrollo. Y no la hacemos, porque no conocemos el potencial que tenemos. Y no conocemos ese potencial, porque no tenemos la información científica de detalle que requerimos. Así de simple. Sin información a la escala destallada (1:25,000 o menos) que sirva de base para la Planificación Estratégica de nuestro desarrollo, jamás saldremos adelante. Jamás.

Y si no salimos adelante por esa vía, nuestros problemas se agravarán, aumentará la pobreza, la degradación del ambiente, los conflictos sociales y políticos, la brecha social y la inmigración hacia otros países en busca de respuestas que la región no pudo darle.

La solución está en nuestras manos, pero primero debemos comprenderla bien. Requerimos de hacer un esfuerzo extraordinario para impulsar un Programa de Intervención para el Desarrollo Sustentable para Centroamérica y República Dominicana como el que se ha planteado al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).

En los tiempos en que nos encontramos, bien entrados en el siglo XXI, con el apoyo tecnológico que tiene la región, realizar un Programa de Intervención para lograr el cambio de paradigma en la región, no es tan difícil como se imaginaría y podría generarse en un tiempo más bien corto (dos años como máximo).

A diferencia de otros programas regionales impulsados con antelación, el Programa de Intervención tiene como propósito primordial general información de detalle para la toma de decisiones estratégicas a nivel de gobierno local, sin que la misma no pueda ser también utilizada por otras entidades gubernamentales de lo países. No obstante, se tiene claro que la solución a los numerosos problemas que tiene Centroamérica no se puede dar solo con políticas centralizadas, requiere de la acción puntual y acumulativa a través de los más de mil trescientos gobiernos locales que tiene la región. Esos gobiernos locales requieren información detallada sobre su potencial para planificar su desarrollo sustentable y el progreso de su población.

No hay tiempo que perder y urge empezar a trabajar en el cambio de paradigma. Los años que vienen va a ser más duros que los pasados y solo tenemos una alternativa. No obstante, la crisis en la que estamos también es una gran oportunidad, para corregir errores y cambiar todo para que Centroamérica pueda progresar de forma sustentable y convertirse en un ejemplo para el mundo. Es posible y lo podemos alcanzar.

La meta es que para el 2030, Centroamérica se convierta en una de las regiones más productivas y prósperas del planeta. La clave es cambiar la actitud y la estrategia de desarrollo que tenemos. No es necesario estar esperando “caridad o ayuda” de los otros países: Centroamérica puede salvar a Centroamérica.