Progreso

Insumos útiles para nuestra decisión electoral

Un buen e importante número de compatriotas estamos preocupados por quién debería ser el líder de la nueva administración de gobierno 2022 – 2026. Para muchos de nosotros hay algo claro: no podemos darnos el lujo de votar por un “nuevo experimento” para ver qué pasa. Sería muy difícil que nuestro país pudiera soportar más letargo e indecisión en la toma de decisiones estratégicas con una verdadera visión de desarrollo sustentable y progreso humano.

Es claro que no soy politólogo o político, todo lo contrario, soy un ciudadano y científico muy preocupado por la grave crisis de la Ecosfera terrestre planetaria y que, como muchos, hace lo mejor que puede por defender y proteger la naturaleza y el ambiente, sin perder la perspectiva de que se debe realizar dentro de un marco equilibrado de sustentabilidad con el progreso humano.
Dentro de este contexto, y como parte de mis razonamientos en la búsqueda de cuál sería nuestra mejor alternativa a elegir como presidente, se me ha ocurrido recordar y contar mi experiencia como secretario general de la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (SETENA) de hace 25 años.

Asumí como secretario general de la SETENA, no por un favor o elección político-administrativa, simplemente fue por ser un técnico que, para ese entonces, tenía 4 años de experiencia en evaluación de impacto ambiental (EIA) y que había sido el presidente de la Comisión de EIA anterior a la SETENA. Tomé el cargo, en enero de 1997, siendo muy joven para la responsabilidad que implicaba y, además, prácticamente el mismo día que se publicaba el primer reglamento de EIA que se promulgaba en el marco de la ley orgánica del ambiente del año 1995.

Durante el año 1997 se dieron una serie de circunstancias importantes cuyo contexto, en el momento, no comprendí bien, pero que tendrían transcendencia para el futuro del país y su modelo de desarrollo.

Tramitomanía y planificación territorial: la primera de esas circunstancias tenía que ver con un tema del que hemos escrito previamente y que tiene con ver con la tramitomanía y el exceso de trámites. La salida del reglamento de EIA en enero del 1997 inició una discusión que aún no termina. Como hemos señalado, ya para ese momento, el inventario de requisitos a cumplir para el desarrollo de una empresa grande, era de aproximadamente 180. Algo que, hoy 25 años después, es de más de 300 y que lleva una cantidad de tiempo al menos tres veces mayor que lo que se necesitaba en el año 1997. Durante ese mismo periodo la cantidad de instituciones públicas prácticamente se duplicó, lo cual explica, el crecimiento de requisitos y el importante crecimiento en la cantidad de funcionarios públicos. Cuando asumí la SETENA la cantidad de funcionarios no llegaba a 15, hoy tiene cerca de 100. Esto, pese a que la cantidad de trámites de EIA por año no ha cambiado mucho.

Es claro que el exceso de trámites es sumamente grave y es un mal que carcome las entrañas del país, que auspicia el cáncer de la corrupción y que lo tiene totalmente frenado en todo lo que tiene que ver con el impulso al desarrollo e inversión de proyectos sustentables. Por eso, desde el mismo mes de enero de 1997 se empezó a discutir el tema de la “desregulación” o la mejora regulatoria para impulsar la inversión y el desarrollo. Desde la SETENA, durante ese mismo año, pude desarrollar la primera fase de lo que fue el Índice de Fragilidad Ambiental (IFA) y el ordenamiento del sistema de procedimientos cuyo manual se publicó en la Gaceta en noviembre de 1997. El cambio de gobierno en 1998 no nos dio tiempo de continuar con nuestro planteamiento de integrar el ordenamiento y la planificación territorial como base para agilizar todo el sistema de trámites. Algo que, hasta ahora, no ha sido posible retomarlo, pues la casi totalidad de las administraciones ulteriores o no lo comprendieron o no tuvieron el mínimo interés en trabajar en esa dirección.

Crucitas y la sanción a la actividad minera de exploración: tal vez para pocos es conocido que, en el año 1997, la SETENA procedió a sancionar la actividad de exploración minera metálica que realizaba la empresa minera canadiense en Crucitas. Esto, como consecuencia de que la unidad de control y seguimiento ambiental de dicha Secretaría Técnica había detectado una serie de incumplimientos a los compromisos ambientales adquiridos en el estudio de impacto ambiental de la fase exploratoria.

La ley orgánica del ambiente establece que la SETENA en una entidad de desconcentración máxima, es decir, que tiene autonomía técnica en la toma de decisiones. Y eso fue lo que se hizo con este caso de Crucitas. Puedo dar fe de que la decisión que se tomó fue propia de la SETENA, sin consultas ni solicitud de autorizaciones ante otras autoridades del Poder Ejecutivo. Todo lo contrario, una vez que se tomó la decisión, se contó con todo el apoyo de las autoridades del gobierno.

Algunos podrían decir que es lo normal, no obstante, visto en perspectiva y conociendo la ulterior historia de la SETENA, es un punto importante de señalar y de recalcar. Se debe recordar que ya, para ese entonces, se conocía que Crucitas estaba visualizado como el proyecto de explotación minera a cielo abierto más grande de Centroamérica. Lo especial en este caso era que la administración de gobierno mostró un gran respeto por la posición técnica y ambiental de la SETENA y nunca interfirió a favor de la actividad minera metálica. Algo que vale la pena anotar.

Intel y la propuesta de modelo de desarrollo para el país: de forma contemporánea y circunstancial, mientras la SETENA gestionaba una sanción a la minería metálica de Crucitas, también tramitaba la evaluación de impacto ambiental de Intel en Costa Rica. Cabe señalar que ese trámite ambiental de Intel no fue sencillo ni simple. Se presentaron muchas oposiciones y dudas, en particular en el cantón de Belén, donde finalmente se instaló la planta.

Debido al desconocimiento técnico de lo que se iba a hacer, se interpretaba que se trataba de una industria peligrosa y contaminante que iba a dañar las nacientes de agua cercanas. Se decía que en la producción de los componentes electrónicos se manejaban muchas sustancias peligrosas y que se iban a producir emisiones, vertidos y residuos muy tóxicos. Fue un proceso de EIA con participación social que desembocó en la creación de una Comisión Mixta de control y seguimiento de la actividad industrial de Intel en Costa Rica. La primera que funcionó con total éxito y que permitió a la comunidad reconocer qué era lo que hacía Intel.

En este punto, también vale la pena anotar que siempre hubo un gran respeto de parte de las autoridades del poder ejecutivo respecto a la autonomía técnica de la SETENA. Nunca se dio presión de ningún tipo y siempre se respetaron los procedimientos que se establecieron.

El proceso no fue fácil, pero al final, la SETENA otorgó la Viabilidad Ambiental al proyecto de Intel en Costa Rica. Algo que simbolizó un hito para el país, no solo por el proyecto que implicaba una inversión aproximada de $ 500 millones y la apertura de poco más de dos mil empleos directos, sino porque significaba introducir al país en el camino de la industria de la alta tecnología. Algo que, con los años, significó un muy importante avance y crecimiento para Costa Rica.

Estos dos temas, el de Crucitas e Intel, tienen un significado histórico especial, pues sin saberlo, marcaban un derrotero muy significativo para nuestro país. Formamos parte de esa historia sin tener claro ese significado. E insisto en anotar algo que para mi fue muy importante, el hecho de que la administración de gobierno de ese entonces siempre respetó la posición técnica de la SETENA y, además, tuvo una gran visión al impulsar el camino del país hacia la alta tecnología y no hacia la actividad minera metálica. De alguna forma, desde 1997 el país tomó un rumbo hacia el desarrollo sustentable y fijó un derrotero que todavía perdura y que, ahora más que nunca, urge retomar.

Visión ambiental actual: otro elemento que resulta de gran relevancia para el autor es el hecho de que quien llegue a Casa Presidencial este año, tiene que cumplir un requisito indispensable en materia ambiental: tener clara, muy clara, la situación ambiental global y no solo la de Costa Rica. Hemos escrito mucho al respecto (ver:www.allan-astorga.com) en especial sobre la crisis de la Ecosfera Terrestre y sobre la grave coyuntura en que nos encontramos a escala planetaria.

Es vital que el nuevo presidente de Costa Rica, de un país líder en el mundo en materia de protección del ambiente y de la búsqueda de la sustentabilidad, no solo conozca de la situación, sino que juegue un papel mucho más importante en la propuesta de soluciones concretas a la crisis ambiental global. Soluciones que, por añadidura, acarrearán al país grandes beneficios, no solo en materia de turismo sino, también, en otros ámbitos económicos y de progreso humano. Nuestro país tiene mucho que aportar en este tema, empero se hace necesario contar con un líder de verdadera visión global y no un administrador que solo quiera apagar incendios.

Decisión estratégica: en los próximos días los costarricenses debemos tomar una decisión muy importante. Debemos escoger entre un abultado número de candidatos al nuevo presidente del país en medio de, posiblemente, la peor coyuntura ambiental y socioeconómica que ha pasado, no solo el país, sino el mundo entero.

Como hemos dicho, no podemos ni debemos experimentar. Requerimos de un líder con experiencia, conocimiento, visión y con la humildad suficiente para reconocer sus limitaciones y apoyarse en un equipo sólido que permita que podamos salir del enorme atolladero en que nos encontramos y que podamos progresar hacia un desarrollo verdaderamente sustentable.

Cada uno de nosotros debe meditar muy bien su voto. En mi caso, he decidido aportar el presente insumo como un elemento a tomar en cuenta y considerarlo como parte de ese proceso reflexivo. Nuestro país merece un futuro de real progreso humano y ambiental

Solo Centroamérica podrá salvar a Centroamérica

El año 2020, con los severos efectos de la Pandemia provocada por el SAR-COV 2 y la serie de huracanes y tormentas tropicales que afectaron, en pocos meses a Centroamérica, se ha convertido en el año más destructivo, no solo de la infraestructura de la región, sino también de la voluntad de lucha y de sobrevivencia de muchos centroamericanos, en particular, los más pobres de la región, que son lo más.

Con los efectos de la Pandemia, la pobreza en la región se ha incrementado notablemente a más de un 60 % en promedio, es decir que cerca de 30 millones de centroamericanos viven bajo el umbral de pobreza y de la economía informal que depende del casi desaparecido turismo y de lo que los otros centroamericanos, algo más acomodados, también golpeados (en un buen porcentaje) puedan colaborar.

Con una situación así, en el último trimestre del 2020, con los huracanes Eta e Iota, la situación se ha agravado mucho más. Grandes partes de norte de Centroamérica fueron inundadas de forma severa, se han perdido vidas, puentes, carreteras, campos de cultivo, ganado, casas. Enormes áreas han sido severamente afectadas. La gente en albergues no tiene a donde regresar, pues lo que tenía ha desaparecido.

Los impactos de la Pandemia y los efectos severos del Cambio Climático son como una perversa máquina del tiempo. Nos empobrecen como región y nos hacen retroceder 10, 15 y hasta 20 años hacia el pasado, como si todo el esfuerzo socioeconómico de progreso puesto de manifiesto con la construcción de caminos, puentes, instalación de líneas vitales de electricidad y comunicaciones, entre otros, nunca se hubiera dado. Las calles asfaltadas pasan, como por arte de magia a calles de lastre y barro. La comunicación entre los pueblos vuelve a ser larga y complicada. Hasta los sistemas de comunicación de diferente tipo se pierden, incluyendo la “internet”.

Nuestra región centroamericana, ante estos embates de la Naturaleza, lo que hace y espera, es ayuda internacional parar paliar parte de los mayores problemas que enfrenta. No obstante, esta vez, por primera vez en la historia de la región, la situación es diferente. El resto del mundo está atendiendo sus propios problemas generados por la Pandemia. La ayuda llegará a cuenta gotas y no será suficiente. Por eso, decimos que solo Centroamérica será capaz de salvar a Centroamérica.

Cambio de paradigma: la forma en que Centroamérica puede salvar a Centroamérica es realizando un profundo cambio de paradigma en las formas en que salimos de las crisis que cíclicamente tenemos que afrontar. Si observamos nuestro pasado reciente, en todos los países de la región, observamos el mismo patrón: después de un desastre, buscamos algunos recursos y tratamos de resolver las cosas poniendo pequeños parches, reconstruyendo lo dañado y tratando de seguir adelante, pidiendo, “por lo más divino” que la situación no se vuelva a repetir. Es como un volver a iniciar, empezando desde más atrás de cuando estábamos. En condiciones de mayor pobreza, de mayor vulnerabilidad social y ambiental y con mucho menor resiliencia. La peor forma de estar preparados ante un nuevo evento de desastre.

Esa forma de hacer las cosas, solo nos hunde aún más en el subdesarrollo, no solo económico, sino también de educación y cultura. Nuestros niños y jóvenes, nuestro mayor tesoro, nuestro futuro, quedan fuertemente limitados para poder seguir su camino de educación y así, un desastre como un huracán se convierte en una caja de pandora social y cultural para un país que se hunde lentamente en la pobreza social y en el que se abre una profunda brecha de diferencia social, entre los más ricos y los más pobres que genera escenarios dignos del realismo mágico latinoamericano.

Independientemente del tipo de gobierno que administre cada país de la región, de izquierda, de centro o de derecha, la sombra de un retorno al pasado de pobreza de cierne sobre nuestros países con el tamaño de un enorme huracán. Por eso, independientemente del sistema político imperante y por encima de ello, urge hacer un cambio de paradigma.

Ese cambio de paradigma parte de cambiar la forma en que atendemos los desastres. No puede ser que reconstruyamos sobre los lugares de desastre, sin que corrijamos las condiciones de construcción y desarrollemos obras resilientes, así como una población resiliente. Obviar esto es un grave error, en una región que es una de las zonas de planeta mas vulnerables a los efectos del Cambio Climático que no solo se manifiesta con huracanes y tormentas tropicales, sino también con severas sequías que afectan profundamente, y de forma cíclica al Corredor Seco Mesoamericano.

Y mayor error todavía, si además obviamos que también es una región del mundo muy vulnerable a los GeoRiesgos como los terremotos, las erupciones volcánicas, los deslizamientos, los tsunamis en las zonas costeras y otros eventos de desastre asociados a procesos geológicos.

En solo 500 años la región de Centroamérica ha sido afectada por casi 150 terremotos destructivos, muchos de los cuales se localizaron cerca de las grandes capitales de la región. En promedio, ocurre un terremoto destructivo cada 3 años en la región, siendo el último de estos el de Chinchona en Costa Rica en el año 2009. De manera que los GeoRiesgos no pueden dejarse de lado en el nuevo cambio de paradigma que requerimos hacer para saltar hacia el desarrollo, en vez de seguir sumergiéndonos en el subdesarrollo y el des progreso socioeconómico.

Centroamérica y Japón:
 aunque las comparaciones, por lo general, no son buenas, en este caso se hace necesario. Resulta que Japón, es una provincia geológica originada por el choque de placas tectónicas muy similar a Centroamérica. Incluso, Centroamérica es un 30 % más grande y es mucho más rica en recursos naturales que Japón. Ambas regionales son altamente vulnerables a los desastres. No obstante, Japón se encuentra entre los cinco países más ricos del mundo, mientras que Centroamérica, como región no alcanza ni el sexto lugar en América Latina. Nos preguntamos: ¿qué marca la diferencia?

A la tentadora respuesta, para algunos, de que se trata de su gente, les diremos que se equivocan. Centroamérica fue la cuna de una gran civilización (Maya) que se extendió por toda Mesoamérica y que prosperó por siglos mostrando impresionantes avances en la arquitectura, la astronomía, la agricultura, la organización social y su convivencia equilibrada con la naturaleza. Los herederos de esta civilización maya todavía se encuentran en Centroamérica.

La respuesta a la diferencia, es clara, y tiene ver con el hecho de que en Centroamérica No realizamos Planificación Estratégica para el desarrollo. Y no la hacemos, porque no conocemos el potencial que tenemos. Y no conocemos ese potencial, porque no tenemos la información científica de detalle que requerimos. Así de simple. Sin información a la escala destallada (1:25,000 o menos) que sirva de base para la Planificación Estratégica de nuestro desarrollo, jamás saldremos adelante. Jamás.

Y si no salimos adelante por esa vía, nuestros problemas se agravarán, aumentará la pobreza, la degradación del ambiente, los conflictos sociales y políticos, la brecha social y la inmigración hacia otros países en busca de respuestas que la región no pudo darle.

La solución está en nuestras manos, pero primero debemos comprenderla bien. Requerimos de hacer un esfuerzo extraordinario para impulsar un Programa de Intervención para el Desarrollo Sustentable para Centroamérica y República Dominicana como el que se ha planteado al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).

En los tiempos en que nos encontramos, bien entrados en el siglo XXI, con el apoyo tecnológico que tiene la región, realizar un Programa de Intervención para lograr el cambio de paradigma en la región, no es tan difícil como se imaginaría y podría generarse en un tiempo más bien corto (dos años como máximo).

A diferencia de otros programas regionales impulsados con antelación, el Programa de Intervención tiene como propósito primordial general información de detalle para la toma de decisiones estratégicas a nivel de gobierno local, sin que la misma no pueda ser también utilizada por otras entidades gubernamentales de lo países. No obstante, se tiene claro que la solución a los numerosos problemas que tiene Centroamérica no se puede dar solo con políticas centralizadas, requiere de la acción puntual y acumulativa a través de los más de mil trescientos gobiernos locales que tiene la región. Esos gobiernos locales requieren información detallada sobre su potencial para planificar su desarrollo sustentable y el progreso de su población.

No hay tiempo que perder y urge empezar a trabajar en el cambio de paradigma. Los años que vienen va a ser más duros que los pasados y solo tenemos una alternativa. No obstante, la crisis en la que estamos también es una gran oportunidad, para corregir errores y cambiar todo para que Centroamérica pueda progresar de forma sustentable y convertirse en un ejemplo para el mundo. Es posible y lo podemos alcanzar.

La meta es que para el 2030, Centroamérica se convierta en una de las regiones más productivas y prósperas del planeta. La clave es cambiar la actitud y la estrategia de desarrollo que tenemos. No es necesario estar esperando “caridad o ayuda” de los otros países: Centroamérica puede salvar a Centroamérica.