Para este año 2021 se anuncia un nuevo periodo de tormentas tropicales y huracanes menos intenso que el 2020, pero sobre la media conocida. Se anuncia que hasta 12 fenómenos tropicales podrán afectar la región centroamericana. Una región que quedó fuertemente afectada por un intenso periodo de lluvias del año 2020 y en particular por los huracanas Eta e Iota y el “efecto en cascada” de los desastres que terminan afectando todo el sistema socioeconómico y ambiental.
El Cambio Climático no se manifiesta solamente con lluvias, sino, también, con sequías e incendios forestales, particularmente en el Corredor Seco Centroamericano que se extiende desde Chiapas en México hasta Guanacaste en Costa Rica y en Azuero en Panamá. La ONU ha anunciado que existe peligro de hambruna en las zonas rurales del norte de Centroamérica para los próximos meses. Hambruna desatada por los grandes daños de los huracanes Eta e Iota y por la sequía que se ha pronosticado.
Los efectos del cambio climático no solo representan lluvias y sequías, sino también la catalización de algunos GeoRiesgos como las inundaciones y avalanchas, así como los deslizamientos que provocan grandes daños a cosechas, caminos, casas y todo tipo de infraestructura (vial y de líneas vitales: electricidad, agua, alcantarillado). Infraestructura cuya acelerada periodicidad de afectación supera en mucho la capacidad de reponerla, por lo que al final todo se traduce en un retroceso socioeconómico, con un aumento de la pobreza y, consecuentemente, un incremento de la inmigración hacia Norteamérica.
Centroamérica, desde hace varios años fue calificada como una de las regiones del mundo más vulnerable a los efectos del Cambio Climático. Esto a pesar de que su contribución con emisiones de gases de efecto invernadero no supera ni el 0,5 % del total emitido por las actividades humanas. Y, por si fuera poco, la región presenta una condición geológica muy activa como consecuencia de que su origen se vincula directamente a un fuerte choque de placas tectónicas.
Como buen libro de texto geológico abierto y natural, la región centroamericana presenta todo el espectro de GeoRiesgos que se conocen: terremotos, volcanismo, fallas geológicas activas, deslizamientos, inundaciones y avalanchas, hundimientos y subsidencia, tsunamis en zonas costeras, entre otros. Ante esto, es evidente que urge tomar medidas efectivas, de corto, mediano y largo plazo. Medidas encaminadas a aplicar una correcta y efectiva gestión preventiva del riesgo y direccionada a reestablecer e incrementar la Resiliencia humana y de la infraestructura.
Acciones efectivas: en el marco del Sistema de Integración de Centroamérica y República Dominica (SICA), se siguen haciendo grandes esfuerzos por mejorar la información sobre amenazas y desastres en la región. A este respecto el apoyo de la NASA, en el contexto de la Declaración Conjunta SICA – NASA firmado en abril de 2019 ha servido con un efectivo catalizador para avanzar.
No obstante, todavía hay una enorme tarea por hacer. Uno de los mayores problemas que enfrentamos en la región es la ausencia de información detallada (escala 1:25.000 o menor). Información ambiental como cartografiado geológico, geomorfológico, neotectónico, hidrogeológico y de amenazas naturales y antrópicas, entre otras. Como hemos indicado en varias ocasiones en el caso de los georiesgos, los efectos del cambio climático e incluso de las amenazas antrópicas, casi todas (el 90 % al menos, son localizables en mapas de escala detallada). Esta información es vital para los casi 1.500 municipios que tiene la región del SICA, a fin de poder realizar una efectiva gestión preventiva del riesgo y en desarrollar estrategias locales de aumento de la resiliencia.
Sin una correcta localización de la fuente de amenaza, no es posible realizar una efectiva gestión del riesgo, con el establecimiento de medidas tecnológicas de aumento de la resiliencia de la infraestructura y la educación de las personas en temas clave, como el desarrollo de un adecuado plan de emergencia local. Este aspecto es determinante para salvar vidas ante eventos de desastre.
Condiciones de riesgo de zonas urbanas: Centroamérica, durante muchos años, ha liderado las tasas mundiales de migración del campo a la ciudad. Esto ha provocado que gran parte de la población de la región se encuentre concentrada en siete grandes áreas metropolitanas: Guatemala, San Salvador, San Pedro Sula, Tegucigalpa, Managua, San José y Panamá.
Varias de esas áreas metropolitanas se presentan en zonas geológicamente activas y de muy alta susceptibilidad a terremotos y actividad volcánica o, en su defecto, a efectos de inundaciones y zonas vulnerables a deslizamientos e, incluso, tsunamis como el caso de Ciudad Panamá.
En el caso de terremotos urbanos, los estudios probabilísticos de amenaza sísmica señalan que podría darse un evento de este tipo, durante esta década, en Ciudad Guatemala, San Salvador, Managua y la Gran Área Metropolitana de Costa Rica. Algo que resultaría sumamente serio dado que en todas estas ciudades se presenta un porcentaje alto de la población (entre el 30 – 60 %) en condiciones de laderas inestables y, por tanto, altamente susceptibles a deslizamientos detonados por terremotos.
A modo de ejemplo, solo en el área metropolitana de Costa Rica, los estudios ambientales coordinados por el autor indican que existen más de mil zonas urbanizadas (con áreas mayores a 1 hectárea) localizadas en sitios de alto y muy alto riesgo. Esto implica más del 30 % de la población del Valle Central de Costa Rica.
Por su parte, los estudios coordinados por el autor para la zona norte de Centroamérica indican que los porcentajes de población en alto y muy alto riesgo son mucho mayores (Tegucigalpa: 50 %, San Pedro Sula: 55 %, San Salvador: 40 % y Guatemala: 60 %), existiendo un claro vínculo entre las zonas urbanizadas más pobres con las más hacinadas y mas vulnerables.
Estos resultados dejan ver que la estrategia de traslado de población no resulta útil, salvo casos de peligro inminente. No resulta lógico cuando la población en riesgo es tan alta. De allí la importancia de establecer el desarrollo de medidas tecnológicas de resiliencia, tanto para la infraestructura existente como la nueva; incluyendo un efectivo, barato y masivo sistema de seguro contra desastres.
Costos de los desastres: los desastres vinculados a los efectos del Cambio Climático tienen una frecuencia anual en Centroamérica, pero con el agravante de que la extensión de los daños y su costo se incrementa rápidamente cada año. Cada vez son más costosos y ya compiten con el porcentaje de crecimiento de la economía de los países. Algo que en la práctica estanca el desarrollo.
Pero hay otros desastres que pueden ser devastadores, como un gran terremoto o una fuerte actividad volcánica en una zona urbana. Las economías de los países de Centroamérica no están preparadas para un evento de esa naturaleza que, desafortunadamente, si puede suceder.
Por esa razón, urge acelerar el proceso de toma de acciones concretas de corto, mediano y largo plazo, entre las que se debe incluir el contar con una detallada información cartográfica de gestión preventiva del riesgo que permita cuantificar mejor la situación y establecer acciones de resiliencia. Esto no solo en un ámbito regional, sino también local, para las grandes áreas metropolitanas y también las ciudades intermedias y, gradualmente, para todos los municipios de la región.
La educación ambiental debe cumplir la filosofía de comprender y gestionar el riesgo. A ello se debe sumar el desarrollo de efectivos seguros contra desastres, seguros paramétricos y un fuerte reaseguro regional contra desastres para minimizar la gran vulnerabilidad que tiene nuestra región centroamericana. Todo esto es posible y por ello urge seguir avanzando en esa dirección. Solo así podremos tener una verdadera resiliencia humana y de infraestructura contra desastres.