En virtud de la decisión sobre medidas cautelares del pasado 8 de marzo de la Corte Interamericana de Justicia sobre el tema del río San Juan y la isla Calero, desde el punto de vista ambiental quedan significativos vacíos, que deberían ser retomados por las autoridades de ambos países para establecer el equilibrio natural y promover el desarrollo del delta binacional, San Juan – Colorado. Dentro de este contexto, el tema del dragado y su razón fundamental, requiere ser revisado, dado que la decisión de la Corte deja abierto que puede seguir haciéndose, no obstante que su alcance y objetivo no se encuentran del todo claros.
En virtud de la decisión sobre medidas cautelares del pasado 8 de marzo de la Corte Interamericana de Justicia sobre el tema del río San Juan y la isla Calero, desde el punto de vista ambiental quedan significativos vacíos, que deberían ser retomados por las autoridades de ambos países para establecer el equilibrio natural y promover el desarrollo del delta binacional, San Juan – Colorado. Dentro de este contexto, el tema del dragado y su razón fundamental, requiere ser revisado, dado que la decisión de la Corte deja abierto que puede seguir haciéndose, no obstante que su alcance y objetivo no se encuentran del todo claros.
Lo que dice Nicaragua: Como parte de los argumentos esbozados por los representantes de Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia, se recalcó el hecho de que este país requería de la realización del dragado en el río San Juan, debido a la colmatación producida por los sedimentos acarreados por los ríos costarricenses San Carlos y Sarapiquí. Se planteaba así una duda respecto al derecho de Nicaragua de resolver un efecto ambiental (sedimentológico) de tipo transnacional, producido en una cuenca binacional, y del cual, según el Gobierno de Nicaragua, está en todo su derecho de resolver.
Producto de esa afirmación, durante las últimas semanas, algunas investigaciones en el tema sedimentológico, permiten aclarar si esta afirmación tenía algún sustento científico.
Aporte de caudal y sedimentos: Tal y como fue señalado en un artículo anterior (La Nación, 17.12.2010) los ríos San Carlos y Sarapiquí aportan un importante volumen del caudal del río San Juan, en promedio cerca de 500 metros cúbicos por segundo. Producto de ello, es innegable que aportan también un importante volumen de sedimentos al río San Juan, cerca de un 60% de este, en particular porque drenan terrenos que ya no tienen bosques de cobertura, sino áreas de cultivos y de actividad agropecuaria.
Ante la afirmación anterior, en primera instancia, pareciera que esta le da pleno sustento a la argumento de Nicaragua. No obstante, se requiere analizar con un mejor detalle la situación para determinar si el argumento es realmente de recibo. Cuando se analiza el tipo de sedimento que acarrean los ríos costarricenses (San Carlos y Sarapiquí) al río San Juan, resulta que se trata mayoritariamente de mezclas de limos, arcillas y arenas de grano fino. Estos sedimentos requieren velocidades de corrientes bajas, del orden de 0,25 metros por segundo para desplazarse suspendidos en el agua del río. Siendo así, con el aumento del caudal producido por el aporte de los ríos costarricenses al río San Juan, este tiene capacidad para acarrear la nueva carga de sedimentos aportados, sin que gran parte de estos se acumulen en el fondo.
Esta circunstancia se puede comprobar con el análisis de la situación del cauce del río San Juan aguas abajo de las desembocaduras de los ríos San Carlos y Sarapiquí, particularmente por el estudio de fotografías aéreas e imágenes satelitales recientes, que se comparan con otras de mediados del siglo XX.
El resultado es que el río San Juan, después de la desembocadura del río San Carlos, y por un tramo de 40 kilómetros, hasta la boca del Sarapiquí, prácticamente aumenta el ancho y profundidad de su cauce, y aunque se muestran evidencias de sedimentación, esta siempre es de orden menor, con desarrollo de acumulaciones de sedimento en forma de barras o pequeñas islas dentro del cauce.
Una situación similar ocurre con la desembocadura del río Sarapiquí. Nuevamente el cauce del San Juan se hace más ancho, e incluso, por un tramo de 22 kilómetros tiene un curso más rectilíneo, con lo que aumenta su poder de transporte de sedimentos.
Causa de la colmatación del río San Juan: La situación progresiva de ensanchamiento del San Juan, cambia radicalmente en sus últimos 31 kilómetros de recorrido hacia el mar Caribe. Efectivamente, se muestra una situación de colmatación de sedimentos en el cauce del San Juan, pero la causa, NO es el aporte de los ríos costarricenses, sino la combinación de dos fenómenos naturales.
El primero de ellos, y posiblemente de mayor relevancia, es que precisamente 31 kilómetros antes de la desembocadura, el río San Juan se bifurca, y gran parte de su caudal (cerca del 80 %) pasa hacia el río Colorado de Costa Rica. Esta situación ocurre de forma natural, debido a que a partir de este punto se inicia la construcción natural del delta del Colorado – San Juan, cuya parte “emergida” corresponde con un sistema parálico (lagunas, pantanos, canales fluviales y áreas bajas inundables, catalogadas todas como humedales de gran valor ecológico). Así como pasa gran parte del caudal, también pasa gran parte del sedimento que acarrea el río San Juan. No obstante, al tener mayores dimensiones el sistema deltaico en la parte de Costa Rica (cerca del 75 % del total), y mayor sistema de canales, ese sedimento se dispersa en los humedales que funcionan como una especie de trampa que los acumula.
En el sector del río San Juan y la parte del delta del lado de Nicaragua, la situación es algo diferente. Es una zona sujeta a una situación geológica que no permite que el río San Juan se bifurque y disperse el sedimento, sino que lo acumula a lo largo del cauce propiciando su colmatación en el fondo de este, y en barras de meandros. Esto ocurre por una causa natural, en razón de que es una parte del delta que presenta una menor velocidad de “hundimiento” respecto al sector de Costa Rica, donde la subsidencia o hundimiento es más rápida.
Efectos del dragado: Con lo indicado previamente, queda claro que la causa de la colmatación del río San Juan, en sus últimos 31 km, no es el aporte de sedimentos de los ríos costarricenses, sino un fenómeno geológico natural que ya se había detectado, incluso a mediados del siglo XIX por parte de varios exploradores, y se va a seguir dando, con o sin dragado. El dragado de esa parte del cauce del río San Juan, es solo una solución temporal, pero que no puede contrarrestar los cambios naturales que se dan el delta del San Juan desde hace miles de años.
De manera que para mantener el cauce en condiciones de navegabilidad se requeriría hacer un dragado continuo, de cientos de miles de metros cúbicos de sedimento por año solo para profundizar y mantener el cauce 1 metro más profundo. Esto, como ya se ha analizado, tiene enormes consecuencias ambientales, no solo en el cauce mismo, sino en los bosque que los bordean (como muestran las últimas imágenes satelitales de mediados de febrero), así como en los ecosistemas de humedales de todo el Delta y el litoral Caribe Norte de Costa Rica, donde se concentran sitios de anidación de tortugas y arrecifes de coral que serán afectados por los sedimentos llevados allí por las corrientes marinas.
Urgencia de un plan binacional para el delta: Se concluye entonces que este dragado planteado por el Gobierno de Nicaragua en el río San Juan, no tiene mayor sustento técnico ni de sostenibilidad y que, lejos de resolver los problemas sociales de las comunidades humanas del delta, las va a agravar, tanto del lado tico como del nica.
Según estos argumentos, y los ya señalados previamente sobre la apertura del canal artificial en la isla Calero, en territorio costarricense, resulta claro que es urgente replantear las labores de dragado, y corregir lo hecho con el “canal Pastora”. Mientras tanto, ambos países, sobre la base de criterios técnicos y científicos, deben crear las condiciones para el establecimiento de un plan binacional de manejo y desarrollo sostenible para el territorio del delta. No hacerlo significaría condenar a esta importante región del Caribe a un daño ambiental irreversible y muy severo, y de enormes costos para ambos países.
La reciente decisión de la Corte de La Haya debería servir de acicate a las autoridades de ambos países y, en particular, a sus científicos y organizaciones ambientales, a reunirse a discutir abiertamente la situación y plantear un plan de manejo integral para el delta, poniendo como primer objetivo el desarrollo sostenible de las comunidades humanas que lo habitan.