PRIMERA DE DOS PARTES. En la revista número 133 (septiembre del 2009) de la Cámara Costarricense de la Construcción, esta Cámara y otros entes, incluyendo, sorprendentemente, al Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos, señalan como un error que el Proyecto de Planificación Regional y Urbano de la Gran Área Metropolitana (PRUGAM) se basara en un criterio ambiental para realizar la planificación urbana de la GAM. Un área de 1.760 km2 donde habita más de la mitad de la población del país (2,400,000 habitantes en el año 2008). Interpretando que hay una mala percepción acerca del tema “ambiental”, se hace necesario hacer algunas aclaraciones.
La introducción de la variable ambiental en la planificación del uso del suelo consiste, en lo fundamental, en evaluar de forma previa las condiciones técnicas básicas (geológicas, geomorfológicas, hidrogeológicas, de vulnerabilidad a deslizamientos, de amenazas naturales –sismos, volcanismo, inundaciones, fallas geológicas-, biológicas, de suelos, capacidad de uso de la tierra y de uso humano) de un terreno, para determinar si es apto, y bajo qué condiciones, para el desarrollo de obras de construcción, actividades agrícolas o para la conservación.
Consiste en hacer exactamente lo contrario que se ha hecho durante el último siglo en el país, es decir, desarrollar construcciones (urbanizaciones, condominios, industrias, calles, puentes, edificios) sin los debidos criterios técnicos, casi que sin ningún orden, sin considerar si el terreno era apto o no. Las consecuencias negativas de esto se conocen y son muchas: personas y otros seres vivos, así como bienes materiales –casas y cultivos-, afectados por inundaciones, deslizamientos, derrumbes, sismos y hasta por actividad volcánica. Además, la urbanización de áreas de recarga, contaminación de acuíferos y ríos, afectación de bosques, corredores biológicos, áreas de protección de manantiales y nacientes y hasta de áreas silvestres protegidas. Todo porque el tema ambiental no se consideró del todo, o bien se consideró después de que la decisión había sido tomada y, muchas veces, la construcción ya realizada.
Zonas ambientales. Los resultados de los estudios ambientales del PRUGAM muestran que esta región se divide en tres grandes macrozonas ambientales:
La primera corresponde con las partes más altas de la cordillera volcánica al norte, y de la precordillera de Talamanca al sur, junto con una parte de los Montes del Aguacate. Por el riesgo volcánico (cuatro grandes volcanes activos o potencialmente activos) y la presencia de áreas de recarga estratégica al norte, o por la vulnerabilidad a los deslizamientos y la aptitud forestal al sur; así como por las pendientes fuertemente escarpadas en ambos sectores, esta macrozona tiene como aptitud fundamental la conservación y recuperación de ecosistemas. Se trata de las zonas de altas montañas que deberían permanecer siempre verdes y cubiertas con bosques.
La segunda macrozona, de aptitud agrícola, corresponde con las áreas de menor pendiente de ambas cordilleras, así como su pie de monte. Esta zona, por su naturaleza, es apta para el desarrollo de actividades agrícolas y agropecuarias, con algún desarrollo urbano, condicionado a respetar limitantes ambientales como la presencia de abundantes manantiales y nacientes, áreas de recarga acuífera e incluso algunas limitantes de riesgo, como la vulnerabilidad a los deslizamientos y la presencia de algunas fallas geológicas activas.
La tercera y última macrozona, de menor fragilidad ambiental respecto a las otras macrozonas, corresponde con la zona de meseta. Tiene topografía de plana a moderadamente ondulada, interseptada por cañones de ríos, y sobre ella se ha instaurado la GAM. Esta zona presenta algunas limitantes ambientales que deben ser consideradas y respetadas en la planificación del uso del suelo, como la presencia de áreas de recarga y descarga acuífera y zonas de riesgo geológico, principalmente. No obstante, es la zona más apta para el desarrollo urbano. Fue objeto de una primera planificación por medio del Plan GAM del año 1982, que ahora se moderniza mediante el PRUGAM 2008–2030.
Los resultados ambientales muestran que esta última zona es finita, y que por tanto tiene una limitada capacidad de carga. Durante las últimas décadas, casi la mitad de esta zona fue urbanizada, según un modelo de expansión horizontal desordenado, lo cual provocó que se diera un aprovechamiento muy poco eficiente del espacio (densidades de población del orden de 70 habitantes por hectárea, considerando solo el área construida; si se considera el anillo de contención con 44.000 hectáreas, la densidad todavía es mucho menor, de 54 habitantes por hectárea). La restante mitad todavía disponible, cerca de 9.000 hectáreas, debe en principio albergar el desarrollo urbano futuro de la GAM, hasta el 2030 por lo menos.
Según la tendencia de crecimiento de la población de la GAM, para el año 2030 la población en esta zona aumentará en cerca de 1.600.000 habitantes, lo cual se traducirá en la construcción de entre 400.000 y 600.000 nuevas residencias, aunado esto a áreas para industria, comercio e instituciones, así como zonas verdes urbanas.
A partir de estos números, la Cámara de Construcción y otras entidades del sector de desarrollo inmobiliario y urbano señalan que no hay espacio en la GAM para albergar este crecimiento poblacional, y por eso, según ellos, el PRUGAM está en jaque y debe replantearse. No obstante, la situación debe enfocarse con una visión diferente y más objetiva, lo cual abordaré en la segunda parte del artículo.