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Crucitas: consideraciones técnicas para la toma de una decisión

Crucitas: consideraciones técnicas para la toma de una decisión

Las cumbres sobre Cambio Climático, como la COP 27 del año 2022 realizada en Egipto siguen teniendo, según nuestro criterio, un enfoque equivocado. No dudamos de que muchos de los participantes tienen la mayor y mejor voluntad de lograr avances. Más, sin embargo, todo parece indicar que se trata de un asunto de paradigma.

Hay una confusión de objetivos, prioridades y expectativas.La Crisis Climática no ha terminado y más bien está empeorando. Los recursos deben ser invertidos en acciones preventivas globales.Las acciones que apremia tomar deben ser locales, pero con visión planetaria, es decir, de acción ubicua. La efectividad de las acciones debe llevar como resultado dar insumos a los gobiernos locales para que, junto con sus comunidades, puedan tomar acciones concretas en sus territorios jurisdiccionales. Mientras esto no se haga no podemos decir que estamos avanzando.

La Gestión preventiva del Riesgo ante los escenarios futuros de la Crisis Climática

Abril 16, 2023 4:24 am

Los desastres se hacen cada vez más comunes. Tanto que, gradualmente, los vamos haciendo parte de la rutina de cada año. En verano, sequías, olas de calor e incendios forestales; en invierno, intensas lluvias, deslaves, inundaciones y procesos de erosión. Mientras la Crisis Climática se acentúa y se incrementa, las anomalías climáticas se hacen más frecuentes, haciendo que los daños se hagan cada vez más grandes. Por esta razón, en este noveno artículo de SALVETERRA trataremos el tema de cómo enfrentar este reto en países como Costa Rica, donde además de los efectos del Cambio Climático, nos afectan los GeoRiesgos que también representan una fuente importante de desastre.

Escenarios futuros de Cambio Climático: el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) ha desarrollado desde hace varias décadas diferentes escenarios sobre el Cambio Climático. Se basa en una proyección de incremento de emisiones de gases de efecto invernadero, particularmente CO2 y el consecuente aumento de la temperatura de la atmósfera.

Hay escenarios con cambios leves hasta severos según lo que suceda con las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, existen diversas variables que pueden cambiar, como por ejemplo el papel de los océanos en la regulación climática o la eventual actividad de un volcán, de actividad muy violenta, que puede generar efectos incluso de alcance global.

No obstante, sobre la base de la tendencia de aumento de la temperatura de la atmósfera durante las últimas décadas, los escenarios futuros indican un aumento significativo de la temperatura y por tanto un incremento (en intensidad y frecuencia) de los efectos del Cambio Climático, en particular, con el desarrollo de anomalías climáticas, como tormentas tropicales y huracanes en zonas tropicales u olas de frío o sequías en regiones de latitudes más altas.

Los escenarios locales generados por las entidades meteorológicas de los diferentes países, permiten observar con mejor detalle los efectos del cambio climático en cada territorio; aunque los efectos de las anomalías climáticas no pueden visualizarse de forma tan clara, dado que se trata de fenómenos regionales que responden a condiciones atmosféricas particulares, como por ejemplo los fenómenos de la Niña o el Niño. En el caso de Costa Rica y Panamá, a esto se suma el movimiento de la Zona de Convergencia Intertropical.

En resumen, los escenarios de Cambio Climático se pueden traducir en mapas que reflejen donde se darán cambios significativos en la cantidad de lluvias por mes, o donde se podrían dar eventos de precipitación lluviosa intensa en determinados meses del año. También se pueden traducir en mapas de aumento de temperatura y disminución de la humedad, donde se podrían dar olas de calor y eventos de sequía. A partir de estos mapas es posible realizar gestión preventiva del riesgo.

Mapas de amenazas naturales: las ciencias geológicas nos muestran que en aproximadamente un 90 %, las áreas de mayor susceptibilidad a que se presente un evento de desastre pueden ser cartografiada e identificada en un mapa antes de que ocurra el evento. Este es el objetivo de elaborar mapas de amenazas naturales, los cuales, por lo general se separan por tipo de amenaza y se categorizan en cinco niveles desde muy baja a muy alta amenaza.

Los temas que se desarrollan en mapas de amenazas naturales pueden ser numerosos si el territorio en análisis está sujeto a efectos de GeoRiesgos (fuentes de amenaza asociados a fenómenos geológicos) o efectos del Cambio Climático. Los temas principales son los siguientes:

• Mapa neotectónico: muestra las estructuración geológica – neotectónica señalando las fallas geológicas regionales (activas) que sirven de límite de unidades tectónicas y fallas geológicas locales (activas o potencialmente activas) que pueden ser fuentes de sismicidad y potencial ruptura del terreno en superficie.

• Mapa de laderas inestables: indica la condición de susceptibilidad de las laderas al desarrollo de procesos erosivos y desprendimientos gravitacionales en masa (deslizamientos) según cinco categorías desde muy bajo a muy alto.

• Mapa de aceleración sísmica: expone la zonificación del territorio según la aceleración sísmica a que pueda estar expuesta según la sismicidad instrumental e histórica registrada. Se subdivide en cinco categorías de muy bajo a muy alto.

• Mapa de amenaza por eventos sísmicos: zonificación del territorio en estudio según su susceptibilidad sísmica respecto a la unidad geológica que conforma el subsuelo superior. Se subdivide en cinco categorías de muy bajo a muy alto.

• Mapa de aceleración sísmica por tipo de suelo: zonas en que se divide el territorio en estudio respecto al suelo que forma la corteza de meteorización de las unidades geológicas y su susceptibilidad a la aceleración sísmica producida por un evento local o regional. Se subdivide en cinco categorías de muy bajo a muy alto.

• Mapa de amenaza por inundaciones: muestra las zonas en que se divide el territorio en análisis según su susceptibilidad al desarrollo de eventos de inundación asociados a altas precipitaciones pluviales. Se subdivide en cinco categorías de muy bajo a muy alto.

• Mapa de amenaza por actividad volcánica: zonificación del territorio respecto a las zonas de amenaza vinculada a la presencia de centros volcánicos eruptivos activos y centros eruptivos dormidos.

• Mapa de amenaza por licuefacción y subsidencia diferencial: indica las zonas del territorio en estudio más susceptibles a la amenaza por licuefacción (originada principalmente por solicitaciones sísmicas), así como por subsidencia diferencial ante la aplicación de cargas. Se subdivide en cinco categorías de muy bajo a muy alto.

• Mapa de amenaza por Tsunami y ascenso relativo del nivel de mar: muestra las zonas costeras del territorio sujetas a un ascenso rápido y temporal del nivel del mar por el efecto de un Tsunami o bien un lento ascenso relativo del nivel del mar como consecuencia del Cambio Climático.

• Mapa de tendencia de la precipitación anual frente al Cambio Climático: establece las zonas donde por el incremento de la precipitación anual producida por efectos del Cambio Climático se generarían mayores efectos asociados como deslizamientos e inundaciones fluviales, así como zonas con decrecimiento de precipitación donde dichos efectos disminuirían.

• Mapa de amenaza por sequías y/o desertificación por Cambio Climático: señala las zonas del territorio que, por efectos del Cambio Climático, estarían sujetas a sequías o efectos de desertificación, donde también podrían darse olas de calor e incendios forestales.

Gestión preventiva del riesgo: corresponde con las acciones de prevención que se pueden desarrollar para evitar que un evento de desastre se magnifique y pueda provocar grandes daños en pérdida de vidas e infraestructura.

El ordenamiento y la planificación del territorio son claves para la gestión preventiva del riesgo, en particular si dicha cartografía se desarrolla a escala local para el uso de los gobiernos locales. Esto significa hacer cartografía a escala de 1:25.000 o de mayor detalle, preferentemente a 1:10.000 e ideal a 1:5.000.

El desarrollo de cartografía de amenazas naturales permite identificar las zonas más susceptibles al desarrollo de eventos, por efectos de GeoRiesgos o del Cambio Climático. De esta manera, si los territorios no están urbanizados todavía es posible definirlos como zonas especiales donde se limita el desarrollo urbano y de construcciones o, en su defecto, se establecen condicionamientos técnicos para que las construcciones que se puedan desarrollar de forma limitada cumplan estrictas medidas tecnológicas de prevención, según el tipo de amenaza a que están sujetos.

En el caso de que los territorios de alta y muy alta amenaza que ya estén urbanizados lo que procede es el establecimiento de límites para los nuevos desarrollos urbanos y los planes de renovación urbana, así como el desarrollo de acciones efectivas para el aumento de Resiliencia humana y de infraestructura. Dentro de este ámbito, la estrategia local, impulsada por los gobiernos locales, de educación sobre la gestión del riesgo, el desarrollo de planes de emergencia y la conformación de seguros paramétricos contra desastres son de gran importancia para aumentar la seguridad de las comunidades.

De igual forma, el desarrollo de un fondo especial contra desastres, como el que hemos planteado anteriormente, sería de gran utilidad para países como Costa Rica (ver: http://www.allan-astorga.com/allan-astorga/2021/7/28/ley-de-resiliencia-contra-desastres)
Aprender a convivir con el riesgo: países como Costa Rica, son multirriesgo, no solo por fuentes de amenaza asociados a GeoRiesgos, debido a su fuerte actividad sísmica, tectónica y volcánica, sino también por efectos del Cambio Climático. Ante esto, resulta de gran importancia cultural aprender a convivir con el riesgo y, por tanto, gestionarlo apropiadamente.

Mirar para otro lado o ignorar las fuentes de amenaza y el riesgo que representan no es lo correcto. Todo lo contrario, es indispensable conocer en detalle la fuente de la amenaza, su comportamiento, su potencial, así como la probabilidad de ocurrencia de un desastre. Solo de esta manera podemos ser más resilientes y podremos enfrentar de forma efectiva un evento de desastre. Al respecto, países como Japón que tienen una tradición milenaria en materia de gestión del riesgo tienen mucho que enseñarnos.

Mucho por hacer: delineamos aquí, entonces, los pasos estratégicos a seguir para empezar a desarrollar una eficiente y efectiva gestión preventiva del riesgo. Son muchas las tareas, pero todas son realizables, en particular, con el uso de modernas tecnologías informáticas. Mientras tanto, se hace indispensable cambiar nuestra cultura (y también nuestra Ley Nacional de Emergencias) para que la gestión del riesgo no solo se concentre en la atención del desastre. Tenemos que avanzar mucho más, y trabajar realmente en prevención.

a.astorga.g@gmail.com

La importancia del suelo y las soluciones a la desertificación de la Ecosfera terrestre

Marzo 5, 2023 4:25 am

En esta cuarta entrega de los documentos de SALVETERRA desarrollamos el tema del suelo y la enorme relevancia que tiene para la vida en la Ecosfera terrestre, incluyendo a la humanidad misma. Desafortunadamente, también tenemos que hablar del tema de la degradación del suelo.

Al momento de escribir este artículo (13.02.2023) la cantidad de hectáreas perdidas de suelo superan las 840 mil, solo para lo que llevamos en este año.

Algo sumamente grave, pues se trata de un efecto acumulativo dado que el daño ambiental a los suelos es irreversible en tiempos humanos, debido a que su restauración, cuando es posible, dura cientos de años.

Aunque el panorama no es alegador, todavía hay esperanza y existen soluciones que requieren ser implementadas a escala local, por todos y cada uno de los gobiernos locales del mundo y en los próximos años. La primera gran tarea es cobrar conciencia de lo que hay que hacer y este es el objetivo de este artículo.

El suelo y su función vital: el suelo es un recurso natural no renovable del que depende la vida en nuestro planeta. Representa la base que sirve de fuente de alimento, fibras textiles y madera. Es la red más amplia de purificación e infiltración del agua superficial hacia los acuíferos y un hábitat en el que proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento los ciclos biogénicos que permiten mantener la vida.

La generación de tan solo 3 milímetros de nuevo suelo superficial, por meteorización química, requiere, en promedio, un siglo, por eso es un recurso no renovable dentro de nuestra escala de tiempo. El suelo está sometido a una enorme presión de producción, ya que es el principal sustento para alimentar a los más de 8.000 millones de personas que pueblan la Tierra en la actualidad.

El suelo es un sistema dinámico con importantes equilibrios físico-químicos y biológicos; el conjunto de reacciones que tienen lugar en el mismo constituye el mayor reactor de nuestro planeta, necesario para la depuración de las aguas y la recarga limpia de los acuíferos subterráneos.

En relación con el cambio climático el papel de las plantas en la captura del CO2 atmosférico es crítico; menos conocido es que cerca del 20% del carbono capturado se almacena en el suelo en forma de materia orgánica. Por esta razón, las Naciones Unidas aconseja conocer y manejar correctamente los suelos para que las prácticas de laboreo (como el arado) no promuevan la emisión de otros gases de efecto invernadero.

La biodiversidad en nuestro planeta comprende no solo una vertiente macroscópica, visible, sino también otra microscópica, una parte significativa de la misma se encuentra en los suelos. Así, un solo gramo de suelo de cualquier lugar de la Tierra alberga millones de microrganismos. Esta biodiversidad es mayor en las zonas tropicales y es el motor para mantener activos los ciclos biogénicos de los elementos.

Por ello, preservar el suelo en estado saludable, o “recuperarlo” cuando se ha deteriorado, no solo es una vía para obtener alimentos seguros y disfrutar de nuestros paisajes (por los ecosistemas naturales que se desarrollan sobre el suelo), sino que es esencial para el mantenimiento global de la vida en el planeta. Es responsabilidad de todos conservar y utilizar el suelo, para darle el uso ambientalmente más sustentable.

Degradación del suelo: Más del 75 por ciento de la superficie terrestre del planeta está considerablemente degradada, lo que perjudica el bienestar de más 3.200 millones de personas, según el primer estudio global resumido por la Revista Nacional Geographic en el año 2018. En los últimos cinco años la situación de la degradación se ha incrementado.

Estas superficies que se han convertido en desiertos, están contaminadas o han sido deforestadas con lo cual se acelera el proceso de extinción de especies.

Si esta tendencia continúa, el 95 por ciento de la superficie terrestre de la Tierra estaría degradada para 2050. Los estudios advierten que esta situación podría obligar a migrar a cientos de millones de personas, a medida que la producción de alimento se desploma en muchos lugares.

La expansión rápida y la gestión no sostenible de tierras de cultivo (con uso de maquinaria para el arado) y de pasto son las principales impulsoras de la degradación del suelo, que provoca pérdidas importantes de biodiversidad y afecta a nuestra seguridad alimentaria, la purificación del agua, el abastecimiento de energía y otras contribuciones de la naturaleza fundamentales para las personas. También contribuye a este proceso el cambio no planificado del uso del suelo, sobretodo en zonas tropicales.

Como parte de esa gestión no sostenible del suelo, se incluye principalmente el arado de los terrenos y el uso intenso de agroquímicos a base de nitrógeno. Este tipo de prácticas agrícolas, junto con el uso de organismos genéticamente modificados ha transformado la agricultura extensiva e intensiva, en una agricultura “artificial” que lejos de mejorar las condiciones naturales del suelo, las deteriora. Así, los países se vuelven dependientes del uso de grandes cantidades de agroquímicos, con los que, además se contaminan las aguas subterráneas y se producen toda una seria cadena de impactos que tiene efectos negativos en los insectos, que a su vez son vitales para la agricultura debido a su función polinizadora.

Desertificación del suelo: se produce como producto de la pérdida de carbono y agua del suelo. Un suelo sano absorbe agua y carbono. Cuando hay plantas vivas hay agua en el suelo. Cuando no las hay, hay evaporación y se pierde el agua. Se rompe el ciclo. El 60 % del agua de lluvia proviene de un ciclo mayor desde la evaporación de los océanos, pero un 40 % proviene de ciclos más pequeños de evapotranspiración de las plantas. Lo suelos desnudos aumentan la temperatura de la atmósfera inferior y crean vórtices que alejan las nubes y las lluvias. Se intensifica así, la desertificación.

Casi dos tercios del suelo fértil de nuestro planeta se ha desertificado o en está en proceso de desertificación. Esta ha sido la principal causa de la extensión de civilizaciones humanas (casi 20 en la historia de la humanidad). Cuando no hay posibilidad de producir alimentos, la vida se termina. Según estudios de la ONU, en 60 años, todos los suelos fértiles del planeta habrán desaparecido si no se hace algo por detener este alarmante proceso.

Observaciones de la NASA muestras que durante los meses de arado en el hemisferio norte (marzo y abril) aumentan considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera. En junio, cuando las plantas crecen, el contenido de CO2 de la atmósfera se reduce. Por tanto, las plantas tienen un enorme poder colectivo o acumulativo. Un planeta cubierto por vegetación sobre suelos ricos en carbono, es un planeta sano.

Los humedales son las áreas del planeta más afectadas por la degradación del suelo: el 87 por ciento se ha perdido en todo el mundo en los últimos 300 años. Desde el año 1900 se ha perdido el 54 por ciento. Todavía se destruyen humedales en el sureste asiático y la región africana del Congo, principalmente para plantar palma aceitera.

Las causas subyacentes de la degradación del suelo son los estilos de vida de alto consumo en las economías más desarrolladas, combinados con el aumento del consumo en las economías emergentes y en vías de desarrollo. El alto consumo per cápita, que sigue en aumento, amplificado por el crecimiento demográfico continuo en muchas partes del mundo, están generando niveles insostenibles de expansión agrícola, extracción de recursos naturales y minerales, y urbanización.

Aplicando soluciones: hay muchas soluciones probadas para revertir estas tendencias, como el ordenamiento ambiental y la planificación territorial de escala detallada, la reforestación con especies nativas, la construcción de infraestructura verde, la rehabilitación de suelos contaminados y sellados (por ejemplo, bajo el asfalto), el tratamiento de aguas residuales y la restauración de los canales fluviales.

El desarrollo de agricultura y ganadería regenerativa es vital, no solo por la posibilidad de convertir las tierras productivas en sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, sino por la posibilidad de crear suelos fértiles y altamente productivos.

Es urgente gestionar el suelo a escala del paisaje, donde las necesidades de la agricultura, la industria y las áreas urbanas pueden equilibrarse de forma integral. Además, las prácticas agrícolas deben modificarse sustancialmente.

Para las regiones en vías de desarrollo, como algunas partes de Asia y África, el coste de la inacción ante la degradación del suelo es al menos tres veces superiores al coste de la acción. Y los beneficios de la restauración son 10 veces superiores a los costes.

Muchos países ricos “descentralizan” sus impactos medioambientales importando grandes cantidades de alimentos, recursos y productos de otros países. La Unión Europea importa entre el 30 y el 40 por ciento de su comida, por ejemplo. De esta forma los problemas para el suelo se dan en otros territorios. Parece obvio que estos países deberían pagar el costo de la restauración y mejoramiento de suelos en los países productores.

Lograr restaurar ecosistemas que fueron convertidos a pastizales o espacios para agricultura tendría un doble beneficio: uno en la biodiversidad y otro en la mitigación del cambio climático. Esto concluyó un estudio publicado en la revista Nature y realizado por 27 investigadores de 12 diferentes países.

Un estudio mundial realizado recientemente, tras analizar 870 millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo que se han convertido en tierras de cultivo, se concluyó que si se logran restaurar el 15% de estas tierras se evitaría el 60 % de las extinciones. Específicamente, el 54% de los ecosistemas analizados eran originalmente bosques, el 25% pastizales, el 14% matorrales, el 4% tierras áridas y el 2% humedales.

Pero los beneficios no paran ahí: el estudio también concluyó que restaurar el 15 % de las tierras del mundo implicaría absorber más de 463 mil millones de toneladas de dióxido de carbono. “Impulsar los planes para devolver grandes extensiones de la naturaleza a un estado natural es fundamental para evitar que la biodiversidad y las crisis climáticas se salgan de control”, explicó Bernardo BN Strassburg, autor principal del estudio.

Igualmente, para evitar el temor que la restauración de ecosistemas les quite espacio a los cultivos y, por ende, amenace la seguridad alimentaria, los investigadores calcularon cuántos ecosistemas podrían revivirse sin cortar el suministro de alimentos. Descubrieron que el 55% (1.578 millones de hectáreas) de los ecosistemas que se habían convertido en tierras de cultivo, podrían restaurarse sin interrumpir la producción de alimentos. Esto podría lograrse mediante la intensificación bien planificada y sostenible de la producción de alimentos, junto con una reducción del desperdicio de alimentos y un abandono de alimentos como la carne y el queso (salvo que provengan de la producción regenerativa), ya que requieren grandes extensiones de tierra y, por lo tanto, producen emisiones desproporcionadas de gases de efecto invernadero.

Como podemos ver, existen soluciones reales y efectivas. Un país como Costa Rica, además de implementar este tipo de acciones, podría convertirse en un líder mundial en el tema de restauración de suelos, producción regenerativa y lucha contra la desertificación y el Cambio Climático. La clave es el ordenamiento ambiental del territorio y la planificación territorial sustentable.

allan@salveterra.life

PAZ para cuidar al planeta

A un año del inicio del conflicto militar en Ucrania, más que seguir hablando de guerra, es muy importante que los ciudadanos del mundo, exijamos a los países ricos del hemisferio norte que se negocie la paz.

Además de los miles de muertos y heridos que se han dado, así como los millones de refugiados y la enorme destrucción de infraestructura, este conflicto ha afectado a todo el mundo de una forma directa o indirecta, generando una enorme cadena de impactos que, para variar, siempre daña de mayor manera a la gente más pobre de nuestro planeta.

Aclaramos que nuestra solicitud es que no solo este conflicto militar termine, sino todos los otros que están sucediendo, con menos suceso, pero no con menos drama, en otros lugares del planeta.

Como ciudadano de un país como Costa Rica, donde se eliminó el ejército hace más de 60 años y que apostó por la negociación, el diálogo y la institucionalidad internacional para negociar la paz, creemos firmemente en el especial derecho humano de pedir que acabe la guerra y que se negocie la paz.

Necesitamos atender nuestro planeta: la petición de paz no es solo para que la grave crisis económica derivada de la guerra, y que afecta de una u otra manera a todos, termine de una vez y permita que exista un alivio económico y una posibilidad de reactivación en medio de un acúmulo continuo de vicisitudes sin fin.

La petición de paz es un grito desesperado por nuestro planeta y la vida de la Ecosfera terrestre.

En medio de la guerra, los países ricos del hemisferio norte han puesto “en pausa” su preocupación por el ambiente. Sus prioridades han cambiado.

Las armas, la destrucción y las sanciones parecen ser lo más urgente, como si el deterioro de la Ecosfera terrestre, cada vez más acelerado, o las necesidades de la gente más pobre como el hambre, la ayuda para la salud y la educación, también pudieran ponerse en pausa.

Algo absolutamente ilógico e incomprensible, en especial si pensamos que en esos países ricos se encuentran las universidades e institutos de investigación más prestigiosos y avanzados. Allí se encuentran las mentes más preclaras y capaces. Y a pesar de todo eso, se está descuidando nuestro planeta de una forma alarmante.

La salud de la Ecosfera terrestre es crítica: como hemos señalado previamente (www.allan-astorga.com) la salud de nuestra Ecosfera terrestre se encuentra muy dañada. Los principales indicadores o límites planetarios están en estado de peligro, en la zona roja o muy cerca de ella.

Los bosques y los ecosistemas siguen desapareciendo a una velocidad cada vez más rápida, la vida del planeta desaparece en medio de la séptima gran extinción de especies que se inició con el rápido aumento de la población humana hace poco más de 200 años, los insectos desaparecen y con ellos los polinizadores que son vitales para la producción agrícola.

El agua dulce y fresca, tanto superficial como subterránea, está disminuyendo o se está contaminando rápidamente como producto del intenso uso de agroquímicos y pesticidas en la agricultura.

Los residuos sólidos y las aguas residuales de las ciudades contaminan los ríos, los suelos y las zonas costeras en una tasa cada vez más creciente y que se apareja a la velocidad del crecimiento poblacional y del consumo en los países del tercer mundo.

El creciente quemado de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) y de madera en todos los países, ricos y pobres, así como la actividad industrial sin control ambiental, continúan contaminando el aire de las grandes urbes del planeta. Urbes donde cada vez vive más gente que abandona el campo y busca la ciudad en espera de mejorar sus condiciones de vida.

Los incendios forestales, cada vez más catastróficos siguen dañando no solo los bosques tropicales, sino también los bosques de climas templados y boreales. Nuestros sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, lejos de estar creciendo, están disminuyendo a una velocidad acelerada. El permafrost de las zonas boreales sigue aportando, en tasa creciente, metano a la atmósfera del planeta y con ello agravando la situación.

Los océanos también están muy contaminados. En 50 años han perdido la mitad de la vida que albergaban. Los desechos sólidos provenientes de los continentes, principalmente los microplásticos y las sustancias químicas, han alcanzado todos los mares y han hecho que su calidad de agua disminuya, así como su potencial para absorber dióxido de carbono, con lo cual la situación planetaria se agrava.

Desde nuestras casas, estamos contribuyendo, sin saberlo, a dañar los océanos del planeta que son nuestra principal esperanza de vida. Generamos desechos sin estar claros que éstos están llegando al mar y consumimos productos del mar que no son verdaderamente sustentables.

La Crisis Climática se agrava cada vez más: independientemente de que exista guerra o no, el deterioro de nuestra atmósfera planetaria y el cambio climático se sigue dando. Con la guerra, la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero se ha incrementado, con lo cual se sigue agravando el calentamiento global.

Resulta absolutamente paradójico que en los países ricos del hemisferio norte las prioridades hayan cambiado tan rápidamente. Se han incrementado los presupuestos militares y muchas de las políticas en tema de energías renovables y cambio climático se están cuestionando muy seriamente. No tanto por sus poblaciones, sino por sus autoridades que parecen estar confundidas sobre qué es lo correcto y qué no lo es.

Lo más grave de todo es que estamos avanzando hacia un punto de no retorno en el tema de las emisiones de CO2 y el límite crítico de un aumento de la temperatura de la atmósfera del planeta en 2 grados respecto a las temperaturas preindustriales (pre Antropoceno). Ese límite se encuentra cercano (2030 – 2032). Por eso, resulta hasta irresponsable que se esté gastando el tiempo en algo tan sin sentido como una guerra que ha desencadenado una crisis económica que retarda aún más la toma de acciones concretas.

Tenemos que enfocarnos en los verdaderos objetivos planetarios: nuestro deber es pensar en el mundo que estamos heredando a nuestros niños y jóvenes. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en realizar acciones efectivas y concretas por la restauración del equilibrio de la Ecosfera terrestre y en la lucha por ralentizar la Crisis Climática. Esto, mientras al mismo tiempo, nos esforzamos por procurar el progreso humano sustentable de nuestra civilización.

Se trata de tareas vitales y para las cuales no hay posibilidad de postergación. A nuestra generación le corresponde esta tarea vital: “salvar la vida de la Ecosfera terrestre” y no promover su destrucción.
Todos y cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de incidir y de hacer algo. Mantenernos pasivos y a la espera de que las cosas mejoren por si solas, no ayuda. Debemos llenar de esperanza nuestro futuro. Todavía podemos hacer mucho por nuestro planeta.

Los cambios que se necesitan en las negociaciones sobre el Cambio Climático

Los cambios que se necesitan en las negociaciones sobre el Cambio Climático

Las cumbres sobre Cambio Climático, como la COP 27 del año 2022 realizada en Egipto siguen teniendo, según nuestro criterio, un enfoque equivocado. No dudamos de que muchos de los participantes tienen la mayor y mejor voluntad de lograr avances. Más, sin embargo, todo parece indicar que se trata de un asunto de paradigma.

Hay una confusión de objetivos, prioridades y expectativas.La Crisis Climática no ha terminado y más bien está empeorando. Los recursos deben ser invertidos en acciones preventivas globales.Las acciones que apremia tomar deben ser locales, pero con visión planetaria, es decir, de acción ubicua. La efectividad de las acciones debe llevar como resultado dar insumos a los gobiernos locales para que, junto con sus comunidades, puedan tomar acciones concretas en sus territorios jurisdiccionales. Mientras esto no se haga no podemos decir que estamos avanzando.