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Transición ecológica y climática hacia una Ecosfera terrestre equilibrada

Mayo 2, 2023 4:19 am

muy importante: la transición ecológica y climática. Corresponde con el lapso de tiempo que llevará realizar las correcciones necesarias para ralentizar el Cambio Climático y empezar a equilibrar la Ecosfera terrestre de toda la serie de indicadores ambientales que están alterados.

Cual paciente de hospital, es importante atender a nuestro planeta con los mejores cuidados para estabilizarlo y llevarlo a su curación. No es una mejoraría que se puede dar de la noche a la mañana, pero que, si se realiza con la debida estrategia y de forma multiplicativa, acumulativa, simultánea y ubicua, es posible de alcanzar en un tiempo más bien corto, al menos, para el inicio de la estabilización.

Es una noticia positiva que nuestros jóvenes y niños deben conocer a profundidad. Es decir, que si hay solución, que si hay cura para este nuestro enfermo planeta, desgarrado por las guerras y la contaminación que ha provocado la humanidad y cuyos daños más severos se han dado apenas en los últimos 40 años, convirtiéndonos a muchos de nosotros en testigos directos de toda una catástrofe ambiental.

Situación de emisiones: esta es una tarea estratégica en el camino hacia la descarbonización de la economía y para lograr que el país y todas sus actividades sean carbono neutral y, en todo lo posible, carbono negativo, es decir que la actividad y sus alcances más bien sean capturadoras de carbono y de gases de efecto negativo.

En el caso de un país como Costa Rica algunos podrían afirmar que con el hecho de que alrededor del 98 % de la energía que se genera proviene de fuentes renovables (hidroeléctrica, geotérmica, eólica y solar, principalmente) ya se cumple esa tarea. Sin embargo, se tiene un alto consumo de hidrocarburos.

A modo de referencia, en el 2003 se consumían 12 millones de barriles de derivados del petróleo, mientras que en el 2019 ese consumo se incrementó a 22 millones de barriles, mostrando un incremento de un 83 %.  Esto equivale a la emisión de cerca de 5.2 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera por año.

Esta tendencia de aumento de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero que se produce, se mantiene en incremento dado que el aumento de la cantidad de vehículos que queman hidrocarburos se sigue dando de forma muy sostenida (cerca de 44 mil unidades en el 2022, donde los vehículos eléctricos representan apenas un 6 % del total, aunque con tendencia en aumento). Con la entrada en circulación de los nuevos vehículos e incluso los eléctricos, no se sustituye el mismo número de vehículos de parque automotor.

Los otros vehículos usados que son “sustituidos” por vehículos nuevos, en su gran mayoría siguen circulando, dado que, generalmente se venden a terceros. Con ello se incrementa un gran problema que tiene la Gran Área Metropolitana (GAM) y otras áreas metropolitanas de ciudades intermedias como es la seria arterioesclerosis vial que ya se encuentra en un estado severamente crónico. Algo que contribuye de forma notable a que se contamine y deteriore el aire de las zonas urbanas, con las consecuentes consecuencias en la salud (por alergias y enfermedades en las vías respiratorias) para los habitantes de las mismas.

Otras actividades que producen emisiones: pero no solo el parque automotor es el responsable de emisiones de gases de efecto invernadero. Existen otras muchas fuentes de emisiones que incrementan la cantidad de emisiones de CO2 a la atmósfera. Las mismas se pueden citar de forma general, pues en el país no contamos, todavía, con un Registro Nacional de Huella de Carbono.

Así, por ejemplo, los barcos que arriban a los puertos nacionales o bien, los aviones que usan nuestros aeropuertos son fuentes generadoras de CO2.  La actividad agrícola convencional, aparte de ser fuente de contaminación por el uso de agroquímicos y plaguicidas, también genera emisiones de CO2 por el arado del suelo y las quemas (controladas y no controladas) que se producen, dizque, para facilitar la actividad agrícola.

Para muchos resulta muy molesto y hasta desesperante ver las enormes quemas que se producen en las plantaciones de caña, con el pretexto de facilitar su producción, algo que, además de contaminar seriamente el aire, también produce condiciones de trabajo extremas y peligrosas para los trabajadores que realizan la zafra de la caña. Situación que en este momento se encuentra en manos de la Sala Constitucional esperando que sea resuelta a favor del ambiente.

La actividad turística, la industria y el comercio, salvo algunas excepciones tienen una huella de carbono significativa en la medida que producen emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero. También las oficinas administrativas, el transporte público y en nuestro país, hasta el tren.

Las zonas urbanas de los diferentes cantones del país también producen emisiones de CO2 y de allí que los municipios también tengan una importante responsabilidad en la terea de disminuir emisiones (huella de carbono) y cambiar hacia una situación de carbono negativo.

Otras actividades que producen emisiones son los rellenos sanitarios, incluso aquellos tecnológicamente bien manejados, los condominios, las urbanizaciones, las actividades mineras y empresas que brindan diferentes tipos de servicios.

Ante los argumentos que algunos pueden esbozar en el sentido de que, dado que Costa Rica es un país pequeño y que, comparativamente, respecto a otros países más grandes, las emisiones resultan “insignificantes”, por lo que, entonces, no debería hacerse nada; el argumento no es valedero. Esto, en razón que de que debemos considerar no solo las emisiones netas, sino más bien la perspectiva del efecto acumulativo de esas emisiones y, además, respecto a la responsabilidad ética y moral del país, de mostrar que la lucha contra al Cambio Climático se realiza de forma integral.

No es suficiente que digamos que producimos energía eléctrica renovable y que el área de nuestros bosques se ha “incrementado”. También debemos corregir los problemas muy serios de contaminación que nos afecta.

Transición ecológica y climática – acciones estratégicas: la transición que nos lleve a alcanzar una condición de mayor equilibrio ambiental requiere de una serie de acciones estratégicas.  En primer lugar, se requiere de una Estrategia Nacional sobre el Cambio Climático y el Equilibrio Ecológico, así como un Plan Nacional con acciones de corto, mediano y largo plazo. Plan que, también, requiere ser desarrollado a nivel local por parte de los municipios.

Esta Estrategia Nacional sobre Cambio Climático y el mismo Plan Nacional de Acción Climática deberían ser generados a partir de un proceso de Evaluación Ambiental Estratégica, por medio de un proceso participativo, transparente e informado. No es correcto que sea generado desde una sola fuente institucional.

Se hace indispensable contar con un Registro Nacional de Huella de Carbono y con un sistema nacional de compensación de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero para el desarrollo de sumideros de carbono que, a su vez, estén ajustados con el desarrollo de nuevos ecosistemas y suelos tropicales, por restauración de terrenos degradados o protección de los ya existentes. Se hace indispensable que sea un sistema ágil, eficiente y efectivo, con muy poca burocracia y basado en un proceso fundamentalmente automatizado.

También, es indispensable instaurar un proceso de transición hacia la producción agrícola y agropecuaria regenerativa, es decir, que promueva la recuperación y restauración de suelos, de sumideros de carbono, sin arado y sin uso de agroquímicos y plaguicidas.

No se trata de sustituir de la noche a la mañana la producción agrícola y agropecuaria convencional.

De lo que se trata es que, por medio de un correcta y efectiva gestión del territorio (ordenamiento ambiental y de planificación) se definan nuevos territorios para esta actividad, y que se estimule su desarrollo tal y como está sucediendo con algunos proyectos piloto que se ya se ejecutan en varios cantones del país por parte de Costa Rica Regenerativa. Al respecto las municipalidades por medio de sus planes de ordenamiento territorial y sus disposiciones locales, así como el Ministerio de Agricultura y Ganadería tienen una tarea estratégica muy importante a corto plazo.

La factura petrolera que tiene el país debe y tiene que ser reducida gradualmente. El paso hacia vehículos eléctricos es un avance, pero se requiere que sea mucho más acelerado. Sobre esto, el bajar los costos de estos vehículos y mejorar la infraestructura necesaria para su operación es un asunto que requiere impulso más sólido.

El parque automotor debe evolucionar hacia un parque eléctrico en el menor plazo posible. Dentro de este marco, resulta importante el uso de combustibles alternativos y sostenibles, como los biocombustibles producidos en el país, así como otras alternativas tecnológicas económicamente asequibles.

Existen otra serie de medidas que se pueden discutir y tomar para ser desarrolladas gradualmente, pero en lo posible de forma acelerada. En este sentido juega un papel clave la Dirección de Cambio Climático del Ministerio del Ambiente y Energía; Dirección que requiere ser reforzada para que asuma un papel fundamental en el proceso de transición. También es vital una Ley Marco sobre Cambio Climático para el país.

Todos los países del mundo deben avanzar hacia el proceso de transición y ajustar sus políticas de desarrollo dentro de este marco. Costa Rica, pese a que tiene un territorio y una población relativamente pequeños, tiene la posibilidad de convertirse en un país líder y ejemplo en el mundo sobre este importante tema que atañe a todo el planeta.

El autor es geólogo ambiental, Doctor en Ciencias Naturales, especialista en evaluación ambiental, ordenamiento y planificación territorial, gestión preventiva del riesgo e hidrogeología ambiental. Es ex catedrático universitario en Sedimentología y Geología ambiental. Es el creador del sistema SALVETERRA®. También es consultor ambiental en gestión ambiental integral: www.allan-astorga.com; con más de 25 años de experiencia nacional e internacional.

a.astorga.g@gmail.com

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La importancia del suelo y las soluciones a la desertificación de la Ecosfera terrestre

Marzo 5, 2023 4:25 am

En esta cuarta entrega de los documentos de SALVETERRA desarrollamos el tema del suelo y la enorme relevancia que tiene para la vida en la Ecosfera terrestre, incluyendo a la humanidad misma. Desafortunadamente, también tenemos que hablar del tema de la degradación del suelo.

Al momento de escribir este artículo (13.02.2023) la cantidad de hectáreas perdidas de suelo superan las 840 mil, solo para lo que llevamos en este año.

Algo sumamente grave, pues se trata de un efecto acumulativo dado que el daño ambiental a los suelos es irreversible en tiempos humanos, debido a que su restauración, cuando es posible, dura cientos de años.

Aunque el panorama no es alegador, todavía hay esperanza y existen soluciones que requieren ser implementadas a escala local, por todos y cada uno de los gobiernos locales del mundo y en los próximos años. La primera gran tarea es cobrar conciencia de lo que hay que hacer y este es el objetivo de este artículo.

El suelo y su función vital: el suelo es un recurso natural no renovable del que depende la vida en nuestro planeta. Representa la base que sirve de fuente de alimento, fibras textiles y madera. Es la red más amplia de purificación e infiltración del agua superficial hacia los acuíferos y un hábitat en el que proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento los ciclos biogénicos que permiten mantener la vida.

La generación de tan solo 3 milímetros de nuevo suelo superficial, por meteorización química, requiere, en promedio, un siglo, por eso es un recurso no renovable dentro de nuestra escala de tiempo. El suelo está sometido a una enorme presión de producción, ya que es el principal sustento para alimentar a los más de 8.000 millones de personas que pueblan la Tierra en la actualidad.

El suelo es un sistema dinámico con importantes equilibrios físico-químicos y biológicos; el conjunto de reacciones que tienen lugar en el mismo constituye el mayor reactor de nuestro planeta, necesario para la depuración de las aguas y la recarga limpia de los acuíferos subterráneos.

En relación con el cambio climático el papel de las plantas en la captura del CO2 atmosférico es crítico; menos conocido es que cerca del 20% del carbono capturado se almacena en el suelo en forma de materia orgánica. Por esta razón, las Naciones Unidas aconseja conocer y manejar correctamente los suelos para que las prácticas de laboreo (como el arado) no promuevan la emisión de otros gases de efecto invernadero.

La biodiversidad en nuestro planeta comprende no solo una vertiente macroscópica, visible, sino también otra microscópica, una parte significativa de la misma se encuentra en los suelos. Así, un solo gramo de suelo de cualquier lugar de la Tierra alberga millones de microrganismos. Esta biodiversidad es mayor en las zonas tropicales y es el motor para mantener activos los ciclos biogénicos de los elementos.

Por ello, preservar el suelo en estado saludable, o “recuperarlo” cuando se ha deteriorado, no solo es una vía para obtener alimentos seguros y disfrutar de nuestros paisajes (por los ecosistemas naturales que se desarrollan sobre el suelo), sino que es esencial para el mantenimiento global de la vida en el planeta. Es responsabilidad de todos conservar y utilizar el suelo, para darle el uso ambientalmente más sustentable.

Degradación del suelo: Más del 75 por ciento de la superficie terrestre del planeta está considerablemente degradada, lo que perjudica el bienestar de más 3.200 millones de personas, según el primer estudio global resumido por la Revista Nacional Geographic en el año 2018. En los últimos cinco años la situación de la degradación se ha incrementado.

Estas superficies que se han convertido en desiertos, están contaminadas o han sido deforestadas con lo cual se acelera el proceso de extinción de especies.

Si esta tendencia continúa, el 95 por ciento de la superficie terrestre de la Tierra estaría degradada para 2050. Los estudios advierten que esta situación podría obligar a migrar a cientos de millones de personas, a medida que la producción de alimento se desploma en muchos lugares.

La expansión rápida y la gestión no sostenible de tierras de cultivo (con uso de maquinaria para el arado) y de pasto son las principales impulsoras de la degradación del suelo, que provoca pérdidas importantes de biodiversidad y afecta a nuestra seguridad alimentaria, la purificación del agua, el abastecimiento de energía y otras contribuciones de la naturaleza fundamentales para las personas. También contribuye a este proceso el cambio no planificado del uso del suelo, sobretodo en zonas tropicales.

Como parte de esa gestión no sostenible del suelo, se incluye principalmente el arado de los terrenos y el uso intenso de agroquímicos a base de nitrógeno. Este tipo de prácticas agrícolas, junto con el uso de organismos genéticamente modificados ha transformado la agricultura extensiva e intensiva, en una agricultura “artificial” que lejos de mejorar las condiciones naturales del suelo, las deteriora. Así, los países se vuelven dependientes del uso de grandes cantidades de agroquímicos, con los que, además se contaminan las aguas subterráneas y se producen toda una seria cadena de impactos que tiene efectos negativos en los insectos, que a su vez son vitales para la agricultura debido a su función polinizadora.

Desertificación del suelo: se produce como producto de la pérdida de carbono y agua del suelo. Un suelo sano absorbe agua y carbono. Cuando hay plantas vivas hay agua en el suelo. Cuando no las hay, hay evaporación y se pierde el agua. Se rompe el ciclo. El 60 % del agua de lluvia proviene de un ciclo mayor desde la evaporación de los océanos, pero un 40 % proviene de ciclos más pequeños de evapotranspiración de las plantas. Lo suelos desnudos aumentan la temperatura de la atmósfera inferior y crean vórtices que alejan las nubes y las lluvias. Se intensifica así, la desertificación.

Casi dos tercios del suelo fértil de nuestro planeta se ha desertificado o en está en proceso de desertificación. Esta ha sido la principal causa de la extensión de civilizaciones humanas (casi 20 en la historia de la humanidad). Cuando no hay posibilidad de producir alimentos, la vida se termina. Según estudios de la ONU, en 60 años, todos los suelos fértiles del planeta habrán desaparecido si no se hace algo por detener este alarmante proceso.

Observaciones de la NASA muestras que durante los meses de arado en el hemisferio norte (marzo y abril) aumentan considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera. En junio, cuando las plantas crecen, el contenido de CO2 de la atmósfera se reduce. Por tanto, las plantas tienen un enorme poder colectivo o acumulativo. Un planeta cubierto por vegetación sobre suelos ricos en carbono, es un planeta sano.

Los humedales son las áreas del planeta más afectadas por la degradación del suelo: el 87 por ciento se ha perdido en todo el mundo en los últimos 300 años. Desde el año 1900 se ha perdido el 54 por ciento. Todavía se destruyen humedales en el sureste asiático y la región africana del Congo, principalmente para plantar palma aceitera.

Las causas subyacentes de la degradación del suelo son los estilos de vida de alto consumo en las economías más desarrolladas, combinados con el aumento del consumo en las economías emergentes y en vías de desarrollo. El alto consumo per cápita, que sigue en aumento, amplificado por el crecimiento demográfico continuo en muchas partes del mundo, están generando niveles insostenibles de expansión agrícola, extracción de recursos naturales y minerales, y urbanización.

Aplicando soluciones: hay muchas soluciones probadas para revertir estas tendencias, como el ordenamiento ambiental y la planificación territorial de escala detallada, la reforestación con especies nativas, la construcción de infraestructura verde, la rehabilitación de suelos contaminados y sellados (por ejemplo, bajo el asfalto), el tratamiento de aguas residuales y la restauración de los canales fluviales.

El desarrollo de agricultura y ganadería regenerativa es vital, no solo por la posibilidad de convertir las tierras productivas en sumideros de carbono y de gases de efecto invernadero, sino por la posibilidad de crear suelos fértiles y altamente productivos.

Es urgente gestionar el suelo a escala del paisaje, donde las necesidades de la agricultura, la industria y las áreas urbanas pueden equilibrarse de forma integral. Además, las prácticas agrícolas deben modificarse sustancialmente.

Para las regiones en vías de desarrollo, como algunas partes de Asia y África, el coste de la inacción ante la degradación del suelo es al menos tres veces superiores al coste de la acción. Y los beneficios de la restauración son 10 veces superiores a los costes.

Muchos países ricos “descentralizan” sus impactos medioambientales importando grandes cantidades de alimentos, recursos y productos de otros países. La Unión Europea importa entre el 30 y el 40 por ciento de su comida, por ejemplo. De esta forma los problemas para el suelo se dan en otros territorios. Parece obvio que estos países deberían pagar el costo de la restauración y mejoramiento de suelos en los países productores.

Lograr restaurar ecosistemas que fueron convertidos a pastizales o espacios para agricultura tendría un doble beneficio: uno en la biodiversidad y otro en la mitigación del cambio climático. Esto concluyó un estudio publicado en la revista Nature y realizado por 27 investigadores de 12 diferentes países.

Un estudio mundial realizado recientemente, tras analizar 870 millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo que se han convertido en tierras de cultivo, se concluyó que si se logran restaurar el 15% de estas tierras se evitaría el 60 % de las extinciones. Específicamente, el 54% de los ecosistemas analizados eran originalmente bosques, el 25% pastizales, el 14% matorrales, el 4% tierras áridas y el 2% humedales.

Pero los beneficios no paran ahí: el estudio también concluyó que restaurar el 15 % de las tierras del mundo implicaría absorber más de 463 mil millones de toneladas de dióxido de carbono. “Impulsar los planes para devolver grandes extensiones de la naturaleza a un estado natural es fundamental para evitar que la biodiversidad y las crisis climáticas se salgan de control”, explicó Bernardo BN Strassburg, autor principal del estudio.

Igualmente, para evitar el temor que la restauración de ecosistemas les quite espacio a los cultivos y, por ende, amenace la seguridad alimentaria, los investigadores calcularon cuántos ecosistemas podrían revivirse sin cortar el suministro de alimentos. Descubrieron que el 55% (1.578 millones de hectáreas) de los ecosistemas que se habían convertido en tierras de cultivo, podrían restaurarse sin interrumpir la producción de alimentos. Esto podría lograrse mediante la intensificación bien planificada y sostenible de la producción de alimentos, junto con una reducción del desperdicio de alimentos y un abandono de alimentos como la carne y el queso (salvo que provengan de la producción regenerativa), ya que requieren grandes extensiones de tierra y, por lo tanto, producen emisiones desproporcionadas de gases de efecto invernadero.

Como podemos ver, existen soluciones reales y efectivas. Un país como Costa Rica, además de implementar este tipo de acciones, podría convertirse en un líder mundial en el tema de restauración de suelos, producción regenerativa y lucha contra la desertificación y el Cambio Climático. La clave es el ordenamiento ambiental del territorio y la planificación territorial sustentable.

allan@salveterra.life

La Ecosfera terrestre, que nos da comer, tiene un límite que estamos cerca de alcanzar

La capacidad de la Ecosfera terrestre, tanto continental como marina, tiene un límite crítico para abastecer los requerimientos de una población humana en crecimiento exponencial. La presión de las actividades humanas hacia los diversos recursos naturales se ha incrementado significativamente, en particular, durante los últimos 40 años en que la población de la humanidad se aumentó de 4,5 a 7,9 miles de millones de personas.

La afectación producida por las actividades productivas humanas ha sido muy intensa, debido a la aplicación de una economía depredadora del ambiente y que, en general, no ha sido, ni es socio-ambientalmente sustentable. Uno de las consecuencias más significativas, es el impacto en la fuente de alimentos para la humanidad, lo cual requiere que se le dé la mayor atención por su gran importancia.
En las últimas décadas nuestro planeta se ha hecho pequeño para la humanidad. La Ecosfera terrestre es la parte de nuestra nave espacial planetaria donde se producen los alimentos que sostienen a la toda la población mundial.

El problema es que ese “invernadero planetario -continental y marino-“ tiene una capacidad máxima de producción y en muchos aspectos ya la estamos alcanzando. Necesitamos reconocer el problema para plantear verdaderas y consistentes soluciones.

Datos de la ONU: la Organización de la Naciones Unidas (ONU), nos informa que “tras décadas de constante declive, el hambre en el mundo ha ido aumentando lentamente desde el 2015”. De acuerdo con este informe (https://www.un.org/es/sections/issues-depth/food/index.html), en el 2018 se estimaba que 821 millones de personas se iban a la cama con el estómago vacío.

Desde el 2004, según la ONU, el aumento de producción de alimentos no pudo mantenerse al mismo nivel en el que crecía la demanda, por lo que los precios de la mayoría de los cereales comenzaron a subir. Se indica además que: la crisis económica mundial de 2008 y 2009 minó la seguridad alimentaria de muchos países.

El hambre ha aumentado en muchos de los países donde la economía se ha desacelerado o contraído, principalmente en los estados de ingresos medios, tal y como muestra el Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019. Uno de cada 10 seres humanos padece malnutrición o hambre en el mundo. De acuerdo con la ONU, es el principal riesgo a la salud de las personas, más que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas.

Acceso a los alimentos: referente al acceso insuficiente a la comida nutritiva, la cifra es todavía más alarmante, según la ONU. El dato es de 2 mil millones de personas, localizados mayoritariamente, en países en vías de desarrollo, pero también representan un 8 % de la población de norte América y Europa, donde, paradójicamente, se desperdician como desechos gran cantidad de alimentos. África es la región más crítica, ya que casi el 20 % de sus habitantes se encuentra ”bajo el yugo del hambre y la malnutrición”.

Datos del 2020 señalan que la “producción de alimentos a nivel mundial solo alcanza para alimentar el 44 % de la población” (https://www.posibl.com/es/news/sociedad/la-produccion-de-alimentos-a-nivel-mundial-solo-alcanza-para-alimentar-al-44- de-la-poblacion-17685511). El resto de alimentos se produce a costa de los límites planetarios según un análisis del sistema agrícola global, realizado por científicos del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), en Alemania.

Según el estudio, se asigna demasiada tierra para cultivos y ganado, se fertiliza demasiado y se irriga también en demasía. A modo de ejemplo, la cantidad de agua (en litros) que se requiere para producir un kilogramo de banano es de 800, de papas es de 287, de maíz es de 1.000 y de carne es de 15.000 (fuente: https://www.gaceta.unam.mx/la-produccion-de-alimentos-el-mayor-desafio-en-el-mundo/)

Medidas a tomar: el estudio citado señala que todavía existen vías para solucionar la situación y producir alimentos de forma más sustentable. Por ejemplo, en África subsahariana, se sugiere que una gestión más eficiente del agua y los nutrientes podría mejorar considerablemente los rendimientos agrícolas.

Otra de las recomendaciones de los expertos es la reconstrucción de las granjas utilizadas actualmente. La idea es ceder tierras en aquellos territorios donde más del 5 % de las especies están amenazadas. En aquellos bosques tropicales donde más del 85 % de sus árboles han sido talados, la tarea es reforestar. Se debe reducir la extracción de agua dulce utilizada para riego al igual que debe disminuirse el uso del nitrógeno para fertilizar terrenos cercanos a aguas superficiales, para evitar contaminación.

Y, agregan, en lugares donde estos límites no se exceden pueden expandirse granjas de cultivo. El estudio concluye que, las acciones a tomar, en este tema, potenciarían la producción actual a 7.8 mil millones de personas, una cifra cercana al total de la población mundial en este momento. De hecho, bajar el desperdicio de alimentos y depurar las porciones de carne en las dietas globales a una o dos, aumentaría las reservas agrícolas hasta 10,2 mil millones, un poco más de la población global proyectada para los próximos 30 años.

En el caso de Costa Rica y otros países tropicales con suelos muy fértiles y que no se están usando para la producción de alimentos, el paso hacia una producción agrícola y agropecuaria regenerativa que evite la emisión de gases de efecto invernadero y más bien estimule el desarrollo de sumideros de carbono, resultaría en una actividad económica de gran potencial.

En síntesis, los patrones actuales de producción de alimentos en biomas terrestres no son ambientalmente sustentables, con lo cual se está incrementando seriamente la afectación de la Ecosfera terrestre. Además de ello, los alimentos que se producen son cada vez más costosos y no alcanzan para toda la población mundial. Pese a ello, existen posibles soluciones, pero se requieren acciones rápidas y urgentes en materia de realizar cambios en agricultura y la ganadería de forma tal que se dejen de afectar los límites planetarios para la producción de alimentos. Además, se hace indispensable producir alimentos más sanos y nutritivos, que garanticen una “seguridad alimentaria sustentable”.

Alimentos pesqueros: en materia de la producción de alimentos pesqueros (marinos y dulceacuícolas) la situación mundial muestra tendencias que preocupan. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desde 1950 hasta el 2020 la captura de especies marinas se quintuplicó, pasando de 20 millones de toneladas anuales a cerca de 100 millones de toneladas por año.

Por su parte, desde 1970 la acuicultura continental y marina se incrementó desde casi cero a 80 millones de toneladas por año. Esto, posiblemente hizo que los efectos de la sobreexplotación de especies no hayan sido tan intenso, aunque se ha duplicado desde la década de los años 70. Pese a eso, la tendencia de la pesca biológica no sostenible se ha incrementado en las últimas décadas y muestra una tendencia preocupante. También preocupa la acuicultura ambientalmente no sustentable.

Los estudios biológicos sobre las poblaciones marinas del planeta arrojan un indicador muy preocupante: la población total de vida marina se ha reducido a la mitad en los últimos 40 años, y su reducción sigue en aumento.

A lo anterior se suma la afectación que tienen las aguas continentales y, particularmente marinas, por contaminación por químicos, microplásticos y, además, las afectaciones por efectos de Cambio Climático que llevan a considerar que, también en este tema nos estamos moviendo hacia un punto de No Retorno. Situación que implicaría que los mares dejen de producir alimento (en las próximas décadas) para una población humana cada vez más creciente.

Perspectiva de situación y soluciones: para los habitantes de un país tropical y fértil como Costa Rica, la idea de que la producción de alimentos en el mundo está disminuyendo resulta más bien rara. Los mercados y supermercados ofrecen una abundante variedad, tanto de vegetales como de cereales, granos y diferentes tipos de carne y pescado, aunque con precios cada vez más altos.

Algo similar sucede en los comercios de alimentos de los países industrializados y económicamente ricos. Situación que hace, como la disposición de aire para respirar y agua para tomar, nos hace tener la sensación de que no está pasando nada, lo cual no es la realidad. Más esa situación de oferta de alimentos no es la situación de todo el mundo.

La verdad es que en el planeta la producción de alimentos continentales y pesqueros está en descenso y que su costo ambiental de producción es cada vez más alto. Durante décadas esa producción ha traído consigo una mayor presión sobre los recursos naturales como el suelo y el agua, y provocado una significativa y creciente contaminación ambiental, incluyendo los océanos.

Toda esa realidad no puede ser ignorada, pues dejar que las tendencias que se han dado en los últimos años, sigan su camino, solo nos llevará a un escenario de mayor deterioro ambiental, costos cada vez más altos y en determinado momento, escasez. Es decir, con una población mundial con menor acceso a una alimentación apropiada. Algo que resultará, inexorablemente, en un problema social, de salud y ambiental para la humanidad.

Y como hemos indicado antes, si existe solución concreta a estos problemas, pero requiere ser implementada y actuar lo antes posible. Parte de esa solución consiste en aportar información ambiental inteligente a los gobiernos locales para ordenar y planificar el uso de sus territorios de forma sustentable. No todos los espacios geográficos son aptos para la producción agrícola y agropecuaria, como tampoco lo son para el desarrollo urbano.

Resulta de gran importancia, por medio de la planificación ambiental del territorio (de escala detallada), establecer las zonas de producción agrícola y agropecuaria principalmente regenerativa y ordenar la producción sustentable de alimentos vegetales y de proteínas animales.

En este tema, los países tropicales como Costa Rica, con suelos fértiles y con muy alta disposición hídrica tienen un potencial productivo muy alto. Algo que aportaría mucho a su desarrollo socioeconómico sostenible, ante un mundo con cada vez menos oferta de productos alimenticios verdaderamente ecológicos y sustentables. Las soluciones son viables y posibles, pero se ocupa empezar a actuar pronto y a escala local (municipal).

A este respecto, como ciudadanos de un cantón, todos tenemos el derecho de preguntar: ¿dispone nuestro municipio de un plan de ordenamiento territorial debidamente sustentado en información ambiental detallada?, ¿se han planificado ya los territorios para producción agrícola y agropecuaria regenerativa?, ¿se ha organizado la forma de corregir la contaminación ambiental que se está produciendo en el cantón?, ¿se ha iniciado un plan de recuperación y de restauración del equilibrio ambiental del territorio? Como se puede ver, hay mucho que podemos hacer. Solo debemos tener la voluntad de hacerlo.

Guerra vs Clima

La situación de guerra en el Este de Europa, particularmente en Ucrania por la operación militar de Rusia en ese territorio, satura nuestras pantallas. Desde el mes de febrero, cuando comenzó, todos los días, surgen noticias de uno u otro bando, sobre el estado de esa guerra, la devastación y muerte que está produciendo y, además,  sus consecuencias económicas que, prácticamente, está afectando a toda la humanidad.

La mayoría de esas noticias no son buenas, pues casi que ninguna habla sobre su posible fin. Todo lo contrario, como cuando se trata de los graves daños que produce a la población civil o a la infraestructura de muchas ciudades bombardeadas que, poco a poco, empiezan a representar la imagen de un mundo humano en autodestrucción. Algo que, para ya adentrado el siglo XXI, resulta extraño para Europa, nuestro ideal de desarrollo y cultura, pues esas imágenes eran más comunes en noticias sobre Afganistán, Siria o el este de África, por solo mencionar algunos otros sitios en conflicto que noticieramente, para muchos medios, han perdido relevancia.

Entre las tantas noticias que recibimos hay algunas que deberían hacernos meditar mucho sobre el rumbo que lleva nuestra civilización humana.  Cuando vemos las cosas en perspectiva, nos damos cuenta de que vamos exactamente en sentido contrario del camino que deberíamos llevar. Al respecto, vale la pena considerar algunos temas relevantes.

Guerra: es claro que la guerra deja enormes beneficios económicos a los fabricantes de armas y todo lo que está relacionado con las actividades bélicas, incluyendo a muchos medios de comunicación.

Pero no solo en ese ámbito genera beneficios a algunos privilegiados directos, sino también a otros indirectos, como los que se benefician del desorden de los mercados económicos y con los aumentos de precios de todos los bienes y servicios. Así, mientras algunos se enriquecen cada vez más, la gran mayoría de la población mundial se empobrece.

Pero esas no son las únicas cosas malas y terroríficas que dejan las guerras. Lo más grave es el devastador mensaje sicológico que trasmite, en particular a las generaciones más jóvenes. Nos referimos a los niños y a los jóvenes, aunque, la verdad, nos afecta a todos los que tenemos la esperanza de que la humanidad puede progresar y salir adelante a pesar de tanto obstáculo.

Escuchar en las noticias que países avanzados, llenos de gente  preparada, inteligente y capaz, con muchos galardonados con premios Nobel y otros premios similares, están promoviendo la guerra resulta altamente decepcionante. Enterarnos que un país como Alemania que ha hecho grandes esfuerzos en la lucha contra el Cambio Climático, a va a abrir nuevamente las centrales termoeléctricas que queman carbón mineral y que invertirá el 2 % del PIB (cerca de 110 mil millones de dólares anuales) en desarrollar su ejército, resulta algo difícil de creer y profundamente desesperanzador.

Clima: al contrario de las noticias sobre la guerra o las enfermedades que agobian a la humanidad, las noticias sobre el Cambio Climático apenas y se mencionan de forma tangencial en los noticieros. No obstante, el Calentamiento Global sigue avanzando.

La cantidad de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera está muy cerca de 420 ppm (el último dato de que disponemos es de mayo del 2021 que era de 416,45 ppm, según esta página).

Durante el transcurso del año se han dado efectos climáticos extremos en todo el mundo, particularmente con fuertes olas de calor en el hemisferio norte. Por su parte, en la zona tropical tenemos un año afectado por el fenómeno de La Niña y con unas condiciones particularmente lluviosas.

El Cambio Climático se sigue manifestando de una forma cada vez más acentuada. La temperatura de la atmósfera del planeta ya alcanza los 1,2 grados centígrados respecto a la temperatura de la época preindustrial (aproximadamente el año 1.800). Cada vez avanzamos más rápido al umbral de los 1.5° que estableció el Acuerdo de París en el 2015 y que se planificó, erróneamente, como un límite para el año 2050.

Como hemos explicado previamente el Cambio Climático es el límite planetario más conspicuo, pero solamente es uno de los nueve o diez límites que se encuentran en condición de deterioro.

Para donde quiera que miremos encontramos problemas ambientales de orden planetario: océanos  y mares sobreexplotados que ahora solo tienen la mitad de la vida de hace unas décadas, además de contaminados con sustancias químicas y microplásticos; bosques tropicales desapareciendo cada vez más rápido o degradados muy cerca de su límite de no retorno, pérdida acelerada de la vida y la biodiversidad del planeta (extinción masiva de especies), suelos degradados con cada vez menos capacidad agrícola y  cuerpos de agua dulce cada vez más pequeños y contaminados, entre otros serios problemas que agobian el equilibrio de la Ecosfera Terrestre.

Rumbo: los efectos del Clima planetario no hacen pausa por la Guerra que hacemos los seres humanos. Los esfuerzos de la humanidad deberían y tienen que estar dirigidos a ralentizar y mitigar los efectos del Cambio Climático y a recuperar la biodiversidad y disminuir la contaminación en todo el planeta. Ese debería ser el verdadero y sólido mensaje que debemos trasmitir a nuestros jóvenes y no el de una guerra sin sentido.

Hemos planteado que existen soluciones efectivas por encima de solo tratar de disminuir emisiones contaminantes. Es vital recuperar bosques tropicales y ecosistemas, así como arrecifes coralinos, entre otra serie de acciones estratégicas que se han venido proponiendo durante los últimos años.

Con un poco menos de la mitad de los gastos militares anuales del mundo se podría empezar a ralentizar los efectos del Cambio Climático y a recuperar la biodiversidad y el equilibrio de la Ecosfera terrestre. Y dado que esos gastos se tendrían que hacer, principalmente, en países tropicales del mundo, también se estaría contribuyendo a resolver de forma notable, los problemas de pobreza, educación y salud en esos países, así como las bases estructurales de la cada vez más creciente migración humana hacia los países ricos.

Como podemos ver, vamos por la senda equivocada, muy equivocada. Trasmitimos así un mensaje nefasto a nuestros niños y jóvenes. Es como si nos hubiéramos dado por vencidos ante nuestras propias inequidades.

Más, sin embargo, nuestra tarea debe ser la de mantener nuestra perseverancia y seguir insistiendo en la importancia de cambiar ese equivocado rumbo que llevamos. Nuestra peor actitud es la de mantenernos al margen de una realidad que nos involucra a todos.

Debemos seguir insistiendo que la verdadera guerra que debemos enfrentar es la de lucha contra el desequilibrio de la Ecosfera terrestre que nosotros mismos, los humanos, hemos generado. Tenemos la inexorable obligación de trasmitir un mensaje positivo a las nuevas generaciones (niños y jóvenes) de que si hay solución y que hay muchas cosas positivas que hacer. En esta tarea los medios de comunicación de todo tipo tienen una misión muy importante.

Los derechos de la vida de la Ecosfera terrestre y los problemas humanos

En medio del actual conflicto OTAN – Rusia y la situación militar en Ucrania, y como si no fuera poco, después de dos largos años de Pandemia mundial por el SARS – COV 2, resulta importante que ubiquemos estos graves problemas humanos dentro de una perspectiva más amplia y que se vincula a los derechos de la vida de la Ecosfera terrestre. Algo muy necesario para tomar conciencia del camino que llevamos como humanidad y como especie relevante en el equilibrio y subsistencia de la vida en nuestro planeta.

Vida de la Ecosfera terrestre: es la totalidad de la biodiversidad que existe, principalmente, en una delgada capa del planeta Tierra que se extiende desde el nivel más inferior del suelo hasta la parte más alta del dosel de los árboles o vegetación que se levanta sobre la superficie del terreno, así como la parte más superior (aproximadamente 200 metros) de todos los océanos. Tiene un grosor máximo de 200 metros, pero en promedio es de 50 metros. Comparado con el grosor del planeta es una capa sumamente delgada, casi imperceptible.

Preferimos usar el concepto de Ecosfera que el de biosfera, en la medida que la primera acepción comprende las interacciones de la capa que contiene la vida con otras capas de la Tierra, como la parte superior de la corteza terrestre que incluye elementos tales como los mantos de aguas subterráneas, la energía geotérmica, las fuentes de actividad volcánica y, sobretodo, los elementos de tectónica que incluyen las fallas geológicas activas y las fuentes de sismicidad. Además, también se incluye la interacción de la biosfera con la atmósfera y las condiciones de clima y tiempo atmosférico.

La vida de la Ecosfera terrestre abarca toda su biodiversidad, es decir, todo el enorme y multiverso conjunto de especies de vegetación, aves, hongos, insectos, arácnidos, organismos unicelulares, microrganismos, mamíferos, anfibios, reptiles, etc. Empero, no solo se trata de los organismos que existen en la actualidad, sino, también, todas las especies que han existido en la historia de la vida en la Tierra y que abarca un periodo enorme de tiempo de cerca de 4 mil millones de años.

La vida de la Ecosfera terrestre, a pesar de ser tan frágil, tiene una enorme resiliencia. Ha soportado al menos seis grandes extensiones masivas. Algunas de ellas han eliminado hasta el 90 % de la vida de la Tierra. Sin embargo, la vida del planeta ha resurgido y aunque algunas especies desaparecieron para siempre, nuevas especies surgieron y poblaron el planeta.

El problema que tenemos que entender los humanos sobre las extinciones, es que la recuperación de la vida en el planeta lleva de cientos de miles o millones de años. Un tiempo muy pero muy extenso que la especie humana no podría sobrevivir. En resumen, de una nueva extinción masiva la especie humana, no podría sobrevivir. Afirmación muy grave, en la medida de que los estudios científicos nos indican que ya estamos dentro de una gran extinción masiva que se inició hace poco más de 200 años.

Derechos de la vida ecosférica terrestre: la vida de la Ecosfera terrestre no existe gracias a los humanos, es todo lo contrario, la especie humana es producto de la evolución de la vida de la Ecosfera terrestre. Siendo así, y dada la enorme complejidad de esa vida y del hecho real de que la vida en el Universo conocido no es común, tanto así que, pese a los esfuerzos de décadas, todavía no ha sido posible de encontrarla ni siquiera como vida fósil, es claro que la vida y la biodiversidad que implica la Ecosfera terrestre tiene un importante e ineludible derecho a existir.

No sobra decir que de esa existencia depende directamente la sobrevivencia de la especie humana, pues es esa vida, tanto en los suelos como en los mares y los bosques, la que nos alimenta y sin ella no podríamos existir como humanidad. También, del hecho concreto de que esa vida se encuentre en equilibrio es que depende nuestro estado de salud. Esto, por cuanto, ecosistemas enfermos y contaminados pueden ser fuentes de graves plagas capaces de dañar la salud de toda la especie humana, como la misma Pandemia por el SARS COV 2 y otras que han existido en el pasado.

Deterioro de la vida de la Ecosfera terrestre: en escritos anteriores (www.allan-astorga.com) hemos presentado extensos argumentos para mostrar la grave situación de deterioro que tiene la vida de la Ecosfera terrestre. Desde el inicio de la era industrial hace aproximadamente 210 años, se inició un proceso depredador creciente de la naturaleza. Esto, la ha llevado a una situación muy crítica, debido al efecto acumulativo y ubicuo de las actividades humanas en todo el mundo.

La gran mayoría de los indicadores de equilibrio de la Ecosfera terrestre se encuentran en estado de peligro y algunos de ellos en la zona de riesgo o muy cerca de ello. El asunto no se trata, como hemos dicho, solo del aumento de la temperatura de la atmósfera por el Cambio Climático, sino por otras muchas cosas más: deterioro y perdida de los suelos, pérdida acelerada de la biodiversidad en bosques y mares, contaminación de las aguas y los acuíferos, sobreexplotación de los océanos, entre otros.

La situación es tan grave y peligrosa para el futuro de la vida de la Ecosfera terrestre y de la humanidad misma, que es comparable con el anuncio de la caída de un meteorito de nivel de extinción como el que eliminó a los dinosaurios y otras especies hace 65 millones de años. La diferencia con esa situación es que en los pocos años que quedan si tenemos posibilidad de actuar y hacer cosas que permitan ralentizar los efectivos y hasta revertir las peores consecuencias. Lo grave es que cada vez tenemos menos tiempo. Los recientes datos nos indican que tenemos menos de una década para hacer algo realmente efectivo.

Paradoja de los costos de salvar el planeta vs los costos militares: En nuestros escritos previos señalamos que el control de las emisiones que se producen por quemado de combustibles fósiles (descarbonización de la economía mundial), no es suficiente para luchar contra solo uno de los indicadores de crisis y desequilibrio de la Ecosfera terrestre. Es importante, pero se ocupa una acción complementaria mucho más efectiva.

Nuestros estudios en ordenamiento y planificación del territorio y potencial de almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) que puede ser capturado de la atmósfera por árboles y suelos tropicales, nos llevan a colegir que se requiere, además de proteger las zonas de bosques ya existentes, desarrollar 250 millones de hectáreas de bosques tropicales nuevos en los próximos 10 años. Esto es vital, no solo para tener una incidencia efectiva en la disminución de CO2 en la atmósfera (cerca del 50 % de las emisiones producidas desde el año 1800), sino también, para estabilizar la extinción masiva de especies y la biodiversidad de la Ecosfera terrestre.

Esa acción estratégica tiene un costo anual de 750 mil millones de dólares, que es aproximadamente un tercio de lo que se gasta en asuntos militares en el mundo. Esto según la página: https://www.sipri.org/research/armament-and-disarmament/arms-and-military-expenditure/military-expenditure. Algo que resulta verdaderamente paradójico, pues con la reciente situación en Europa del Este, Alemania decidió invertir el 2 % del PIB en fortalecer su ejército, lo cual representa una inversión anual de 113 mil millones de dólares.

Es vital cambiar las prioridades: como podemos ver, salvar la vida de la Ecosfera terrestre es posible y viable. Aunque su costo pareciera relativamente alto, desde una perspectiva global es posible realizarlo. Tal solo bastaría reducir los gastos militares actuales a lo que se tenían en el año 2000 e invertir la diferencia en salvar la vida del planeta Tierra. Esto, a modo de ilustración, pues los recursos podrían provenir de fuentes diversas.

Además, como hemos señalado antes, la inversión a realizar en los países tropicales (casi todos del tercer mundo) por regenerar bosques, suelos y ecosistemas, generaría cerca de 250 millones de nuevos empleos, en una nueva “profesión”: los regeneradores de la naturaleza. Empleos que, aliviarían en mucho los problemas de migración que se dan desde muchos de estos países hacia los países del primer mundo en el hemisferio norte.

El problema que tenemos es de tiempo, pues dado que el deterioro de la Ecoesfera terrestre se acelera cada día, se hace indispensable tomar las acciones correctivas lo antes posible. No se trata solo de planear, discutir o negociar. Se requiere de implementar y ejecutar lo antes posible, en cada municipio tropical del mundo. Solo así podremos empezar a revertir el enorme daño que hemos generado, como humanidad, durante los últimos 210 años a nuestro planeta.