No se trata de un combate de boxeo o de lucha libre. Se refiere a un dilema que tiene décadas de existir y que, lejos de resolverse, parece que cada día se profundiza. Con ello, quienes pagan por los “platos rotos” somos todos los ciudadanos y en particular aquellos que adquieren muy costosas y duraderas hipotecas (muchas veces en dólares) por una residencia o edificación que, ya desde el principio se localiza en un sitio de alta o muy alta amenaza natural. Algo que no parece justo, si las soluciones técnicas existen y se pueden aplicar con la debida antelación.
Geología no es lo mismo que Geotecnia: este es un tema controversial, incluso para algunos colegas geólogos que se dedican a la Geotecnia. En términos prácticos, la geotecnia, principalmente cuando es realizada desde el ámbito de la ingeniería civil, se concentra fundamentalmente en el suelo y la parte más superior del subsuelo. Se trata de un estudio muy local que realiza sondeos (de varios metros de profundidad), toma muestras para análisis de laboratorio y realiza algunos ensayos de campo (como pruebas de infiltración).
Siendo así, los estudios geotécnicos no realizan estudios locales más profundos, vinculados a las formaciones geológicas que se presentan en el subsuelo superior del área del proyecto o en sus alrededores.
Los datos sobre las formaciones geológicas consideran observaciones profesionales sobre la litología de las rocas, su composición mineralógica y petrológica, dureza, fracturación y estratificación (lineación), corteza de meteorización, contenido de arcilla y porosidad y permeabilidad aparentes, entre otros datos técnicos. Además, identifican la unidad geodinámica a que se suscribe el terreno, como por ejemplo si se trata de una abanico aluvial activo, o un valle de inundación fluvial o una ladera inestable.
Estos estudios técnicos son más del ámbito de la Geología y por eso, no es posible afirmar que un estudio geotécnico es equivalente a un estudio geológico. Aunque parezca lógico y sencillo, en realidad, esta diferencia genera un sinnúmero de problemas.
Geoaptitud del terreno: el resultado práctico de un estudio geológico aplicado tiene directa relación con la denominada Geoaptitud del Terreno que es la aptitud geológica natural que tiene un terreno para asimilar un proyecto de construcción como un edificio, una carretera o una obra de infraestructura como un acueducto o similar.
Como parte de la Geoaptitud, además de las características litopetrofísicas de las formaciones geológicas del subsuelo superior, se reconocen aspectos geomorfológicos, hidrogeológicos, de estabilidad de ladera y de diversos tipos de amenazas naturales vinculadas la GeoRiesgos o efectos del Cambio Climático.
En países tropicales el tema hidrogeológico es de gran importancia, dado que con un correcto estudio geológico es posible dilucidar si existen mantos de aguas subterráneas (acuíferos) bajo la superficie del terreno. Se puede reconocer incluso, la profundidad del nivel de agua y hasta el posible caudal que puede ser extraído en caso de perforar un pozo para su aprovechamiento. Nótese que este conocimiento resuelve un problema cada vez más creciente como lo es la disponibilidad de agua por medio de un acueducto.
Como parte de las amenazas naturales se debe reconocer la susceptibilidad sísmica del terreno (terremotos), los peligros volcánicos (si se encuentra a menos de 30 Km de un centro de emisión), los deslizamientos, deslaves, derrumbes y procesos erosivos, inundaciones fluviales y paso de flujos de sedimentos, licuefacción, ruptura en superficie por fallamiento geológico activo, subsidencias y hundimientos, así como cambios relativos del nivel del mar y tsunamis en zonas costeras.
La forma práctica de resumir estos resultados es señalando el grado de Geoaptitud que tiene el terreno, subrayando las limitantes técnicas por factores geológicos que determinan el uso potencial del terreno y las consideraciones que deben ser tomadas en el diseño ingenieril.
¿Qué pasa cuando no hay estudio de Geoaptitud?: cuando las condiciones de Geoaptitud son buenas, es posible que con el estudio geotécnico sea suficiente como base para el diseño del proyecto. No obstante, cuando esas condiciones no son buenas, es decir, cuando hay limitaciones, los datos de Geoaptitud son muy necesarios.
Los estudios de ordenamiento y planificación territorial, así como de gestión preventiva del riesgo coordinados por el autor en Centroamérica y el Caribe, llevan a concluir que el porcentaje promedio de terrenos de buena Geoaptitud es de aproximadamente un 35 %. El resto del territorio requiere de estudios geológicos o de Geoaptitud para establecer las condiciones del desarrollo de construcciones.
Este hecho, aunado a la circunstancia de que en la región mencionada se dispone de relativamente pocos geólogos por país, a lo cual se suma la falta de cartografiado geológico de detalle (escala 1.25.000 o menor, preferentemente 1:5.000), lleva a un grave resultado: la gran mayoría de los proyectos de construcción en Centroamérica y Caribe no cuentan con un detallado estudio geológico (o de Geoaptitud) de previo al diseño del proyecto. Menos en lo que a la selección de la finca se refiere.
La afirmación anterior se ve confirmada por el hecho de que entre el 40 al 50 % de todas las construcciones en Centroamérica y el Caribe, se localizan en terrenos de alta y muy alta susceptibilidad a amenazas naturales (Georiesgos y efectos del Cambio Climático). Algo que explica lo sucedido en el caso del terremoto de Haití del 2010 que provocó el fallecimiento de 316 mil personas, 350 mil heridos y la perdida de hogar para más de 1,5 millones de personas. Toda una terrible catástrofe cuyas secuelas sociopolíticas y económicas todavía perduran en ese país del Caribe que es uno de los más pobres del mundo.
Los costos económicos: la ausencia de estudios de Geoaptitud detallados, a parte de las graves consecuencias en la pérdida de vidas humanas, también puede llevar a que se produzcan muy serias pérdidas económicas. Existen muchos ejemplos de ello.
En Ciudad Guatemala gran parte de la infraestructura estratégica fue desarrollada sobre áreas de alta susceptibilidad sísmica, pese a la experiencia del terremoto de 1976. El desarrollo de un nuevo evento sísmico podría provocar costos económicos muy significativos en la Ciudad.
En Costa Rica, la llamada “nueva” carretera a San Carlos tiene casi 30 años de estar desarrollándose con una fuerte inversión económica gracias a los problemas de Geoaptitud y no tanto geotécnicos. Todavía se requiere de una inversión similar a la ya realizada para poder terminarla sin tener la garantía de que será una obra resiliente.
En el caso de la Ciudad de Managua, la nueva urbe fue gradualmente desarrollada sobre la antigua zona “terremoteada” por el fuerte sismo de 1972 que destruyó gran parte de esa capital. Algo parecido sucede con la Ciudad de San Salvador, cuya ciudad ha seguido creciendo por las zonas fuertemente impactadas por los terremotos del 2001.
En San Pedro Sula, Honduras, la mitad de esta ciudad, incluyendo su aeropuerto internacional se localiza sobre una zona de muy alta susceptibilidad a la inundación fluvial. Durante los últimos años las graves inundaciones han sacado al aeropuerto de operación por semanas y, además, las evacuaciones de poblados enteros se han tenido que dar en medio de gran anegamiento que tapa los techos de las casas y trágicamente acaba con la vida de los animales domésticos y de granja, llevándose también los sueños de los residentes que sobreviven y que tienen que empezar su vida nuevamente a partir de casi nada.
Grave problema y solución: la experiencia del autor en sus estudios por Centroamérica y también en América Latina, siempre lleva a la misma conclusión. Conforme más se incrementa el tamaño de las urbes latinoamericanas por la fuerte migración del campo a la ciudad, más crece la cantidad de construcciones que se presentan en condiciones de riesgo a las amenazas naturales, incluyendo los efectos del Cambio Climático. Es un crecimiento casi exponencial.
Las machas urbanas de las ciudades latinoamericanas cubren, cual extensa alfombra de cemento y rocas, los valles fluviales, las laderas de los volcanes activos y las fuertes laderas de las montañas que todavía no hace mucho estaban cubiertas de bosques con miradores para ver la ciudad.
Todo esto sucede sin estudios de Geoaptitud y todavía más grave, sin ordenamiento ni planificación del territorio. Salvo muy pocas excepciones, es un crecimiento urbano totalmente desordenado, caótico, vegetativo, al son de instrumentos normativos altamente permisivos que permiten construir prácticamente en cualquier local.
Así como en las ciudades latinoamericanas y centroamericanas y del Caribe, la Gran Area Metropolitana de Costa Rica sigue expandiendo su marcha urbana con cada vez más gente en condición de riesgo. Algo grave a la luz probabilística de un eventual terremoto urbano. Algo que debería llamar seriamente la atención de las autoridades.
Es de gran importancia desarrollar una planificación territorial verdaderamente sustentada en datos técnicos, donde la Geoaptitud del terreno no debe ser visto como un tema de conflicto con la ingeniería civil, sino como un complemento para desarrollar construcciones más seguras y resilientes. La geología y la ingeniería civil no son disciplinas técnicas en choque, como lo quieren hacer parecer algunos equivocados.