Crucitas y nuestra institucionalidad democrática

Colaboración con: Jorge Lobo, biólogo UCR, Yamileth Astorga, bióloga UCR.

A propósito de los bochornosos acontecimientos de que nos han informado algunos medios de prensa en los últimos días en relación a una filtración de un proyecto de sentencia de la Sala Primera de la Corte Suprema de Justicia, resulta indispensable ver en perspectiva lo que ha sucedido y lo que está sucediendo, no solo en el ámbito de lucha contra la minería metálica, sino ahora en una dimensión mucho más importante todavía, como lo es la defensa de nuestra institucionalidad democrática.

Una lucha desigual. Ante todo se debe recordar que la lucha de ideas que se ha dado en los últimos dos años alrededor del tema de la minería metálica en Costa Rica ha sido una lucha muy desigual. Mientras que la empresa ha contado con recursos económicos para pagar onerosos bufetes y costosísimas campañas publicitarias para defender su posición legal y técnica, los grupos que se han opuesto a la actividad minera solo han contado con los recursos de su voluntad, convencimiento y sacrificio, para exponer ideas, ya sea en medios de comunicación como este, que permiten su publicación, o bien en foros a los que la empresa casi nunca quiso participar, o en las calles, haciendo caminadas y hasta huelgas de hambre frente a la Casa Presidencial.

Todavía están frescos los recuerdos de la inspección que realizaron en setiembre del 2009 dos magistrados de la Sala Constitucional al sitio del proyecto minero en Las Crucitas y que ese trato desigual se puso de manifiesto en el hecho de que mientras los magistrados de la Sala y los representantes de la empresa se desplazaban en carros, los luchadores antimineros se tenían que desplazar a pie, por los soleados y enlodados caminos de la mina. Un principio tan elemental como el de igualdad entres las partes, en el acceso a los sitios, en el acceso a los magistrados durante esta diligencia, y en el acceso a la información de esta inspección (cronograma, sitios a visitar) se perdió en la improvisación que se puso de manifiesto ese día.

También, en la visita realizada en noviembre del 2009 en la Sala Constitucional, se pudo observar cómo los representantes de las instituciones del Estado, como la Setena, el Minaet, la Dirección de Geología, en vez de mantener una posición intermedia y neutral, parecían formar un único equipo de trabajo con los representantes de la empresa en defensa de lo actuado y de la supuesta “conveniencia nacional” basada en estudios de costo beneficio inexistentes, como se alegó, y lo reconoció más tarde al Tribunal Contencioso.

Durante el juicio en el Tribunal Contencioso, iniciado el 4 de octubre del 2010, la lucha de ideas también fue desigual, pues mientras la empresa disponía de un costoso grupo legal de apoyo, que ocupaban mesa, en conjunto con los abogados del Estado, en defensa de la posición de la Minera y de lo actuado, del otro lado, los grupos antimineros estaban representados por un pequeño grupo de abogados sacrificados, cuyos únicos honorarios han sido la satisfacción de hacer una lucha llena de convicción, y de entrega en defensa de los principios en los que creen.

Lucha que se vio culminada con un rotundo éxito cuando el Tribunal Contencioso resolvió que la mayoría de sus argumentos eran ciertos y les dio la razón, durante la memorable tarde del 24 de noviembre vivida como una verdadera fiesta en todo el país.

Durante el último año, aunque para muchos pareciera que no ha ocurrido casi nada, la lucha y confrontación de ideas continuó en el silencio de la casación. Muchas horas de trabajo han invertido los abogados de la lucha antiminera para estudiar argumentos y presentar contraargumentos respecto al tema de Crucitas, sin remuneración alguna.

Toda esta confrontación de ideas y defensa de principios se ha dado dentro del marco del más absoluto respeto a la institucionalidad y de las reglas que establece su legislación.

Peligra la institucionalidad. Esa lucha desigual de confrontación de ideas y argumentos se ha podido dar porque en el fondo siempre ha existido una fuerte y sólida confianza en la institucionalidad de nuestro país y en particular, en la imparcialidad y honorable reputación de nuestros tribunales de justicia. Se tiene fe en que, a pesar del desequilibrio de fuerzas, particularmente en lo referente al poder económico y posiblemente también político de la Minera, para los tribunales lo que cuenta es la verdad y el peso de las argumentaciones expuestas por las partes.

No obstante, las noticias de los últimos días, además de producir náuseas y molestia por una actuación sumamente cuestionable, nos conducen esta vez a revelar lo que un magistrado de la Sala Primera designó como un “verdadero atentado a la juricidad de nuestro país y a los cimientos de la República”. En aras de lograr sus objetivos, pareciera que algunos están dispuestos incluso a socavar los principales pilares de nuestra institucionalidad democrática.

No se trata, como algunos creen, de una simple filtración de información. Es mucho más que eso. Es la confianza en nuestras instituciones y en el cumplimiento de los principios democráticos y de justicia que norman nuestro democracia que no es una democracia cualquiera, es la democracia más antigua de Latinoamérica y que se sustenta en principios que se han tenido que defender a costa de sangre y sudor de nuestros abuelos y padres. Y el grave peligro que puede significar el aceptar recursos planteados ante la Sala IV con base en un documento filtrado.

Todos los costarricenses deberíamos denunciar esta nueva burla a nuestra institucionalidad y manifestarnos esta vez con mucha mayor vehemencia. Es hora de que algunos de nuestros políticos –sospechosamente discretos desde hace una semana– comprendan que los tiempos han pasado y que nuestro país ya no es una hacienda donde manda el caporal a su gusto. La Constitución y las leyes están hechas para ser respetadas y cumplidas.

A un año de la tragedia de barrio Lajas en Escazú

Hoy, 4 de noviembre, se cumple un año de la tragedia de barrio Lajas en San Antonio de Escazú. Pasadas la media noche, un deslizamiento ocurrió en la ladera y pendiente abajo se transformó en flujo de material (avalancha) que descendió por el cauce de la quebrada Lajas, por su valle de inundación inmediata, arrastrando todo a su paso, incluyendo una serie de casas y sus ocupantes, localizadas en las cercanías de la quebrada, provocando la muerte de más de 20 personas.

Un desastre que fue noticia de “primera plana” durante varios días, pero luego se fue extinguiendo en importancia hasta quedar casi en el olvido. En honor a las personas que perdieron su vida y las de sus familiares y amigos que todavía los lloran, y considerando el profundo sentimiento de injusticia que nos embarga al saberse desde hace al menos 5 años que esta zona era particularmente vulnerable y que las autoridades tenían conocimiento de ello, es menester repasar lo ocurrido: se trata de una trágica lección de la que todos debemos aprender para evitar que se repita.

Lo primero que podríamos preguntarnos es qué hemos hecho en concreto, durante el último año, para evitar que este tipo de situaciones se sigan repitiendo en el futuro. La respuesta, desafortunadamente, no es muy halagadora. Salvo algunos esfuerzos aislados en algunos municipios y el trabajo que durante el año 2011 ha venido realizando el IFAM y la CNE de transferir a las municipalidades información sobre mapas de amenazas naturales para incentivarlos a iniciar proyectos concretos de gestión del riesgo preventiva, en realidad el tema sigue sin ser considerado como algo prioritario y que requiere una mayor atención de la que se le da.

Y es que, además del tema de vulnerabilidad de un importante porcentaje de la población a las amenazas naturales, el tema también es económico. A principios de este año, el Mideplán informó de que el costo acumulado de los desastres generados, principalmente, por deslizamientos, inundaciones y sismos, desde el año 1988 casi alcanza los $ 2.000 millones. Esto se adiciona a lo señalado por el ministro del MOPT, quien indicó que los daños en infraestructura hacen que se requieren de casi $ 200 millones por mes para reparación de carreteras y puentes. Lo más preocupante es que ni los eventos del 2010, ni los del 2011 son particularmente excepcionales como sí lo fue el huracán Mitch en 1998, sino que se trata de tormentas tropicales propias y normales de la estación lluviosa.

Los temporales del pasado mes de octubre nos dejaron inundaciones, deslizamientos y varios barrios con casas agrietadas y desalojadas, con sus habitantes muy preocupados por su futuro.

Gestión preventiva. Es claro que seguir haciendo solamente gestión de riesgo, reactiva, es decir, de atención de las emergencias, no es suficiente. No es posible, que se sigan dando usos del suelo y permisos de construcción en sitios de alta y muy alta amenaza, de manera que se siga acrecentando la cantidad de personas que viven en condiciones de alto y muy alto riesgo y que alcanza un 20 % de la población de la GAM.

Por consideración para con las víctimas de los desastres, en particular el de quebrada Lajas y para prevenir que haya más, urge tomar acciones concretas y directas. Además de desentrabar y acelerar el trámite de los más de 50 planes reguladores pendientes de aprobación, urge tomar medidas más concretas y rápidas, como el hecho de que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de acceder a la información ambiental generada para los planes reguladores y que ya ha sido aprobada por la Setena, como el caso de la GAM y otras regiones del país.

La Setena, por su parte, debe cambiar su actitud de indicar a las municipalidades que no pueden hacer uso de la información ambiental que ella misma ha revisado y aprobado, y que incluye información sobre zonas de amenazas naturales y otros datos importantes, como áreas de recarga acuífera, hasta que el plan regulador esté aprobado. Por el contrario, se debe favorecer el máximo acceso a la información para que los ciudadanos puedan tomar medidas preventivas correctas con el apoyo de sus gobiernos locales.

Por su parte, las mismas municipalidades y la Setena deben verificar la ubicación de los proyectos de construcción que tramitan ante esa información, a fin de constatar que la misma sea tomada en cuenta como parte del proyecto. Recientes casos llevados ante los tribunales evidencian que pobladores y ciudadanos tienen mayor conciencia del grado de vulnerabilidad de ciertas zonas que las propias autoridades municipales y nacionales. ¡Vaya miopía de esas autoridades!

Los bancos que financian y las aseguradoras, por su parte, deben tener acceso a esa información y, sobre esa base, tomar decisiones. No es posible que información útil, que puede salvar vidas, siga engavetada y sin posibilidad de que sea consultada como la que se generó en el marco del PRUGAM y de otros proyectos en ejecución.

Todos tenemos derecho a vivir en una casa segura. Por eso, debemos exigir que en su planeamiento y construcción se tome en cuenta la información ambiental ya disponible y aprobada. Nuestro país se sitúa, a nivel mundial, en una zona de alta precipitación, y esta realidad no puede ser ignorada mediante decreto ejecutivo, leyes y reglamentos. Su suelos son mucho más vulnerables que en otras latitudes.

Vivimos en un país geológicamente activo y expuesto, como todo país tropical, a eventos meteorológicos incesantes, guste o no a las mentes luminarias que tenemos en algunas instituciones nacionales a cargo del tema de vivienda y urbanización en la GAM y en el país.

El fracaso del INVU en la planificación urbana

El reciente voto de la Sala Constitucional, que por tercera vez en los últimos 10 años, frena las intenciones del INVU y del Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH) de expandir el anillo de contención urbana de la GAM, debe llevarnos a la reflexión y análisis sobre lo que está pasando en materia de planificación urbana y ordenamiento del territorio en esta parte del Valle Central, donde vivimos cerca de 3 millones de habitantes. Un tema de gran importancia y seriedad por las consecuencias que tiene hacia nuestro futuro.

El anillo de contención fue creado por el Plan GAM de 1982, como una sana y visionaria medida, que era ordenar el desarrollo urbano dentro de la GAM. Se definió como un límite arbitrario, no natural, que separa el área de desarrollo y expansión urbana dentro de la GAM de la zona de protección ambiental (áreas de recarga acuífera, zonas boscosas y de pendiente), en la cual no debería darse desarrollo urbano, salvo en las cabeceras de cantón o de distrito.

Desafortunadamente la entidad responsable de mantener ese orden urbano, el INVU, y en particular, su Dirección de Urbanismo, fracasó notablemente en esa misión. Ya para el año 1999 la Contraloría General de la República (CGR) en su Informe 94-99 señala “que el INVU no había elaborado el Plan Nacional de Desarrollo Urbano”, sino que “…se ha dedicado, con mayor énfasis, a otorgar permisos de construcción y de uso del suelo”. Referente al Plan GAM de 1982 señaló que “…aunque esa Dirección confeccionó un Plan para la Gran Área Metropolitana, a dicho Plan no se le dio continuidad”. Continúa la CGR manifestando que “…aunque muchas de las familias costarricenses se han visto beneficiadas al tener su propia vivienda, las políticas de los gobiernos han permitido el establecimiento de proyectos de vivienda fuera del anillo de contención del Área Metropolitana”.

La CGR agrega que esto “…ha traído como consecuencia una disminución en la calidad de vida de la población de la citada Área, así como un efecto negativo sobre el cumplimiento de los objetivos de la planificación y el desarrollo urbanos del país”. Algo que todavía hoy a 12 años de ese informe se sigue dando, sin que veamos medidas correctivas drásticas tomadas para encausar las cosas.

Para el 2003 la CGR en otro informe sobre el INVU, el DFOE – SM – 11 – 2003, recalcó que seguía sin disponerse del Plan Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU), al señalar que “…ha imperado un desarrollo urbano y una ocupación territorial desordenada y sin ninguna visión y orientación de futuro, que pone de manifiesto la poca efectividad institucional en el cumplimiento de funciones señaladas por la ley”.

El Informe señala además que “…el INVU, como responsable de la planificación urbana, no ha cumplido con las funciones y atribuciones conferidas por la Ley de Planificación Urbana. La Dirección de Urbanismo, asignada para tal propósito, no ha elaborado el Plan Nacional de Desarrollo Urbano, de conformidad con lo establecido en el artículo 7º de dicha ley, no ha coordinado como corresponde los proyectos públicos y privados que interesen al PNDU, no ha prestado la asesoría y asistencia a las municipalidades y otros organismos en cuanto a la promoción de la materia, ni tampoco una vinculación estrecha con las instituciones que conforman el sector vivienda y asentamientos humanos y otras instituciones públicas que desempeñan funciones relacionadas con el desarrollo urbano”.

En aras de buscar soluciones a corto y mediano plazo en materia urbanística, la CGR concluyó que era necesario “…que se revise y efectúe un análisis del marco jurídico existente en materia de planificación, desarrollo urbano y ordenamiento territorial en el ámbito nacional, regional y local, así como su concordancia con la estructura de la Administración Pública, incluyendo el cuestionamiento de las funciones y responsabilidades que ha venido ejerciendo el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, en razón de su ineficacia demostrada, y si las mismas deben permanecer en el INVU o si más bien debe corresponder a otra institución pública con mayores recursos humanos, financieros y tecnológicos y con mayor poder político para la toma de decisiones” (el destacado no es del original).

Población en alto riesgo. Toda esta fracasada gestión urbana no solo se resume en palabras y críticas. Si fuera así, el asunto sería fácil. En este sentido, la realidad es devastadora. Se han construido más de 10.200 hectáreas fuera del citado anillo de contención, pese a que dentro del mismo hay igual o mayor cantidad de territorio con capacidad de albergar nuevas construcciones. Para colmo de males, muchas de esas construcciones se han dado en zonas de muy alta y alta amenaza, al extremo de que las estimaciones realizadas muestran que un 20 % de la población de la GAM vive en esas condiciones.

En este contexto, resulta importante repasar los acontecimientos del último año y medio. Pocos días después de la salida del Decreto de ampliación del anillo de contención, la ministra del MIVAH cierra las oficinas del PRUGAM, mientras que en mayo del 2010 el INVU rechaza el PRUGAM, generando un documento de observaciones que no pueden ser respondidas porque el PRUGAM como oficina ya no existía.

A principios de este año, el gobierno, con el aval de la CGR, aprueba una partida de ¢190 millones para que el INVU trabaje con el Plan Regional de la GAM. Ahora, hace pocas semanas, el INVU anuncia que prácticamente archiva el Plan PRUGAM porque “quedó corto”, y que lo va a sustituir por un tal POT GAM, que tendrá listo en el mes de diciembre. De paso se le anuncia a las municipalidades que elaboraron durante varios años planes reguladores al amparo del PRUGAM que prácticamente tienen que empezar de nuevo, según los lineamientos de ese POT GAM.

Habitantes deben exigir explicaciones. Ante todo esto surge la pregunta de qué va a hacer el INVU con el anillo de contención dentro del POT GAM, ¿lo mantendrá igual o lo cambiará conforme a sus tres fracasadas intenciones de los últimos 10 años? O bien, ¿le establecerá un límite natural, como tiene que ser y como fue establecido según la zonificación ambiental que realizó el PRUGAM? Y si es así, ¿por qué entonces se desecha el PRUGAM?
Todas estas preguntas y muchas más debemos plantearnos todos los habitantes de la GAM y del país. Debemos exigir que se hagan las investigaciones correspondientes y se den las aclaraciones del caso, tal y como exige nuestra Constitución Política. Dejar pasar esta situación, es permitir que se siga repitiendo la historia de los últimos 30 años, de desplanificación, desorden y improvisación que ha hecho de la GAM una ciudad caótica, altamente vulnerable, estresante y muy contaminada. La coyuntura actual exige que pidamos cuentas claras.

Responsabilidad ambiental compartida

La responsabilidad ambiental compartida es un principio que señala que la gestión en la protección del ambiente y de los recursos naturales es una tarea de todos, y no solamente de unas cuantas autoridades. En nuestro país, la falta de un derrotero real y certero en materia ambiental ha llevado a que durante los últimos años se apliquen políticas de Estado en materia ambiental que, lejos de promover la responsabilidad ambiental, parecen haber estimulado todo lo contario. Irresponsabilidad. Los últimos 5 años nos aportan muchos ejemplos. En medio de una pomposamente anunciada Iniciativa de Paz con la Naturaleza, se declara de interés público y de conveniencia nacional, la explotación minera a cielo abierto en la zona norte del país.

A fin de aprovechar el momento político, se decretó el 8 de mayodel 2010 una mal llamada moratoria minera reforzada por una ley aprobada en noviembre del 2010 que declara al país libre de nuevos proyectos de minería a cielo abierto y que utiliza el cianuro para extraer el oro, sin que quede claro lo que va a suceder con los proyectos mineros previos, como el caso de la mina Bellavista.

Se ha dado un paulatino deterioro del sistema de áreas protegidas, pese a que este le genera dividendos por más de $2.000 millones anuales. Incluso, se eliminaron algunas de estas áreas y se intentó bajar de categoría parques nacionales a favor del desarrollo inmobiliario. Los recursos marinos siguen desprotegidos mientras nuestros mares son víctimas de la depredación por los barcos pesqueros.

Se desechan 10 años de trabajo en la planificación urbana y ambiental de la GAM, para sustituirlo por un POT GAM que todavía nadie conoce y que, se nos anuncia que saldrá en diciembre, mes en que los ciudadanos no andan muy preocupados por saber las noticias que da el Gobierno.

La expansión piñera pasó de 18.000 a 60.000 hectáreas, sin ningún tipo de regulación ambiental “ex–ante” ni mayor preocupación de las autoridades sanitarias de actualizar la legislación en torno al uso, almacenamiento y riego de sustancias químicas desconocidas por nuestro ordenamiento jurídico que hoy respiran escolares como lo de la Escuela de El Jobo en Caño Negro, y que beben las comunidades cercanas a estas plantaciones sin conocer posibles efectos en su salud.

Se anuncia una política de ordenamiento territorial, y se le devuelve el control en este tema a la Dirección de Urbanismo del INVU, que ya desde hace 10 años, prácticamente había sido desahuciada por la Contraloría General de la República, precisamente por no haber cumplido a cabalidad su responsabilidad. Es oportuno señalar que la Dirección no ha sido modernizada en personal ni en recursos y funciona exactamente con las reglas que llevaron a la Controlaría a las conclusiones a que llegó en 1998 y en el 2003.

Todo esto se da cuando el mismo INVU anuncia que no va a tramitar planes reguladores, de los cuales hay más de 50 en fila de espera, hasta que tenga aprobados los planes regionales en que se circunscriben. Algo que, lejos de acelerar la ansiada planificación territorial, la aleja cada vez más y aumenta el caos vivencial de los habitantes de la GAM.

La poca planificación sectorial del desarrollo que se hace, sigue haciéndose sin una efectiva evaluación ambiental estratégica, pese a que desde el 2004 existe legislación que norma el proceso. Se sigue planificando con un criterio de mercado, de corto plazo, de inversión y ganancias rápidas, con poco o ningún criterio social y ambiental, induciendo con ello que luego, cuando se presenten los proyectos concretos, se den serios conflictos entre los diferentes sectores.

Todo esto, mientras el Informe del estado de la región nos informa de que se sigue sacrificando el ambiente en pos del desarrollo económico, pero sin efectos reales en la población.

Más recientemente, se declaró una morataria “de mentirillas” a la actividad petrolera, que limita (y por solo 3 años) la explotación de petróleo, permitiendo todo lo demás, y dejando la bases para que la misma Sala Constitucional la anule y así allane el camino a la empresa petrolera en su intención firmar el contrato de exploración que le entrega 10.000 km² de territorio nacional, incluyendo humedales y áreas silvestres protegidas.

Evaluación ambiental. Este tema requiere toda una atención particular debido a que el modelo de EIA establecido desde el 2004 se diseñó y fundamentó en el principio de responsabilidad ambiental compartida. Sobre esta base los formularios ambientales del sistema, particularmente el así llamado D1, es de tipo “autoevaluación”, donde el consultor ambiental que lo llena aporta la información a fe de juramento.

Pese a esto, ahora siete años después se reconoce que el sistema no ha operado con eficiencia.

Por un lado, la gran mayoría de los consultores llena el formulario buscando que el puntaje de significancia de impacto resulte lo más bajo. De esto hay ejemplos impresionantes, como urbanizaciones de más de 1.000 viviendas cuyo puntaje resulta en menos de 200 puntos y para el cual la Setena se conforma con una simple declaración jurada de compromisos ambientales, para otorgar la viabilidad ambiental.

Ante esto nos preguntamos cuál es la solución. ¿Hacer que todos los proyectos, debido a la poca responsabilidad ambiental que se pone de manifiesto, elaboren detallados y extensos estudios de impacto ambiental? ¡Parece que estamos retrocediendo en el tiempo, con el agravante que ahora, en vez de unos cientos de proyectos anuales, se revisan varios miles de proyectos por año! Es claro que entidades como la Setena y el proceso de EIA que aplica, requieren una profunda transformación, que lleve consigo una total despolitización de su accionar.

Soluciones. Mientras las autoridades ambientales del Estado mantengan el patrón seguido hasta ahora de una acción arbitraria, unilateral, y parcializada a favor del desarrollo de proyectos y pensando únicamente en la inversión y la cantidad de puestos de trabajo que abren, dejando de lado el cumplimiento ambiental, el diálogo técnico, la participación pública establecida en la ley y un efectivo condicionamiento ambiental, el problema, lejos de resolverse se va a seguir incrementando.

Los tribunales de justicia están sirviendo de contrapeso a estos abusos de nuestras autoridades. No obstante, la judicialización extrema de los conflictos ambientales no es tampoco una solución al problema. Seguir por este camino nos lleva al retroceso como país, pero no solo eso, sino a la desilusión colectiva, a la pérdida de esperanza colectiva por obtener un país mejor; elementos críticos que enferman a nuestra sociedad y que llevan a que se pierda el interés de proteger el ambiente dentro del espíritu de responsabilidad compartida.

Ante todo, urge que seamos mucho más exigentes y vigilantes sobre las actuaciones de las autoridades “ambientales” para que al amparo del artículo 11 de nuestra Constitución solicitemos rendimiento de cuentas y verdadero cumplimiento de nuestra legislación ambiental.

Es nuestro país, son nuestras instituciones, es nuestra legislación, y se trata de nuestros recursos y del futuro de nuestras generaciones.

Grave y vergonzosa decisión

El anuncio del Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH) y del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU) el pasado lunes 3 de octubre, que desecha el Plan PRUGAM (Planificación Regional y Urbana de la Gran Área Metropolitana) y que en su sustitución el INVU está preparando un nuevo instrumento denominado Plan de Ordenamiento Territorial de la Gran Área Metropolitana (POTGAM), se basa en lo siguiente: que el PRUGAM tenía algunas inconsistencias y que no “daba la talla”.

Esa vergonzosa decisión se califica además como grave y como un enorme error, y debería ser objeto de una profunda y cuidadosa investigación. Las razones son muchas.

En primer lugar, por el hecho de que en el PRUGAM, incluyendo sus obras demostrativas y los planes reguladores, se invirtieron 18 millones euros, 11 de ellos aportados por la Unión Europea y 7 por el Estado.

Respecto a la ayuda aportada por la Unión Europea resulta bochornoso y hasta ridículo, con el agravante de que, como dice nuestro pueblo, “con qué cara vamos a seguir pidiendo cooperación internacional para la planificación”.

También hay que cuestionarse por qué en estos momentos en que se está hablando de un plan fiscal para aumentar los recursos del Estado, y de hacer un uso eficiente de ellos, prácticamente se tira a la basura una inversión de 7 millones de euros, o sea, cerca de 10 millones de dólares, con cargo a los impuestos de todos. Solo este hecho debería motivar a que entidades como la Contraloría General de la República y el Defensoría de los Habitantes inicien una investigación detallada.

Empero el asunto más grave de la decisión tomada es la forma en que se desecha y se manda al olvido un esfuerzo interinstitucional y del país como un todo, en hacer una Planificación Territorial de la GAM, durante casi una década. El PRUGAM trabajó durante seis años, pero su preparación administrativa y legal llevo casi cuatro años, incluyendo una aprobación por parte de la Asamblea Legislativa. Como bien dice el refrán popular: “el tiempo perdido hasta los santos lo lloran”.

Sin fundamento. En el caso del PRUGAM el asunto es todavía más serio, pues no fue que se perdiera el tiempo, sino que unas autoridades en el INVU y el MIVAH, sin presentar suficientes argumentos de sustento, deciden desechar el esfuerzo de planificación territorial realizado por el país durante años.

La situación caótica que vivimos en la GAM no pareciera ser su mayor preocupación por lo visto. Claramente, el rechazo de tantos años de esfuerzos y de estudios es un lujo que ni los países más ricos del mundo se pueden dar: resulta que en Costa Rica somos tan afortunados que si nos lo podemos dar.

Los argumentos dados para desechar el PRUGAM, que ya cuenta con viabilidad ambiental, desde noviembre del 2009 por parte de la SETENA, no son suficientes ni satisfactorios. En particular por el hecho de que la propuesta del Plan fue revisada por diversos entes internacionales, incluyendo expertos de la Universidad de Harvard, que lo calificaron como uno de los planes más avanzados y mejor elaborados. Lo dice la Universidad Harvard, pero ¡qué importa señores del INVU!
También, porque el ente que lo rechaza es el mismo INVU, que formó parte de la elaboración del Plan desde el principio, y que ahora, en vez de solicitar a aquellos que elaboraron el Plan PRUGAM que procedieran a corregirlo según sus exigencias, deciden desecharlo y elaborar ellos mismos su propia propuesta.

Esa propuesta del INVU, denominada POTGAM, que todavía no conocemos, implica además un costo adicional de 190 millones de colones al erario público y, en principio, deberá estar lista para el mes de diciembre de este año. Algunos esperarían que fuera la propuesta del PRUGAM modificada y con un nombre diferente, no obstante, por lo señalado por el mismo INVU en los foros realizados, la situación es otra, ya que lo que se dice es que el POTGAM será una especie de modernización del Plan GAM de 1982, con todo y su anillo de contención “adaptado” a la época actual. Asunto que preocupa, si recordamos que durante los últimos 10 años el INVU ha intentado ampliar el anillo de contención, en tres ocasiones, lo que no ha logrado gracias a la Sala Constitucional.

Crecimiento caótico. Como puede verse, el panorama no es claro ni halagador, todo lo contrario. Mientras tanto, la GAM, donde vivimos casi el 60 % de la población del país, sigue convertida una ciudad altamente desordenada, con un crecimiento urbano caótico, energéticamente ineficiente y que es fuente de un estrés altamente negativo para sus habitantes. Y eso no es todo, lo más grave es que mientras no se tomen acciones concretas como las que proponía el PRUGAM, se van a seguir urbanizando, sin criterio apropiado, las zonas de alta y muy alta amenaza, donde ya hoy vive más del 20 % de la población de la GAM en condiciones de MUY ALTO RIESGO a las amenazas naturales, como los deslizamientos, avalanchas, inundaciones y fallas geológicas, entre otras.

Es bueno es que los costarricenses empecemos a cobrar conciencia de esto y que cambiemos nuestra actitud de asimilar estas noticias con pasividad y desinterés. La realidad no dice que debemos reaccionar pidiendo rendición de cuentas, investigación y que se nos informe sobre esas graves decisiones que tienen serias repercusiones para todos nosotros y nos hunden en más problemas, contaminación,  pérdida de calidad vida y subdesarrollo. Todo esto ocurre mientras, en estos mismos años, nos pavoneamos ante el mundo como un país altamente competitivo y abierto a la apertura comercial, cuando en realidad son este tipo de decisiones las que nos hacen retroceder en todos los ámbitos.