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Fracaso de las políticas ambientales en CR, causas y consecuencias

La caída de Costa Rica del lugar 5º (2012) al 54º (2014) en el Índice de Desempeño Ambiental  (EPI, en inglés), es la comprobación más contundente de que lo hecho hasta ahora en materia ambiental ha sido más un maquillaje que acciones sólidas y concretas.

Hace poco se dio a conocer el resultado del último Índice de Desempeño Ambiental (EPI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Yale de los Estados Unidos de América.  El EPI es un instrumento de gran utilidad para medir y clasificar el rendimiento ambiental de las políticas de un país.  El EPI utiliza indicadores orientados hacia resultados, por lo que sirve como elemento de evaluación y comparación.

Hasta ahora se han publicado 5 informes que se iniciaron en el año 2006. Toma en cuenta una serie de variables que se dividen en dos grandes ámbitos: salud ambiental y vitalidad de los ecosistemas. Se incluyen temas tales como: salud humana, agua potable y saneamiento básico, calidad del aire, recursos hídricos, bosques, agricultura, pesca, biodiversidad y hábitats y clima y energía.

Desde su inicio, el EPI ha valorado la mayoría de los países del mundo (más de 160). La posición de Costa Rica ha sido la siguiente: 15 (2006), 5 (2008), 3 (2010), 5 (2012) y 54 en el 2014, registrando así un descenso estrepitoso, que representa claramente una importante señal de alerta roja sobre la gestión ambiental que se realiza en el país, pese a que el Ministro René Castro trate de minimizar su alcance.

Un elemento clave para entender esta situación tiene que ver con el hecho de que el EPI tiene un proceso de mejora respecto a sus indicadores y la información de base. De manera que es posible afirmar que conforme evolucione el EPI en calidad y cantidad de información, más realista es el resultado respecto a mostrar el verdadero desempeño ambiental que tiene un país.

Esta situación explica los resultados del país durante las primeras evaluaciones, cuando las variables asociadas a bosques y biodiversidad tenían un mayor peso relativo. No obstante, conforme se incorporan nuevos factores y mejor información, la realidad se devela con total crudeza y certeza, como en el caso de Costa Rica.

Causas. Tomando en cuenta los factores por los que nuestro país cae tan abruptamente, que se pueden observar en la dirección http://epi.yale.edu/epi/country-rankings y que han sido objeto de alguna discusión en la prensa, resulta importante centrarse en la discusión de las causas de esa caída. Ello, con el fin de ser autocríticos y diseñar estrategias para revertir esta grave situación.

Es muy claro que el resultado del EPI 2014 pone de manifiesto que las políticas ambientales aplicadas en nuestro país durante los últimos años (no solamente dos, sino al menos durante los últimos 10 años) han sido un rotundo fracaso. Algo que debería llamarnos a reflexionar muy en serio, sobre el “camino” de desarrollo que llevamos y sobre quiénes son los responsables de este vertiginoso descenso.

Partiendo de la premisa lógica de que una eficiente Política Ambiental se traduce en acciones efectivas y concretas, y analizando la gestión ambiental pública de las últimas dos administraciones de gobierno, queda claro que se ha hecho prácticamente todo lo contrario, de manera que el resultado de la evaluación no resulta una sorpresa.

Al respecto, resulta importante enumerar solamente algunos ejemplos de esta absoluta falta de eficiencia en materia de gestión ambiental pública:

Bosques y áreas protegidas: a pesar de que las cifras oficiales dicen que la cobertura boscosa ha aumentado, es claro que eso no es del todo cierto y que no es suficiente para decir que todo se ha hecho bien, como ha pretendido hacerlo creer durante años el MINAE. La áreas protegidas, por el contrario, se han debilitado, e incluso ha sido blanco de reducción y se les plantea como fuente para extracción de recursos naturales (geotermia para empezar).

Energía y carbono neutralidad: mientras nos comprometemos con el mundo a ser Carbono Neutrales en el 2021, seguimos impulsado un modelo energético dependiente de los hidrocarburos. Todavía el año pasado se planteaba la construcción de la refinería china en Limón, como parte de esta seria contradicción defendida  a capa y espada por la actual administración.

Pesca y riqueza marina: a pesar de que la extensión marina es 10 veces mayor que la continental y de tener un gran potencial, la falta de visión, planificación y eficiente administración, ha llevado a que flotas extranjeras sobreexploten esas riquezas y lleven al empobrecimiento de nuestros mares.

Calidad del aire y salud: la Gran Área Metropolitana (GAM), que abarca el 4 % del territorio y concentra a más de la mitad de la población del país, ha tenido un serio atraso en su ordenamiento y planificación urbana. La implementación del PRUGAM se ha atrasado por años a causa de la falta de visión de las autoridades y por la presión de grupos de interés, particularmente constructores e inmobiliarias. Desde el 2005 se comprobó que ese caos urbano se traduce en contaminación del aire y congestionamiento urbano, cuyo costo al valor actual es de ¡$ 2 millones diarios! Por su parte, el Proyecto TREM (Tren Eléctrico) se atrasó sin criterio.

Recursos hídricos y saneamiento: a pesar de la riqueza hídrica del país, el atraso en ordenamiento y planificación territorial ha llevado a que ese potencial se convierta en un obstáculo para el desarrollo sostenible del país. Por su parte, solo 3 % de las aguas residuales son tratadas, de manera que el resto termina contaminando los ríos y los acuíferos. Pese a esto, el modelo de repoblación urbana de San José se basa en permitir la construcción de grandes edificios sin plantas de tratamiento.

Plaguicidas y agricultura intensiva: el favorecimiento de ciertos sectores económicos, traducido en laxo control ambiental ha permitido una enorme expansión de los cultivos intensivos, como la piña, que además de los serios impactos ambientales producidos, requiere de un alto consumo de plaguicidas que al final se traduce en contaminación de aguas superficiales y subterráneas, y daños a la salud de las comunidades aledañas a las plantaciones.

Gestión ambiental preventiva: durante los últimos 8 años, la SETENA, como autoridad de evaluación de impacto ambiental, ha estado intervenida políticamente. Las decisiones sobre viabilidad ambiental de proyectos han estado a la sombra de esa intervención, lo que la ha llevado a tomar decisiones contrarias a la protección ambiental. Crucitas y la Marina de Moín son solo dos de una larga lista de proyectos cuya viabilidad ambiental no se sustenta, necesariamente, en estrictos criterios técnicos. La Evaluación Ambiental Estratégica de políticas, planes y proyectos, no ha querido ser implementada, a pesar de la urgencia que se tiene de aplicaría como mecanismo para mejorar e impulsar la planificación del desarrollo sostenible. Gestión ambiental correctiva: la Dirección de Gestión de la Calidad Ambiental (DIGECA) del MINAE, creada hace 10 años, no ha cumplido su objetivo primordial de control ambiental de actividades en operación. Prueba de ello es que a más de 18 años de haberse promulgado la Ley Orgánica del Ambiente, todavía sigue sin normarse el Transitorio II que tiene que ver con control y prevención de la contaminación.  Por su parte, el Tribunal Ambiental, lejos de ser fortalecido, ha sido debilitado hasta convertirse en un ente prácticamente paralizado por la carga de trabajo que ha acumulado: actualmente son tres los abogados que trabajan a tiempo completo, a cargo de más de 2800 expedientes.

Regulación ambiental: la mayoría de las normativas ambientales de la Ley Orgánica del Ambiente no se han emitido, a pesar de que se promulgó hace casi dos décadas. Y cuando se han generado, se han elaborado de forma parcial y pensando en la protección de intereses específicos. El reglamento de paisaje emitido en el 2010 es el mejor ejemplo de ello. La lista de casos y ejemplos puede ser extendida mucho más; empero con lo indicado se muestra que ese descenso en la calificación del EPI no es obra de la casualidad, sino que tiene un claro sustento en la ineficiencia de la administración ambiental que ha tenido el país.

Consecuencias: el pésimo resultado de Costa Rica en su desempeño ambiental tiene consecuencias muy serias, en particular, para un país que se expone en el exterior como de vanguardia en la protección del ambiente. Pero no solo se trata de imagen, sino también de resultados económicos, ya que el turismo, particularmente el ecoturismo, representa su principal fuente de ingresos.

Nuestro país ha estado viviendo de una renta obsoleta, al decir que tiene un cuarto de su territorio protegido, lo cual, para muchos, es suficiente para poder plantear que el “desarrollo” puede devastar el resto, con el objeto de producir ganancias altas y rápidas. Como hemos dicho ya, ese desarrollo es depredador del ambiente y tiene graves resultados como el que estamos viendo ahora.

Con lo señalado, resulta obvio que nuestro país no puede seguir por ese camino. Nos urge, ahora más que nunca, hacer cambios sustanciales y de fondo para, en primer lugar, detener esa estrepitosa caída y luego, poco a poco, revertir la tendencia. Para ello, la primera gran tarea que tenemos los costarricenses, aparte de tomar seria conciencia del problema, es poner en la administración ambiental del país a gente verdaderamente responsable y seria que pueda devolvernos el orgullo de ser un país que realmente protege la naturaleza.

No podemos darnos el lujo de más improvisaciones y ocurrencias como las que han caracterizado las últimas administraciones.