Varios informaciones recientes, como son: a) el anuncio del ministro Francisco Jiménez del MOPT de que el país requiere $ 200 millones al mes para rescatar vías (LN: 17.11.2011), b) el artículo de la ministra de Planificación, Laura Alfaro, sobre los costos directos de los desastres en nuestro país (período 1988 – 2009) por un valor acumulado superior a los $1.823 millones (LN, 23.02.201), sin incluir los costos de la Tormenta Tomas por cerca de $71 millones (LN, 17.02.2011), c) la denuncia de la Contraloría General de la República sobre la baja en el presupuesto de prevención en el año 2011 de la Comisión de Prevención de Desastres y Atención de Emergencias (LN, 10.03.2011) y, finalmente, d) las impresionantes imágenes del terremoto ytsunami en Japón, que aunque en el otro extremo del planeta, nos recuerdan cuan cercanos estamos a enfrentarnos a una realidad de ese tipo, cuando la naturaleza nos muestra su cara terrorífica; lleva a concluir que en materia de prevención de los desastres en nuestro país se da una clara paradoja de contradicciones que debemos corregir lo antes posible.
El costo de los desastres. No solo se debe valorar con base en las frías cifras económicas que, aunque muy altas para un país como el nuestro, su alcance humano y para la vida en general, tiene costos y secuelas de mucho mayor valor: ¿Cuántas personas han muerto o fueron heridas? ¿Cuántas familias han perdido sus bienes y no los han podido reponer? ¿Cuántos bienes inmateriales y sueños de progreso fueron cambiados por frustración e impotencia? Es difícil hacer una valoración de estos factores, pero sabemos que todo esto forma parte de los desastres y que, por eso, la clave para disminuir sus efectos es la prevención.
La inversión en prevención. No solo se puede canalizar en el tema de disponer de alimentos y equipos para atender los desastres una vez que han ocurrido. Algunos todavía tenemos fresca la imagen del anterior presidente ejecutivo de la CNE, arrojando frente a las cámaras de televisión, bolsas con alimentos a los víctimas de una inundación como si el sufrimiento de algunos debiera servir de plataforma gratuita de propaganda política para otros.
Sin embargo, estas y otras acciones se dan después del daño, en plena emergencia. Pero la verdadera prevención implica tomar las medidas para que los sitios de riesgo a inundación, deslizamientos, avalanchas, erupciones volcánicas, fallas geológicas activas, licuefacción y tsunamis, no dispongan de construcciones donde habitan personas que no conocen el peligro en que viven, confiados en que las autoridades responsables (INVU, Setena, municipalidades) otorgaron los permisos tomando en cuenta todos esos factores y otros más. Los deslizamientos frecuentes, las correntadas de tierra y escombros que todo los destruyen, la pérdida de infraestructura, o los recientes daños en vidas humanas en Escazú indican que estamos ante autoridades que no cumplen su misión fundamental y ante un problema muy serio de ética profesional de algunos "expertos" o "peritos".
Lo mismo vale para las construcciones de infraestructura para el desarrollo, como las carreteras, que se planifican de forma parcial, considerando factores de costo y de inmediatez, sin que se tomen en cuenta factores clave como la fragilidad de los terrenos que atraviesan y que a la postre, dan al traste con toda la inversión realizada, dejando de herencia una obra de alto riesgo por toda la vida.
Las dos caras de la naturaleza: los costarricenses, al igual que los habitantes de muchos otros países, como Haití, Chile, China y Japón debemos comprender y asimilar que la naturaleza tiene dos caras. Por un lado, es paisajes hermosos, playas paradisiacas, montañas y volcanes imponentes, ríos majestuosos, bosques exuberantes y mares de ensueño; pero por otro lado, se puede manifestar con una cara de terror, con sismos y terremotos, deslizamientos, inundaciones, avalanchas y tsunamis.
A pesar de esto, la naturaleza es sabia y nos muestra, que esos desastres no ocurren en todos los lugares, solo ocurren en lugares específicos donde se presentan las condiciones para que sucedan y los seres humanos, incluso desde tiempos prehistóricos hemos aprendido a identificar los signos del peligro para evitar esos sitios. A pesar de eso, con el crecimiento de la población y por la presión del mercado inmobiliario, donde la ganancia de corto plazo es lo más importante, nos hemos olvidado de reconocer o aceptar esos signos de la naturaleza y hemos promovido y estamos promoviendo la construcción de obras en zonas de riesgo. Y lo peor de todo, es que hemos perdido la capacidad de "leer" las señales tempraneras que envía a veces, como en el caso de la tragedia en Escazú, la naturaleza antes de liberar su fuerza destructora: una humilde familia sí las supo leer y se adelanto a los acontecimientos. Pero las autoridades brillaron por su total miopía (LN: 08.11.2010).
Situación de Costa Rica: en ausencia de un efectivo ordenamiento y planificación del territorio, nuestro país es un claro ejemplo de lo bondadosa que ha sido la naturaleza con nosotros. Solo en la Gran Área Metropolitana, viven más de 100.000 personas en condición de riesgo a inundaciones, esto sin contar aquellas que viven en condiciones de riesgo a fallas geológicas activas, a deslizamientos, avalanchas y desastres volcánicos, que en total pueden alcanzar hasta 500.000 personas, es decir, un 20% del total de la población de la GAM.
Los estudios ambientales hechos para el Prugam delimitaron las zonas de riesgo e identificaron para el 2008 cuántas construcciones había sobre las mismas, e incluso señalaron la importancia de iniciar la realización de planes correctivos. Dichos estudios fueron aprobados desde el punto de vista ambiental en noviembre del 2009, y rechazados por el INVU en abril del 2010, que hacía pocos meses había intentado expandir el anillo de contención de la GAM incluyendo las zonas de alta fragilidad y de riesgo. Hoy, a casi tres años de la finalización de esos estudios, se siguen dando permisos de construcciones en zonas de riesgo, como si el rostro de terror de la naturaleza no existiera, y como si la vidas de las personas que van a habitar esas zonas no fuera importante.
Enfoque de la prevención: en un territorio de alta fragilidad ambiental como lo es Costa Rica, la prevención debe estar íntimamente ligada al correcto y efectivo uso del suelo, al establecimiento de medidas técnicas para las construcciones y en particular, a que las personas conozcan los factores de riesgo y estén preparadas a actuar cuando la situaciones de lluvia o de sismos desencadenan los peligros naturales. Para ello, es fundamental que las municipalidades estén preparadas y capacitadas y que los permisos de uso del suelo que otorgan sigan estrictos criterios técnicos y no de otro tipo. Este elemento es la clave para mejorar la prevención, de allí la importancia que el presupuesto de este tema en la CNE, sea incrementado y canalizado en estos esfuerzos; de lo contrario, poco se habrá avanzado. Nuestro país cuenta desde hace muchos años con las herramientas para avanzar. Lástima que los políticos de turno no comprendan la crucial importancia de actuar sin más dilaciones